"Por favor, no nos dejen", gritaban los timorenses ante la salida del personal de Naciones Unidas
La misi¨®n de Naciones Unidas para Timor Oriental (UNAMET) evacu¨® ayer la mayor parte de su personal de Dili. Se trata del d¨ªa m¨¢s triste para los que se quedan y para un grupo de observadores que comenz¨® un proceso destinado a realizar un refer¨¦ndum sobre la independencia de Timor. El personal de UNAMET, con el semblante serio y triste, abandon¨® la sede. Dicen que lo que m¨¢s les preocupa es la suerte de los mil timorenses refugiados en la misi¨®n tras huir de las calles de una ciudad repleta de basura de guerra; parecen las arterias de una ciudad arrasada por la milicias proindonesias.
A las cinco de la madrugada ya hab¨ªa gente ba?ada en l¨¢grimas en la sede de UNAMET, en Dili: timorenses y funcionarios extranjeros del equipo de Naciones Unidas. Fue un d¨ªa de intensas emociones; de largas despedidas y de frases cortas. Muchos de los refugiados que all¨ª se esconden del horror que se vive en el pa¨ªs no dorm¨ªan cuando los primeros camiones de los militares indonesios comenzaron a llegar a las puertas de la sede. Eran las cinco y media de la madrugada. Se trataba de soldados destinados a conducir la evacuaci¨®n de cerca de 400 miembros del equipo de Naciones Unidas que organiz¨®, inspeccion¨® y vigil¨® la consulta sobre la independencia. El silencio era aterrador. Nadie deseaba partir: ni los timorenses miembros del equipo de Naciones Unidas ni los funcionarios extranjeros ni los miembros de la polic¨ªa internacional. De repente, ese silencio se fue quebrando. Los hombres de Naciones Unidas, embargados por una intensa emoci¨®n, comenzaron a pronunciar a gritos nombres de gente. Decenas de personas se acercaron a ellos y comenzaron un extra?o ritual de abrazos, besos, l¨¢grimas y promesas de volver.
La partida de la caravana de camiones del Ej¨¦rcito indonesio comenz¨® despu¨¦s de las once y media. Los timorenses, esos mismos que se hab¨ªan abalanzado sobre sus cuellos poco antes, se quedaron paralizados por la visi¨®n; estaban como inertes. Asist¨ªan con estupor al espect¨¢culo de una retirada que les dejaba un poco m¨¢s solos.
Una a una comenzaron a brotar algunas voces. Hablaban de las mismas cosas de las que se ha estando hablando todos estos d¨ªas: "Todos vamos a morir", "por favor, no nos dejen aqu¨ª", "no nos abandonen", dec¨ªan. Se form¨® un cord¨®n humano. En el medio marchaban los 400; a los lados, los que se quedaban. A cada cami¨®n subieron en grupos de 40 personas.
Uno de los esl¨®ganes m¨¢s c¨¦lebres acu?ados por Naciones Unidas en Dili durante la campa?a de informaci¨®n del refer¨¦ndum en Timor Oriental se manten¨ªa erguido como un desaf¨ªo: "UNAMET va a permanecer en Timor despu¨¦s de la consulta".
Para no faltar a esa hermosa frase, permanecer¨¢n en la capital de Timor un equipo de 50 personas que debe hacer frente a una violencia incontrolada que arrasa todo el territorio. Muchos de ellos sostienen que la destrucci¨®n y el genocidio ser¨¢ total si no se produce pronto una intervenci¨®n internacional.
Ian Martin, jefe de la misi¨®n de la ONU en Timor Oriental, presenci¨® toda la evacuaci¨®n. ?l es, por ahora, uno de los que se quedan. "Estoy especialmente feliz de poder llevarnos al equipo local. Tambi¨¦n es muy importante destacar que en nuestra sede permanece un grupo de voluntarios que garantizar¨¢n su mantenimiento". M¨¢s tarde, Martin a?adi¨®: "Es un momento muy triste: ver partir a gentes que han trabajado tanto. Espero que descansen en Darwin [Australia] y que pronto est¨¦n de vuelta".
Los camiones que abandonaron la sede de UNAMET tuvieron que recorrer el paisaje desolador; el de una ciudad en guerra en la que apenas quedan calles sin un mueca de la violencia que se vive en Dili. Atr¨¢s, los casi mil refugiados timorenses que se quedaron en la sede protegidos por ese equipo de 50 voluntarios lloraban y gritaban: "?S¨¢lvennos!".
?P¨²blico
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