Pensar con la m¨¦dula ¨®sea
Un virus es una part¨ªcula de materia viva. Una idea es una part¨ªcula de inteligencia. Ambas part¨ªculas tienen que ver con el cambio. Los virus vagan err¨¢ticos entre c¨¦lulas vivas, pero s¨®lo trascienden en su interior, donde se replican. Las ideas divagan entre una mente y otra, pero s¨®lo trascienden en su interior donde quiz¨¢ colisionen con otras. Un virus puede insertarse en la identidad de una c¨¦lula e introducir as¨ª innovaciones. Una idea puede instalarse en una mente y producir all¨ª nuevo conocimiento. La actividad de los virus es decisiva para el curso de la evoluci¨®n biol¨®gica y el trasiego de las ideas para la historia del conocimiento.Los virus no buscan las c¨¦lulas, ni las c¨¦lulas buscan a los virus; s¨®lo chocan. Un aumento de la poblaci¨®n de virus en el entorno de una c¨¦lula significa, para bien o para mal, un aumento de la probabilidad de encuentro. La materia viva se defiende contra cualquier novedad extra?a. La inteligencia en cambio, aunque tambi¨¦n puede recibir el impacto de una idea perdida, sale, expresamente, a la busca y captura de ideas nuevas. La materia viva es conservadora y la materia inteligente es revolucionaria.
Curiosa y parad¨®jicamente, el sistema inmunitario es una especie de inteligencia de la materia viva no inteligente. Aprende y acumula experiencias. Cualquier cambio es bienvenido con tal de que sirva para que nada cambie. Es la revoluci¨®n al servicio de la conservaci¨®n. Uno de los grandes ¨¦xitos humanos (?como materia viva!) se explica por la brillante carrera de su sistema inmunitario. No se puede decir lo mismo de la inteligencia mental. Un mecanismo dedicado a rechazar las ideas nuevas y a defender las que ya est¨¢n instaladas, conduce sin remedio a la par¨¢lisis del conocimiento. Uno de los grandes fracasos humanos (?como materia inteligente!) radica en la miserable fortuna de algunos de tales sistemas inmunitarios para ideas. Elementos en principio gloriosos como tradici¨®n, fe o revelaci¨®n, esconden un afilad¨ªsimo segundo filo con el que seccionar cualquier novedad que suponga un riesgo para la identidad vigente, sea ¨¦sta del individuo, la familia, la tribu, el club, la ciudad, la patria... es el, digamos, pensamiento inmunitario.
Pensar con la m¨¦dula es reducir la actividad de la revolucionaria materia inteligente a la de la conservadora materia simplemente viva. Para pensar con la m¨¦dula no hace falta la delicada y compleja estructura del cerebro. El mayor enemigo del cerebro es el aburrimiento y el del aburrimiento la ausencia de cambio. El mundo de las ideas es lib¨¦rrimo (por definici¨®n: no se puede pinchar una mente ajena como si fuera un tel¨¦fono). La historia de la humanidad est¨¢ trufada de infecciones masivas producidas por ideas que se han hecho inmunes a s¨ª mismas. He aqu¨ª tres modestos consejos para torcer, de una vez por todas, el curso de la civilizaci¨®n:
1. Si nada m¨¢s empezar una reuni¨®n de m¨¢s de diez personas, todav¨ªa no ha sonreido nadie, toma nota visual de la puerta de la sala. La cr¨ªtica va a ser dif¨ªcil.
2. Si al poco rato te das cuenta de que las ideas centrales del discurso son inmunes a la realidad, ocurra lo que ocurra en la realidad, entonces desl¨ªzate suavemente hacia la salida. La cr¨ªtica es imposible.
3. Si entonces alguien te intercepta y te susurra que "genios ancestrales, cuya memoria no vamos a ofender ahora, hace ya tiempo que han pensado todo lo pensable..." aprieta el paso. No cuentan contigo.
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