Donde los genes pierden su casto nombre
En junio de 1860, el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, se escandaliz¨® hasta tal punto por el indignante parentesco que la teor¨ªa de Darwin parec¨ªa revelar entre el hombre y el mono que le solt¨® al evolucionista Thomas Huxley el siguiente dardo: "Y, d¨ªgame, se?or Huxley, ?usted desciende del mono por l¨ªnea paterna o materna?". Da escalofr¨ªos imaginar lo que hubiera pensado el pobre obispo de haber conocido el dato que acaba de obtener un equipo de Madrid: que el hombre comparte con las moscas y los gusanos el sistema gen¨¦tico para fabricar... el ano. Este descubrimiento, sin embargo, pone el broche a una misteriosa historia sobre el origen de la vida animal en la Tierra.
El descubrimiento publicado en un reciente n¨²mero de Nature (26 de agosto) por Eduardo Moreno y Gin¨¦s Morata, del Centro de Biolog¨ªa Molecular de Madrid, se puede resumir en dos frases: un gen llamado caudal dirige el desarrollo del segmento m¨¢s posterior de la mosca preferida de los genetistas, Drosophila melanogaster. Y el mismo gen dirige tambi¨¦n el desarrollo de las partes m¨¢s traseras y delicadas de cualquier animal: las ancas de rana, el rabo de toro, la cola del rat¨®n, el coxis y el ano del lector. Dignidad humana, divino tesoro.Para entender la relevancia del hallazgo, sin embargo, es preciso remontarse al origen de los tiempos. La Tierra se form¨® hace 4.500 millones de a?os, y durante la mayor parte de su existencia no alberg¨® m¨¢s que bacterias, protozoos y otros organismos muy simples. De pronto, hace 540 millones de a?os, la evoluci¨®n invent¨® todos los grandes planes de dise?o que construyen todos los animales que existen o han existido en el planeta: los gusanos, los insectos, los peces, los humanos y todo lo dem¨¢s. Los evolucionistas se refieren a esta extraordinaria manifestaci¨®n creativa como la explosi¨®n c¨¢mbrica, ya que la aparici¨®n de los animales en el registro f¨®sil marca el inicio de una era geol¨®gica conocida como C¨¢mbrico.
La causa de la explosi¨®n c¨¢mbrica es un misterio, pero es muy probable que est¨¦ ¨ªntimamente relacionada con la aparici¨®n del complejo Hox, una fila de una decena de genes bastante parecidos unos a otros, seguramente generados por la multiplicaci¨®n de un ¨²nico gen original.
El car¨¢cter esencial y primordial de esta fila de genes queda en evidencia por un hecho inapelable: todos los animales actuales poseen el complejo Hox, y en todos cumple id¨¦ntica funci¨®n: establecer en el animal un eje anteroposterior y definir sobre ¨¦l las distintas partes del cuerpo, desde la cabeza hasta la cola (o el ano, en el caso del obispo Wilberforce).
Cada gen del complejo Hox define una parte del cuerpo. Por ejemplo, uno de estos genes, llamado labial, define -tanto en la mosca como en el hombre- una parte de la cabeza. Otro, llamado Antenapedia, define una parte del tronco en ambos animales. Y el gen caudal descubierto ahora por el equipo de Morata especifica las partes m¨¢s posteriores de todos los animales.
Los genes del complejo Hox est¨¢n dispuestos en fila a lo largo del cromosoma, y su orden es el mismo que el de las partes del cuerpo que especifican: primero los genes que definen la cabeza, luego los del tronco, luego los del abdomen, etc¨¦tera. En unos u otros animales, los caprichos de la evoluci¨®n han roto la armon¨ªa original y, por ejemplo, el gen caudal aparece actualmente separado de los dem¨¢s en las especies que los cient¨ªficos suelen utilizar en el laboratorio. ?sta es una de las razones por las que caudal se hab¨ªa escapado hasta ahora de las pinzas anal¨ªticas de los genetistas. Encontrar esta aguja en el pajar del genoma ha requerido una buena dosis de ingenio, y una t¨¦cnica especial de b¨²squeda de genes interesantes ideada hace cuatro a?os en el laboratorio del propio Morata.
"Donde hay sequ¨ªa, hay que ingeni¨¢rselas para regar", dice Morata, genetista nacido en Rioja, un pueblo de Almer¨ªa cuyo r¨ªo no pasar¨¢ a la historia por la generosidad de su caudal. La definici¨®n del complejo Hox le debe mucho a su laboratorio, que public¨® en 1985 un trabajo esencial sobre la naturaleza de estos genes. Morata tuvo entonces serios problemas para convencer a la comunidad cient¨ªfica internacional de la exactitud de sus teor¨ªas, que contradec¨ªan al gur¨² de esa disciplina, el premio Nobel norteamericano Ed Lewis. Pero el tiempo ha dado la raz¨®n al almeriense.
Monstruos
Cuando uno de los genes del complejo Hox falla -o cuando un investigador lo destruye en el laboratorio-, toda una parte del cuerpo se transforma en otra distinta. Un min¨²sculo error en uno de los genes puede provocar que una mosca tenga cuatro alas en vez de dos, o que las v¨¦rtebras de un mam¨ªfero se transforman de dorsales en cervicales. Naturalmente, la gran mayor¨ªa de estas mutaciones tienen consecuencias desastrosas para la supervivencia del embri¨®n, y casi ninguno de estos monstruos llega a nacer.En 1860, Huxley reaccion¨® con rapidez y le respondi¨® al obispo Wilberforce: "A m¨ª, descender del mono me da menos verg¨¹enza que ser pariente de quien pone su elocuencia al servicio de la falsedad". Ya que compartimos nuestro ano con las moscas, tendremos que usar la cabeza para averiguar en qu¨¦ nos distinguimos de ellas.
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