Timor: cada temporada, un genocidio
Apenas est¨¢ regresando la mayor¨ªa de las vacaciones estivales, y vuelven a inundarse las playas, las ondas y los peri¨®dicos del nuevo genocidio planificado, que nos sobrecoge y agota, sin tiempo casi de recuperarnos del horror de Kosovo. Todav¨ªa calientes muchas plumas que expresaron su indignaci¨®n ante aquel genocidio y otras que, con razones pero desatinadas y revestidas de una supuesta sensatez biliosa, prefirieron calentarse ante la intervenci¨®n de la OTAN. Escribo sacudido por el terror desatado contra la mayor¨ªa de la poblaci¨®n timorense. Avergonzado una vez m¨¢s ante la impotencia aparente de la comunidad internacional para haberlo prevenido (cuando una vez m¨¢s era previsible) o detenido, una vez iniciado. Indignado porque preveo una fase de diplomacia tan hiperactiva como in¨²til, mientras los hechos condenan a la muerte, destrucci¨®n, al miedo o al exilio a todo un pueblo. Asqueado ante tanto cinismo que se repite a cada crisis. Y en fin, profundamente dolido ante la confusi¨®n general respecto a qu¨¦ hacer en estos casos y c¨®mo lograr pasar de siglo sin nuevos genocidios, con m¨²ltiples culpables y c¨®mplices por activa o pasiva. Pero decidido a no ser uno de ellos.
Y harto tambi¨¦n de que se reanude el debate sobre el derecho de intervenci¨®n y el papel de los unos y las otras, ¨²nicamente a golpe de emoci¨®n y de sangre inocente, cada vez que el horror se ense?orea de las noticias, provocando reacciones previsibles en funci¨®n del caso que nos ocupa y de las simpat¨ªas o antipat¨ªas que algunos sienten por v¨ªctimas o verdugos. Que demasiados analistas, pol¨ªticos o ciudadanos modifiquen su posici¨®n respecto al uso de la fuerza en funci¨®n del color (pol¨ªtico, ¨¦tnico o religioso) atribuido a las v¨ªctimas, a los criminales o a los que deber¨ªan intervenir para frenar las exacciones forma parte de las miserias seudoanal¨ªticas a las que una pereza mental, una falta de honestidad intelectual y un conjunto de hu¨¦rfanos de la guerra fr¨ªa nos empiezan a tener acostumbrados.
Leo el art¨ªculo y comparto la indignaci¨®n y el dolor de Saramago: Si no se salva Timor no nos salvaremos nosotros, publicado en este mismo diario el d¨ªa 8 de septiembre. Y perd¨®nenme que recuerde uno m¨ªo de 1993: Defend¨¢monos en Bosnia. He publicado desde entonces 32 art¨ªculos, s¨®lo en este peri¨®dico, en relaci¨®n con los sucesivos genocidios que han sembrado el planeta de cad¨¢veres e indignidad, tomando claro partido a favor de la regulaci¨®n del derecho de intervenci¨®n (que es algo m¨¢s que la siempre malinterpretada injerencia humanitaria). Y me mostr¨¦ cr¨ªtica (era demasiado tarde) pero decididamente partidario de intervenir en Kosovo. Y tambi¨¦n yo, amigo Saramago, querido maestro de las letras y de la dignidad, me sent¨ª impotente y solo, dram¨¢ticamente solo, entre y ante las ruinas de Bosnia. Dijimos entonces que "Europa renace o muere en Sarajevo", y por arte de la diplomacia americana no pas¨® ni lo uno ni lo otro. Dem¨®cratas y genocidas hicimos tablas. Y nos ganaron por la mano con Kosovo, ya entrenados en la limpieza ¨¦tnica y sabedores de nuestra incapacidad de prevenci¨®n y reacci¨®n oportunas.
Y yo, querid¨ªsimo Jos¨¦, me indigno, seguro que como t¨², siempre. Y clamo siempre, con la fuerza que me da mi peque?a parcela medi¨¢tica, ciudadana y pol¨ªtica, a favor de avanzar con decisi¨®n en unas nuevas relaciones internacionales basadas en valores y principios ¨¦ticos, en organismos capaces de representarnos y defendernos, en una internacionalizaci¨®n real del derecho internacional en que intereses, claros u oscuros, no se antepongan siempre a los derechos y a la justicia. Ni siquiera el Derecho. Y a favor de la legitimaci¨®n de la ONU para intervenir, dotada de los recursos necesarios, en nombre ojal¨¢ de todos, de todas las conciencias, para evitar Bosnias, Ruandas, Kosovos y Timores. Y S¨¢haras. Y tantos desastres silenciados o permanentes que no han sido o han dejado de ser noticia.
