Jim¨¦nez y Olano deslumbran en la niebla
La etapa m¨¢s esperada no provoc¨® diferencias alarmantes y certific¨® que el l¨ªder es el hombre m¨¢s fuerte de la Vuelta
, El drama estuvo en la Cobertoria, no en el Angliru. La etapa m¨¢s anunciada, la cumbre m¨¢s publicitada, no fue escenario de una jornada diferente a tantas otras de monta?a. No fue una tarde especialmente ¨¦pica para la historia del ciclismo, no hubo diferencias que resulten diferentes de las que se producen en otras cumbres, no se apreciaba en la cara de los corredores gestos de agotamiento que no se hayan visto antes tantas y tantas veces. No hubo desfallecimientos al cruzar la meta, nada del otro espect¨¢culo que esperaba la gente, digamoslo as¨ª. Si acaso, gestos de dolor por las infinitas ca¨ªdas en el infame descenso de la Cobertoria. De su estreno para el calendario ciclista quedar¨¢ en el recuerdo la victoria emocionante, en un sprint ca¨®tico que provoc¨® las iras de Tonkov, de Chava Jim¨¦nez. Qui¨¦n sino ¨¦l, que parece tener una alianza con el destino, pod¨ªa ser el ganador. Fue, curiosamente, su primera victoria de la temporada, s¨ª, en el sitio donde pod¨ªa ser m¨¢s sonada. As¨ª es el Chava. Pero el destino tambi¨¦n obr¨® con iron¨ªa, porque el corredor m¨¢s beneficiado de la jornada, aquel que obtuvo la verdadera renta de la contabilidad final de la subida, fue nada menos que Abraham Olano, el presunto perjudicado en los pron¨®sticos que anunciaban su finiquito. Olano cruz¨® la meta del Angliru m¨¢s l¨ªder de la Vuelta si cabe, casi un minuto por delante de Ullrich, razonablemente distanciado de los mejores escaladores. No hay un antes y un despu¨¦s del Angliru: la Vuelta se jugar¨¢ en los Pirineos. Como tantas y tantas veces. La ¨¦pica no la decide el organizador, no es bueno que en las haza?as intervenga la mano del hombre que dise?a las carreras desde un despacho. Puesta sobre el terreno una etapa de monta?a, son los ciclistas quienes deciden qu¨¦ tipo de combate va a producirse, y es desde el cielo desde donde se introducen las principales reglas del juego, si elige el destino un calor de justicia, una tormenta en toda regla, si aparece la niebla, el fr¨ªo o la nieve. Ayer, una llovizna y la niebla propia del lugar establecieron las condiciones que determinaron muchos acontecimientos de la etapa. Y eligi¨® el peligroso descenso de la Cobertoria para hacer la primera gran selecci¨®n de la carrera. Tanto fue as¨ª, que Fernando Escart¨ªn dio con sus huesos en un quitamiedos y tuvo que ser trasladado a un hospital. Tanto, que hombres como Beltr¨¢n, Blanco o Piepoli no pudieron estar en el primer grupo, bien porque cayeron al suelo (hasta tres veces lo hizo el italiano), bien por la debida prudencia. Tambi¨¦n en el pen¨²ltimo puerto, el del Cordal, Olano dio con la cuneta y hubo de emplearse a fondo para conectar con la cabeza de carrera. Su remontada dej¨® boquiabiertos a sus rivales porque nadie esperaba algo as¨ª de un hombre con malas referencias en la monta?a a lo largo de los cuatro ¨²ltimos a?os.
Desbarajuste
Al Angliru lleg¨® la carrera medianamente definida. En el grupo principal, cinco corredores reconocibles, Tonkov, Heras, Chava Jim¨¦nez, Rubiera y Ullrich, que persegu¨ªan al ruso Ivanov, escapado tiempo atr¨¢s y ya en el l¨ªmite de sus energ¨ªas. Detr¨¢s, Olano en actitud de caza, acompa?ado brevemente por Casero, Rebellin y Zarrabeitia. A continuaci¨®n, a diferencias dif¨ªciles de precisar por las condiciones del tiempo, una ristra de supervivientes de los destrozos de la Cobertoria. Se supon¨ªa la presencia de Beltr¨¢n, de Piepoli, de Blanco apenas se sab¨ªa algo, no era una novedad cierta sensaci¨®n de desbarajuste propio de las jornadas monta?osas en las que no acompa?a el tiempo. As¨ª llegaron al Angliru. Las rampas esperaban. Hab¨ªa que verlo. Por fin.
Tonkov atac¨® de salida. Tom¨® un ritmo sostenido sin apenas levantar el culo del asiento. Nadie responde, esperan para m¨¢s tarde Heras y Jim¨¦nez, que se conocen el terreno porque lo han subido un par de veces. Olano se pone al mando de la caza y apunta buenas perspectivas. Tiene el aspecto de los campeones en sus grandes momentos, de los l¨ªderes a quienes acompa?an las fuerzas y son capaces de estar por encima de los dem¨¢s o de cualquier adversidad. ?Alguien se imaginaba a Olano remontando en una monta?a como ¨¦sta?
