LA CR?NICA De Vilafranca a San Francisco XAVIER MORET
Daniel Olivella lleva el pelo te?ido de color zanahoria y un tatuaje en el hombro con un Mickey Mouse vacil¨®n. Hace un par de a?os, cuando lo conoc¨ª en San Francisco, llevaba el pelo amarillo y luc¨ªa con orgullo su pasado hippie y su alma viajera. Cambios en el pelo al margen, sin embargo, Daniel sigue siendo el mismo de siempre: sonrisa f¨¢cil, conversaci¨®n torrencial, mirada ilusionada, entusiasmo desbordante y una devoci¨®n casi religiosa por los castells de su poblaci¨®n natal, Vilafranca del Pened¨¨s. A Daniel Olivella, por cierto, se le da bien la cocina. La cr¨ªtica gastron¨®mica de San Francisco lo situ¨® entre los mejores cocineros de California cuando en el restaurante The Thirsty Bear mont¨® una carta atrevida basada en platos como el bacall¨¤ a la llauna, las cocochas, el pa amb tom¨¤quet y unos postres gaudinianos. El ¨¦xito fue tal que Daniel se pase¨® por varios programas de televisi¨®n y, gracias a su buen hacer culinario y a sus dotes de showman, se convirti¨® en fen¨®meno medi¨¢tico. El cocinero de moda, en definitiva, lo que es mucho decir en una ciudad exigente como San Francisco. De paso por Barcelona, comenta Daniel que est¨¢ a punto de inaugurar un nuevo restaurante en el coraz¨®n financiero de San Francisco. Se llamar¨¢ B44, y llevar¨¢ el subt¨ªtulo orientativo de Catalan Bistro. Habr¨¢ ocho tipos de arroces, pa amb tom¨¤quet, allioli, at¨²n Costa Brava, cocochas, bacall¨¤... La carta de vinos, a pesar del auge de los vinos de California, ser¨¢ espa?ola en un 80%. En la fachada y en la tapa del men¨² habr¨¢ una ilustraci¨®n del tres de deu hecho por los castellers de Vilafranca y, para que nadie albergue dudas acerca del coraz¨®n casteller de Daniel Olivella, a trav¨¦s de varios monitores, instalados incluso en los lavabos, los clientes del B44 podr¨¢n seguir la construcci¨®n del tres de nou amb folre i manilles o la del m¨ªtico tres de deu. "Y eso no es todo", vibra Olivella como si estuviera inmerso en la construcci¨®n de un castell. "Los camareros vestir¨¢n la camisa verde de los castellers de Vilafranca". Se para y suspira: "Mi sue?o es montar un restaurante tem¨¢tico de castellers en Estados Unidos". Le planteo una duda: ?Saben los norteamericanos lo que son los castells? "Empiezan a saberlo. Cuando se consigui¨® el tres de deu, sali¨® por televisi¨®n y hubo un reportaje en National Geographic sobre las torres humanas. De todos modos, aunque no saben muy bien de qu¨¦ va, en cuanto vean los castells por los monitores se quedar¨¢n de una pieza. Yo pienso introducir a los castellers tanto como pueda y me encantar¨ªa que los de Vilafranca fueran a actuar a San Francisco". Lo que est¨¢ claro es que nadie puede acusar a Daniel Olivella de oportunista. Nacido en Vilafranca del Pened¨¨s hace 38 a?os, lleva 20 haciendo las Am¨¦ricas. Se march¨® a Chicago en 1979 con un saxo bajo el brazo, toc¨® en grupos de jazz y de reggae, y compagin¨® sus estudios de m¨²sica en el conservatorio trabajando de camarero y de cocinero. Un buen d¨ªa se hart¨® del fr¨ªo de Chicago y se march¨® a la soleada California. En Palm Springs, una especie de oasis adonde acuden los millonarios de Los ?ngeles a pasar el invierno, tuvo un golpe de suerte: conoci¨® a Sidney Chaplin, el hijo de Charles Chaplin, y se convirti¨® en cocinero del Chaplin"s. Fue una buena plataforma de lanzamiento. Pero Daniel se aburr¨ªa en Palm Springs. Se fue a San Francisco y trabaj¨® en el Zuni Caf¨¦, una especie de Set Portes de la ciudad californiana. Despu¨¦s vinieron el Thirsty Bear y un ¨¦xito que no se le ha subido a la cabeza. Cada a?o, unas semanas antes de la Diada de Sant F¨¨lix, coge el avi¨®n y regresa a Vilafranca. "Me encanta colaborar en la construcci¨®n de los castells", dice con entusiasmo. "Es algo ¨²nico. Supongo que si hubiera nacido en una ciudad no tendr¨ªa esta necesidad de volver a las ra¨ªces, porque las ciudades son m¨¢s fr¨ªas. En Vilafranca, en cambio, paseas por la calle y la gente te saluda: "Ei, americanu, com va?". Luego te pones en la base de los castells y te toca arrimar el hombro como a todos. Me gusta el contraste entre el ambiente cosmopolita en el que me muevo en San Francisco y la vitalidad y el calor humano de un pueblo como Vilafranca". Admite Olivella que los castells le ponen "la carne de gallina", y en seguida advierte: "No me pasa con nada m¨¢s de Catalu?a; ni me gustan las sardanas ni el catalanismo de Pujol. El puritanismo de los farigoles no va conmigo. Antes vibraba con el Bar?a, pero desde que el equipo se ha despersonalizado ya no. Los castells, sin embargo, son otra cosa...". Durante su estancia en Vilafranca, aparte de dedicar muchas horas a los ensayos castellers, Daniel Olivella se asoma de vez en cuando a las cocinas de las madres de sus amigos. "No me interesan los restaurantes, sino la cocina popular", afirma. "Se aprende m¨¢s en las cocinas de las viejas que en cualquier otro sitio". En su viaje de vuelta a San Francisco, Daniel se lleva de su pueblo tan s¨®lo una treintena de porroncitos para el moscatell y unos morteros para el allioli. "El resto ya lo encuentro en Estados Unidos", afirma. "Antes era m¨¢s dif¨ªcil, pero ahora se importa buen jam¨®n, quesos, vinos... El bacalao lo compro fresco y lo salo yo mismo. Incluso he conseguido que me hagan un pan similar al pa de pag¨¨s". A la hora de la foto, Daniel, con la aprobaci¨®n entusiasta de Joan Guerrero, lo tiene claro: camisa y pa?uelo de casteller de Vilafranca, con armas de cocinero en las manos y un fondo gaudiniano. "Y es que si no vibro con los castells, ya me dir¨¢s...".
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