Lo dem¨¢s
"...; si preguntado soy lo dem¨¢s, ..." Garcilaso de la Vega Aunque el del m¨¢s all¨¢ ha sido en buena parte descafeinado ¨²ltimamente por el Vaticano, lo que todos hemos comprobado alguna vez es la materializaci¨®n del infierno de acuerdo con la m¨¢s citada frase de Sartre. Aqu¨¦lla de que ellos, los dem¨¢s, lo son. Por lo tanto t¨² has sido tambi¨¦n infierno para alguien alguna vez. El horror, podemos estar seguros, es de este mundo, donde el castigo resulta todav¨ªa mucho m¨¢s frecuente para los d¨¦biles, los sin poder, que es la mejor, acaso ¨²nica forma, de ser inocente. Pero si le quitamos el plural al art¨ªculo neutro, resulta la totalidad, la inabarcable sucesi¨®n temporal y el ilimitado universo. A nuestra escala, la Tierra es tambi¨¦n una inmensidad a punto de ser abarcada en cuanto a sus realidades espaciales, pero no en lo que a la vida que acoge se refiere. Que con ser s¨®lo de aqu¨ª, de un min¨²sculo planeta, tiene c¨®smicas proporciones. Recordemos que los expertos calculan que la Biosfera puede estar formada por hasta unos cien millones de especies. Much¨ªsimos m¨¢s resultan los enlaces energ¨¦ticos, las conductas y estrategias, las interacciones... y todo ello en constante proceso de innovaci¨®n, reciclado, y con una infinita caja de pensiones acumulada. Pero tambi¨¦n todo siempre al borde del abismo. La esperanza m¨¢xima de presencia para una variedad de ser vivo es de unos tres millones de a?os. El registro f¨®sil demuestra que como m¨ªnimo se han extinguido cinco por cada especie que ahora puebla la Tierra. Por cierto, de acuerdo con ese c¨¢lculo los humanos habr¨ªamos consumido ya dos tercios del tiempo medio que permanece una variedad animal sobre el planeta.
Pues bien, con esa totalidad es con lo que se atreve a coquetear el pensamiento ecol¨®gico. Que entre sus t¨ªmidas propuestas incluye tambi¨¦n la de que no lleguemos a ser infierno para lo dem¨¢s. El abismo s¨®lo se puede sortear en compa?¨ªa de lo dem¨¢s ya que nos invent¨® y nos sigue sosteniendo.
Lo que tenemos m¨¢s cercano es lo que vive. Y aunque todas las palabras del diccionario m¨¢s nutrido apenas alcanzan para nombrar un diez por ciento de lo que ya sabemos que comparte vida con nosotros, al menos se puede intentar otro gui?o. La en¨¦sima parcial¨ªsima definici¨®n de la realidad viva. De ah¨ª no van a pasar nuestras posibilidades. Pero no hay convocatoria m¨¢s intensa para el apetito explorador de nuestras mentes que la insinuaci¨®n de lo vivo, esa que permite vislumbrar, m¨¢s ac¨¢, inmensidades tan desconocidas como atractivas.
Apenas conocemos la piel de lo palpitante a lo que en lugar de abrir con caricias, atacamos con ara?azos. Pero hay que intentarlo. Y poco resulta m¨¢s adecuado que aceptar que la vida es la ¨²nica posibilidad de llegar a disfrutarla, conocerla, vivirla. La vida explota, como hija de la luz que es; luego explora, para colarse por todas las rendijas; desaf¨ªa siempre; desborda en casi todas partes, incluso es un claro exceso. Es mucha, diversa, efectiva, gasta poco y entrega mucho. Y sobre todo se arriesga -nosotros- en formidable desproporci¨®n con su propia fragilidad. Es compleja hasta el laberinto. La vida es todas las vidas, como el humano es todos los humanos.
La vida, la vitalista tenacidad de esta Biosfera que queremos trascender, resulta, en todos los casos, fundamento de lo que somos y de lo que hacemos. Somos, por tanto, una parte. Esa que puede y debe cuestionar, explorar y aprovechar todo lo que le rodea, pero que llegar¨¢ tanto m¨¢s lejos cuanto m¨¢s lo dem¨¢s sea.
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