Miedo y desesperaci¨®n en Dili
El temor a una explosi¨®n de violencia ha sumido a la antigua colonia portuguesa de Timor Oriental en el caos y la desesperaci¨®n. Los timorenses, aterrorizados, reclaman el env¨ªo de una fuerza multinacional de paz que garantice la seguridad en el territorio, mientras el Ej¨¦rcito indonesio, tras decenas de muertes y asaltos armados por la isla, no ha practicado ninguna detenci¨®n.Las carreteras est¨¢n controladas por los paramilitares, la capital se encuentra pr¨¢cticamente cercada, los bancos han anunciado su cierre la pr¨®xima semana, las l¨ªneas telef¨®nicas apenas funcionan y las calles de Dili est¨¢n casi desiertas. Miles de timorenses han huido hacia las monta?as, se han refugiado en centros religiosos o tratan de salir de la isla en peque?as embarcaciones, con todos sus enseres a cuestas.
"Tenemos miedo y estamos desesperados", afirmaba ayer un empleado municipal que se encuentra refugiado con su mujer y cuatro hijos en un centro religioso de la capital. Los conventos y misiones de Dili se encuentran abarrotados de familias aterrorizadas. "Aqu¨ª todo el mundo se conoce", explica el funcionario, "y las milicias pueden venir a por nosotros en cualquier momento. La ¨²nica salida es la llegada de una fuerza internacional que nos proteja".
Los refugiados duermen en el suelo, api?ados en colchonetas o encima de simples mantas. Hay ancianos, mujeres y ni?os hacinados en barracones. En peque?as cocinas de gas, las mujeres cocinan arroz con vegetales y huevos, los ¨²nicos alimentos que no escasean. Las condiciones de higiene son m¨ªnimas y muchos ni?os tienen s¨ªntomas de malnutrici¨®n. Miles de hombres y j¨®venes han huido hacia las monta?as para evitar los asaltos de las milicias que controlan una gran parte del territorio ante la pasividad del Ej¨¦rcito indonesio.
Un m¨¦dico de Dili, que pidi¨® mantener el anonimato, explicaba ayer que la "situaci¨®n se complica cada d¨ªa; no hay transportes por carretera, puesto que los conductores no se atreven a salir de la ciudad; las milicias controlan muchas ¨¢reas del territorio y mantienen vigilancias en las salidas del aeropuerto y las costas. Adem¨¢s, las l¨ªneas telef¨®nicas no est¨¢n funcionando con normalidad. Hoy hemos intentado llamar a varias ciudades y no lo hemos conseguido".
El centro misionero salesiano Don Bosco, pr¨®ximo al aeropuerto, fue amenazado por las milicias y suele ser cercado cada noche. El superior del centro, el padre Orlando Fernandes, un filipino de 55 a?os, reconoc¨ªa ayer que se encontraba exhausto. Las milicias han avisado que, en cualquier momento, asaltar¨¢n la misi¨®n para asesinar a cerca de cuarenta independentistas que se encuentran all¨ª refugiados. "Aqu¨ª duermen cada noche m¨¢s de mil refugiados y las milicias nos tienen casi cercados, especialmente durante la noche. Dicen que quieren matar a los independentistas y a algunos soldados y empleados del Gobierno civil que han abandonado sus puestos. Yo estoy agotado por la tensi¨®n y la responsabilidad".
Con el cansancio marcado en el rostro, el padre Orlando explica que ha avisado de las amenazas a las fuerzas de seguridad, pero dos horas despu¨¦s de la llamada nadie se ha llegado para protegerles. En el interior, se encuentra un taxi con disparos de bala en el parabrisas trasero. Su propietario fue perseguido cuando trasladaba all¨ª a toda su familia. "Al menos", dice el padre Orlando, "la mayor¨ªa de la gente no sabe nada de las amenazas y se encuentra algo m¨¢s tranquila, si es que eso es posible, porque todos intuyen que algo puede ocurrir".
Eurico, despreciado
Entre los refugiados del Don Bosco est¨¢ la madre adoptiva de Eurico Guterres, jefe de las milicias Aitarak (Espina), aterrorizadoras de la capital. Mar¨ªa da Costa, de 72 a?os, explica que se hizo cargo del joven Eurico cuando ten¨ªa 11 a?os. "Era un chico nada violento, simp¨¢tico y que se dedicaba a cuidar de un reba?o de cabritos", dice. "Su padre era independentista, su familia es independentista y ¨¦l lo fue hasta que le metieron en la c¨¢rcel".
Eurico formaba parte de un comando de apoyo log¨ªstico para la resistencia timorense, pero el paso por la c¨¢rcel, en 1983, le cambi¨® la vida. De ser respetuoso y honrado pas¨® a ser un mercenario sin escr¨²pulos. Se dedic¨® a controlar algunos casinos de juego populares, se ali¨® con los militares indonesios y comenz¨® a buscar el dinero f¨¢cil. Su madre adoptiva, Mar¨ªa da Costa, reconoce que su madre natural le despreci¨® por sus actividades y se lamenta de haberle criado durante a?os. Si se lo encontrase ahora, no le podr¨ªa decir nada, "s¨®lo llorar¨ªa de pena". Eurico es el ¨²nico de cuatro hermanos y tiene a toda la familia huida: "El resto de sus hermanos est¨¢n refugiados en casa del mayor, Jaulino, al que a¨²n tiene alg¨²n respeto".
A mediod¨ªa de ayer, los barrios del centro de Dili se encontraban semidesiertos, los mercados sin actividad o cerrados, y los bancos repletos de gente. Muchos timorenses est¨¢n sacando los ahorros de toda una vida, temi¨¦ndose lo peor. Los funcionarios explicaron que las oficinas estar¨¢n cerradas la pr¨®xima semana sin motivo oficial alguno, aunque todos lo conocen: una previsible victoria de los independentistas, al anunciarse el resultado del refer¨¦ndum, puede desatar la violencia incontrolada de los paramilitares.
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