Leo tambi¨¦n a Miguel ?ngel Bastenier, Injerencia en Timor (EL PA?S, 7 de agosto de 1999), donde resalta la curiosa asimetr¨ªa de los casos de Kosovo y Timor. Algunos llevamos a?os defendiendo el derecho a defender a poblaciones en peligro, en algunos casos desde el terreno y rodeados de barbudos. Y comprendemos los riesgos del nuevo intervencionismo, pero creemos que la inacci¨®n internacional ante cr¨ªmenes de la naturaleza de los que se cometen en Timor es ¨¦ticamente inaceptable y pol¨ªticamente suicida. No nos tragamos lo de los "asuntos internos" cuando ata?en a la conciencia universal. S¨ª. Claro que hay que avanzar y regular el derecho de intervenci¨®n para que no se utilice arbitrariamente por unos, abusivamente por otros, para que no esconda intereses lamentables. Claro que hay que definir qui¨¦n decide, cu¨¢ndo se debe, c¨®mo se hace, qui¨¦n lo hace, con qu¨¦ medios proporcionados a los hechos, caso por caso. Claro, Miguel ?ngel, que hay que juzgar por los resultados, no siempre alentadores, pero no siempre desastrosos, de los precedentes que tenemos. Por supuesto que todo es discutible. Pero estar¨¢s conmigo en que, en vez de refugiarnos en un fronterismo miope y obsoleto, deber¨ªamos poner las neuronas a trabajar junto al coraz¨®n para hacer avanzar el Derecho Internacional y reforzar, en vez de ayudar a anquilosar, los instrumentos capaces de enfrentar los retos de la humanidad (lo que no har¨¢ el mercado). En particular, ¨¦stas u otras Naciones Unidas reformadas.
Nos volver¨¢n a mostrar colas de refugiados que ayer eran colas de votantes. Tratar¨¢n de reducir a una cuenta corriente solidaria nuestra responsabilidad en este nuevo genocidio en marcha. Habr¨¢ merecidos telemaratones sobre Timor... aplacar¨¢n nuestra rabia y conciencia a golpe de ternuras tard¨ªas ante restos de humanos y cad¨¢veres que eran simplemente personas antes de la matanza y de nuestra verg¨¹enza.
La ONU, que deber¨ªa desplegar fuerzas militares y garantizar la seguridad de una poblaci¨®n que cometi¨® la tremenda osad¨ªa de votar masivamente, venciendo el miedo y en un 80% a favor de la independencia, se retira, como en Ruanda, cuando empieza el genocidio. Abandona a su desgracia a un pa¨ªs y un pueblo que confi¨® en Unamet. Recibo un e-mail de Josep Vargas, responsable de la Oficina Humanitaria de la Comisi¨®n Europea en la zona: "La deportaci¨®n de poblaci¨®n es masiva. Timor Este es ya una tierra arrasada de donde han arrancado una buena parte de pobres gentes que confiaron en las seguridades que ofreci¨® Unamet. Ahora se enuentran presos fuera de sus tierras, condenados tambi¨¦n a ser alojados en el rinc¨®n del olvido de la diplomacia internacional...".
Para evitar lo peor, Indonesia, su Gobierno y su Ej¨¦rcito, que son los responsables directos de los cr¨ªmenes, deben ser sancionados y presionados con todos los medios, o enfrentados si contin¨²an oponi¨¦ndose al despliegue de una fuerza internacional. Los genocidas deben ser juzgados, no basta con Pinochet.
Y esta vez, por favor, como no hay OTAN, disparad todos los argumentos a favor de la intervenci¨®n. Y continuemos el debate, honestamente, para avanzar juntos hacia un siglo diferente, que esperemos lo sea tambi¨¦n para los habitantes del planeta. Incluso para los que no son miembros de su consejo de administraci¨®n.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mendiluce es eurodiputado del Grupo Socialista.
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