Si Espa?a va bien... algo habr¨¢ que repartir ANT?N COSTAS
No entiendo por qu¨¦ tanto esc¨¢ndalo ante la iniciativa de Manuel Chaves y Jordi Pujol de dar un magro aguinaldo, "por una sola vez", a los ciudadanos de sus respectivas comunidades que cobran una pensi¨®n no contributiva o asistencial. Pienso que esas iniciativas tan criticadas han tenido la virtud de plantear el necesario debate sobre la reforma del sistema de pensiones en nuestro pa¨ªs. Tanto insistir en el "Espa?a va bien" que, tarde o temprano, alguien ten¨ªa que apuntarse a la idea de que algo habr¨ªa que repartir entre los m¨¢s d¨¦biles. El Gobierno, obnubilado como estaba con el ¨¦xito econ¨®mico de sus pol¨ªticas, se olvid¨® de la solidaridad. Chaves introdujo ese problema pendiente por el sitio menos esperado: la competencia de las autonom¨ªas para compensar, si as¨ª lo desean, las pensiones no contributivas y asistenciales. El Gobierno reaccion¨® entonces con todos los argumentos apocal¨ªpticos a su mano. Pero, en realidad, lo que molest¨® al Gobierno fue que otros se apuntasen a repartir lo que considera que es el fruto de sus pol¨ªticas. Pero despejados por el Tribunal Constitucional esos negros augurios sobre la unidad de las tierras y los hombres de Espa?a, era l¨®gico que se abriera el mel¨®n de las pensiones. Sabedor de que el Gobierno del PP no tendr¨¢ otro remedio que subirse al carro, Pujol tom¨® la iniciativa de adelantarse. Las acusaciones de electoralismo son v¨¢lidas, pero irrelevantes para la l¨®gica de esta historia. La objeci¨®n que, en todo caso, se le puede hacer a Pujol es que, habi¨¦ndose apuntado a una buena, lo haya hecho apoy¨¢ndose en un mal argumento. Utilizar el IPC diferencial catal¨¢n es abrir una caja de sorpresas, no s¨®lo por el posible efecto imitaci¨®n dentro de la Administraci¨®n p¨²blica. Muchos empresarios que consideran a Pujol una persona seria tiemblan cuando oyen hablar del IPC diferencial, porque no olvidan los problemas laborales de los a?os setenta y ochenta que tuvieron su origen en argumentos de ese tipo. El gui¨®n de esta historia es, como se ve, sencillo, l¨®gico y lineal. ?Por qu¨¦ entonces tanto ruido y cr¨ªtica? Quiz¨¢ la acusaci¨®n m¨¢s sensata ha sido que la revisi¨®n de las pensiones no se puede hacer en un clima de subasta electoral y que, por el contrario, deber¨ªa estar inmunizada de querellas partidistas y territoriales. Pero este es un deseo irreal. La funci¨®n de la pol¨ªtica es, esencialmente, la de articular la redistribuci¨®n y la solidaridad en una sociedad. Y los periodos electorales es donde con mayor intensidad se producen enfrentamientos entre las diferentes concepciones pol¨ªticas rivales sobre esa cuesti¨®n. Quiz¨¢ muchos de los temores se deben a que se est¨¢ confundiendo el sistema de pensiones contributivas de la Seguridad Social -financiadas con cargo a las cotizaciones que pagan los trabajadores y las empresas- con el de las no contributivas y asistenciales. La iniciativa de Chaves y Pujol tiene que ver con las segundas. Sin embargo, al llamarle pensiones a unas y otras se genera confusi¨®n y temores infundados. Una medida clarificadora ser¨ªa cambiar el nombre de las pensiones no contributivas y asistenciales por el de rentas de solidaridad o nombre similar. Pero este cambio nominativo no es socialmente neutro y no estoy seguro de que se acepte f¨¢cilmente. En cualquier caso, es necesario proceder a la revisi¨®n de unas y otras. Y esa revisi¨®n debe responder a criterios de solidaridad, racionalidad econ¨®mica y separaci¨®n entre ambos sistemas. Las pensiones contributivas deben estar relacionadas con la contribuci¨®n que cada trabajador haya hecho a lo largo de su vida laboral. A la vez, las rentas de solidaridad tienen que guardar una relaci¨®n racional con las pensiones m¨ªnimas contributivas. No ser¨ªa l¨®gico que una persona que no haya cotizado nunca al sistema p¨²blico de pensiones llegase a cobrar una renta mayor que la que s¨ª ha cotizado. Esa es la tarea pendiente. La virtud que le veo a la tan criticada iniciativa del presidente andaluz es que ha introducido el problema de la solidaridad y de la necesaria revisi¨®n de las pensiones en la agenda de las cuestiones p¨²blicas. Este es un resultado inesperado, pero ya se sabe que no hay mal que por bien no venga.
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