Sobrevivir a la luz de 'La Farola'
Una jornada con los inmigrantes que venden el peri¨®dico de los 'sin techo'
A la una de la tarde, el sol pega fuerte en la rotonda de la plaza del Cardenal Cisneros. El aire est¨¢ cargado de los gases contaminantes del tr¨¢fico que pasa por el t¨²nel de la autov¨ªa, bajo la plaza. Ese punto es el lugar de trabajo de la rumana Mar¨ªa Vassili y parte de su familia, que viven en el campamento que las instituciones han montado en el camino de San Roque. Ocupan los sem¨¢foros de las calles que entran a la rotonda, aprovech¨¢ndose de la involuntaria espera de los autom¨®viles, para venderles el peri¨®dico La Farola, pedir limosna o limpiar los parabrisas a cambio de algunas pesetillas.Mar¨ªa, de 17 a?os, vende La Farola hace algunos meses. "No tengo otro trabajo", cuenta, "y con la venta del peri¨®dico puedo comprar comida para mi esposo y mi hijo". En abril, Mar¨ªa, una mujer baja y delgada, dio a luz a su primer ni?o. Hoy, mientras ella se ocupa de ganar lo m¨¢s necesario en los sem¨¢foros de Madrid, el beb¨¦ est¨¢ cuidado por una hermana. Mar¨ªa no puede vender La Farola acmpa?ada por su hijo porque lo proh¨ªben las normas impuestas por los promotores del peri¨®dico. Los menores tampoco pueden vender el ejemplar.
La Farola, el peri¨®dico de los sin techo y sin empleo, que cuesta 200 pesetas, fue fundado en 1996 por el franc¨¦s Georges Mathis. Un a?o despu¨¦s ya vendi¨® 3,5 millones de ejemplares en Espa?a. La fundaci¨®n de Mathis recibe 50 pesetas, mientras que el vendedor se queda con 150. En 1997, Mathis fue denunciado por dos ex trabajadores por supuesta estafa y publicidad enga?osa. Sin embargo, la revista constituye hoy en d¨ªa el ¨²nico ingreso que miles de personas tienen para sobrevivir. "Vender La Farola es muy dif¨ªcil, a la gente no le gusta mucho", lamenta Mar¨ªa. Dice que gana entre 2.000 y 3.000 pesetas al d¨ªa. Otros rumanos aseguran que, como m¨¢ximo, se pueden ingresar al d¨ªa 5.000 pesetas con ese trabajo. La cantidad depende del lugar de la venta: "El problema es que todos los sitios buenos est¨¢n ya ocupados", explica Georgetta Georgi, rumana de 25 a?os, que, al contrario de los Vassilis, no consigui¨® entrar al campamento de San Roque, y ahora duerme a la intemperie junto a otros 130 compatriotas en las aceras del camino. Georgetta pretende alimentar a cuatro ni?os y a su esposo con la venta de La Farola. "Pero la gente dice que hay tantos rumanos que venden este peri¨®dico que no lo quieren comprar m¨¢s". En vez de adquirir peri¨®dicos que no leen, algunos madrile?os dan limosnas que suelen ser de cinco a veinte duros. Sin embargo, la mayor¨ªa ni compra ni da limosna, suele ignorar a los vendedores o reaccionar con movimientos negativos con la mano o la cabeza.
El crecimiento del n¨²mero de vendedores, y por ello de la competencia, ha complicado el trabajo. El n¨²mero de peri¨®dicos que cada persona consigue vender ha diminuido. La competencia comienza a perjudicar el clima entre las v¨ªctimas de la miseria. "Todos los vendedores rumanos son malos", asegura uno de los tradicionales vendedores espa?oles con rabia. La xenofobia tambi¨¦n avanza entre los que pretenden sobrevivir a la miseria.
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