Las milicias proindonesias se apoderan de la capital de Timor y ponen cerco a la sede de la ONU
La tensi¨®n y la incertidumbre crecen por momentos en Timor Oriental. Grupos armados de las milicias proindonesias Aitarak (Espina) tomaron ayer el centro de Dili, la capital, y cercaron durante cuatro horas la Misi¨®n de Naciones Unidas, dispararon contra algunos de sus edificios e incendiaron casas de sus alrededores. Los paramilitares provocaron, al menos, un muerto y tres heridos durante el asedio. Algunas fuentes hablaban de hasta cinco muertos. Las fuerzas de seguridad indonesias tardaron m¨¢s de una hora en desplazarse al lugar y otras tres en controlar la situaci¨®n. No hubo detenidos.
La violencia regres¨® de madrugada a Dili. El delegado de los grupos proindependentistas en el barrio de Mascarenhas, Igidio de Jes¨²s Valente, de 20 a?os, fue asesinado a machetazos por haberse negado a forzar el voto de sus vecinos hacia la opci¨®n integracionista. "Incluso, le hab¨ªan ofrecido dinero", asegur¨® el padre Orlando, responsable del centro salesiano Don Bosco, en Dili. En el barrio, algunos timorenses informaron de que los milicianos fueron de madrugada en busca del joven, que intent¨® huir. Alcanzado en plena calle, fue asesinado a golpes de catanas, el machete timorense, y su cuerpo ha desaparecido. Una t¨¦cnica habitual para no dejar rastros.Cuando una mujer de Mascarenhas comentaba lo sucedido, dos paramilitares y algunos vecinos se acercaron hacia los reporteros. Con miedo en los ojos, la mujer, susurrando, recomend¨® que abandon¨¢semos el lugar r¨¢pidamente. El barrio se encontraba completamente desolado, casi desierto, y la mayor¨ªa de las casas cerradas. Pocas horas despu¨¦s, las milicias prepararon un ataque al barrio, pero sus vecinos, alertados de esos planes, huyeron hacia un centro de refugiados situado junto a la sede de la Misi¨®n de las Naciones Unidas en Dili.
Ante la mirada de los agentes de un cuartel de polic¨ªa, sito a unos 500 metros de esas oficinas, los paramilitares persiguieron a los aterrorizados timorenses. Envalentonados por las arengas contra los funcionarios de las Naciones Unidas, cerca de 100 aitarak, con armas autom¨¢ticas y machetes, cercaron alrededor de las 16.30 (10.30, hora peninsular espa?ola) la sede de la ONU e incendiaron dos casas pr¨®ximas, entre disparos y gritos contra la organizaci¨®n internacional. Alrededor de 200 personas, entre funcionarios, observadores internacionales y periodistas, se encontraban en esos momentos en su interior. Vestidos con sus uniformes de combate, los proindonesios amenazaron con armas a los reporteros. Durante el asalto, las milicias provocaron, al menos, un muerto y tres heridos, que anoche eran atendidos en el hospital militar. Al parecer, ninguno de ellos es miembro de la ONU.
La tensi¨®n se apoder¨® de la ciudad durante algunas horas. Fuerzas indonesias del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa montaron un dispositivo de seguridad alrededor del hotel Mahkota, donde se alojan muchos periodistas y funcionarios de la misi¨®n, con el fin de protegerlos ante un previsible ataque de las milicias. El restaurante cerr¨® sus puertas y los reporteros se aglomeraban en la entrada y recepci¨®n del establecimiento. Alrededor de la diez de la noche, la situaci¨®n parec¨ªa estabilizada. Algunos periodistas y observadores no pudieron regresar a sus habitaciones alquiladas por toda la ciudad y se preparaban para dormir en cualquier lugar. Los sof¨¢s de la recepci¨®n est¨¢n ocupados desde hace d¨ªas.
"Salir cuanto antes"
Durante la ma?ana, algunas familias de militares y polic¨ªas indonesios esperaban con todos sus enseres la llegada del barco que les saque hoy de Timor rumbo a Surabaya, en Java. Algunas de esas familias ya hab¨ªan dormido la noche anterior en el puerto y no quer¨ªan perder su plaza para huir de Dili. J.B. explicaba que "la situaci¨®n puede estallar en cualquier momento y no queremos estar aqu¨ª para verlo; hay que salir cuanto antes". Mujeres y ni?os esperaban pacientemente rodeados de maletas, bolsas de pl¨¢stico y algunas provisiones. La tarde y la noche fueron de ¨¦xodo. Decenas de camionetas llegaron a las instalaciones portuarias, donde anoche se aglomeraban m¨¢s de 2.000 personas, con la casa a cuestas, a la espera del barco que les alejar¨¢ de la violencia y las venganzas. Todo, bajo la mirada de los aitarak, que tambi¨¦n controlaban el aeropuerto.
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