La caza se produjo, ante el asombro del propio Ullrich, que hac¨ªa sus cuentas particulares. Le bastaba con ese ritmo y con esos compa?eros de viaje para hacerse con el liderato. No ten¨ªa que mover un dedo. Cuando se le puso detr¨¢s Olano, sus cuentas empezaron a fallar.
La llegada de Olano provoc¨® la acci¨®n de Heras, convertido desde hac¨ªa una hora en el ¨²nico l¨ªder posible del equipo Kelme, que se hab¨ªa quedado sin arsenal a fuerza de sufrir ca¨ªdas en los descensos. Y con Heras se fue el Chava, para sorpresa de su propio director, Eusebio Unzue. Porque Jim¨¦nez no se hab¨ªa sentido bien en el puerto anterior, no parec¨ªa tener buenas sensaciones. Est¨¢ claro que Jim¨¦nez se mueve por inspiraci¨®n: si no, es imposible entender su estilo.
Tonkov delante, Heras con Jim¨¦nez, Ullrich con Olano. Nada fuera de gui¨®n salvo la presencia del l¨ªder. Las rampas, por terribles que fueran, no provocaban ninguna sensaci¨®n extraordinaria. Circulaban como lo pod¨ªan hacer en cualquier otro gran puerto; la diferencia estaba en que iban m¨¢s lentos, porque la diferencia la pon¨ªa la tecnolog¨ªa: en lugar de subir con un 21 o un 23, sub¨ªan con un 28 o con un 26; en lugar de dos platos, alguno se ayudaba de tres. La dureza de las cuestas imped¨ªa, de alguna manera, mayor margen de maniobra. No era posible romper con ataques, hecho que limitaba el espect¨¢culo.
Y el espect¨¢culo lo pusieron Jim¨¦nez y Olano. Olano, cuando aprovech¨® la presencia de Beltr¨¢n para soltarse de Ullrich. Fue un momento inesperado, en ese sentido incre¨ªble. Olano luchaba contra la gravedad y parec¨ªa tener suficiente castigo con aguantar la rueda del alem¨¢n. Pero verle en una acci¨®n ofensiva provoc¨® un sobresalto que sorprendi¨® al mismo Beltr¨¢n, atrapado en una situaci¨®n muy delicada: Beltr¨¢n [cuyo fichaje por el ONCE se anunci¨® al terminar la etapa, informa Europa Press] parec¨ªa estar colaborando con Olano, pero no le estaba sosteniendo como otras veces, sino conduciendo a la persecuci¨®n de otros. Beltr¨¢n tuvo que parar, que esperar a otro momento para soltar de su rueda a su antiguo compa?ero.
Pura inspiraci¨®n
Quedaba el Chava. ?Qu¨¦ se le pod¨ªa ocurrir al Chava en esos momentos? ?Qu¨¦ deb¨ªa pasar por su cabeza? "Cuando veo la victoria doy m¨¢s de lo que tengo", dice a menudo. Chava es pura inspiraci¨®n. No tiene reglas. Act¨²a sin gui¨®n. Amarrado a la rueda de Heras, ofrec¨ªa esa imagen contradictoria que no deja de sorprender: el m¨¢s pesado de los escaladores se levantaba ligero, parec¨ªa moverse con alegr¨ªa, como si se tratara de un puerto cualquiera. De pronto ataca a Heras. Se va con facilidad. ?Da un hachazo donde parec¨ªa imposible una acci¨®n semejante! El Chava se va porque se lo pide el cuerpo, porque quiere ganar segundos, porque quiere irse solo. No, no. El Chava se va por la victoria, no importa que Tonkov vaya delante a su ritmo sostenido, sin perder la calma, paciente, constante, serio. Se va por la victoria por imposible que parezca, que Tonkov no da ni la m¨¢s m¨ªnima muestra de debilidad. Chava se marcha alegre en las rampas que anunciaban la tortura. Mueve la bicicleta, se menea todo ¨¦l, sin un gesto de dolor, sin muecas de sufrimiento. Sube, sube y sube. Pedalea. Corre donde esperaban verle parado luchando por sostenerse. Decidido. No puede cazar a Tonkov, es una pena, ha llegado tarde, no es posible: no hay cambios de velocidad posibles en el Angliru. Chava, has llegado tarde. Es una pena. No cazar¨¢s a Tonkov.
Chava sigue. ?Qui¨¦n lo para cuando se inspira!
Y sigue.
Y sigue.
Y Tonkov aparece a su vista. Y adelanta a un coche casi por la cuneta. Y al veh¨ªculo del Mapei. No debe estar muy lejos Tonkov. ?Qu¨¦ pena! ?Pena? ?Si ah¨ª est¨¢ Tonkov! ?Si lo caza! ?Vaya si lo caza!
Chava sabe que el Angliru es suyo y no hay m¨¢s que hablar. Nadie puede con Chava. Se pone detr¨¢s de Tonkov, ya en el breve descenso que conduce a la meta, pero enseguida toma la delantera, mal asunto para jug¨¢rselo al sprint, ?un sprint en el Angliru! No fue mal asunto, no. Chava intuy¨® las complicaciones de la llegada, sorteando motos y coches. Se puso delante porque era la mejor manera de asegurarse la victoria. Tonkov no pudo intentar el sprint. La etapa era del Chava. ?Desde cu¨¢ndo sab¨ªa que era su etapa?
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