La actividad pol¨ªtica y Ortega
En esta ¨¦poca proliferan los libros nuevos, muchos en busca de m¨²ltiples premios literarios, y tambi¨¦n nos persiguen a diario numerosas informaciones de todo tipo y sobre todo tema a trav¨¦s de una gran variedad de medios, desde la prensa tradicional hasta el menos tradicional Internet. Parece por ello buen momento para buscar refugio en obras de viejos autores, de autores perennes que nos permitan mantener nuestro v¨ªnculo con el pasado, con nuestras ra¨ªces. Y quiz¨¢ tambi¨¦n para comprender mejor nuestro presente.Desde hace alg¨²n tiempo me hallo haciendo precisamente esto. Pero mi actitud no s¨®lo se debe al inter¨¦s de combinar el presente con el pasado. Tambi¨¦n me ha impulsado hacia la literatura de ayer la lectura diaria de los peri¨®dicos, y en particular su cobertura de temas pol¨ªticos. Las noticias que en este terreno han diseminado recientemente la prensa y otros medios de comunicaci¨®n me han inducido a desenterrar entre el c¨²mulo de mis documentos un ensayo de Ortega y Gasset que, a pesar de haber sido publicado hace m¨¢s de setenta a?os, exhibe una remarcable dosis de actualidad. Pero es m¨¢s notable a¨²n por la lecci¨®n magistral que contiene sobre lo que es un pol¨ªtico.
El ensayo al que me refiero es "Mirabeau o el pol¨ªtico" (Revista de Occidente, Madrid, 1927), de cuya lectura nos beneficiar¨ªamos todos hoy en d¨ªa. Yo lo acabo de releer, y al paso de sus p¨¢ginas record¨¦ con vividez la impresi¨®n que me caus¨® a?os ha, y d¨¦cadas m¨¢s tarde me alegra tener esta oportunidad de saborear de nuevo, con calma y fruici¨®n, su contenido. Pero el mayor impacto de esta relectura, y de ah¨ª este art¨ªculo, ha sido comprobar que este ensayo de Ortega, rebosante de ideas profundas y a la vez claras sobre lo que de verdad es la pol¨ªtica y el pol¨ªtico, podr¨ªa haber sido escrito hoy en d¨ªa. Es m¨¢s, deber¨ªa ser lectura obligada para todos aquellos que se interesan en la evoluci¨®n pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs (o de otros).
Tomando la figura de Mirabeau (1749-1791) como modelo, Ortega utiliza los talentos y cualidades de este conocido personaje para describir el arquetipo del pol¨ªtico. Y lo hace con tres observaciones cr¨ªticas: un arquetipo (lo que es) no debe confundirse con un ideal (lo que debe ser); un pol¨ªtico (el que se ocupa) no es un intelectual (el que se preocupa); y un ser magn¨¢nimo (con una misi¨®n creadora) difiere radicalmente de un ser pusil¨¢nime (sin misi¨®n alguna).
La confusi¨®n del arquetipo con el ideal nos lleva a pensar que el pol¨ªtico, adem¨¢s de buen estadista, debe de ser una persona virtuosa y buena. Tal pensamiento, dice Ortega, ser¨ªa equivalente al de "la mujer que se casa con un artista porque es artista, y luego se queja porque no se comporta como un jefe de negociado". Como veremos, los grandes pol¨ªticos vienen con sus propios defectos. Tampoco se puede confundir al pol¨ªtico con un intelectual; a este mundo se viene "para hacer pol¨ªtica o se viene para hacer definiciones", pero no ambas. Es m¨¢s, "la pol¨ªtica es clara en lo que hace, en lo que logra, y es contradictoria cuando se la define". Y se incurre asimismo en error cuando se intenta amalgamar los atributos del magn¨¢nimo con los del pusil¨¢nime. Las virtudes convencionales (honradez, veracidad, escr¨²pulos) no son t¨ªpicas del pol¨ªtico. ?ste suele ser propenso, en contraste, a ciertos vicios (desverg¨¹enza, mendacidad, venalidad). En este contexto, Ortega es categ¨®rico al afirmar que no se debe medir al grande hombre pol¨ªtico por el baremo de la mediocridad. La grandeza, inevitablemente, viene acompa?ada de sus propias peque?eces.
Ortega ve a Mirabeau como una persona venal, mendaz, inverecunda, poco escrupulosa. Pero esto no le impide considerarlo como uno de los grandes pol¨ªticos de todos los tiempos. Percibe en ¨¦l todos los atributos de tal grandeza: impulsividad y activismo. Y a ellos a?ade la chispa del genio: visi¨®n pol¨ªtica certera y clara; su intuici¨®n, y habilidad, es unir contrarios, lo cual requiere talento tanto para impulsar como para contener; y su perspectiva pol¨ªtica central es hacer del Estado un instrumento al servicio de la naci¨®n. Veamos ahora c¨®mo todas estas ideas encajan en la escena pol¨ªtica actual. Y hag¨¢moslo partiendo de los tres atributos de Mirabeau: visi¨®n pol¨ªtica certera ("el s¨ªntoma que distingue al pol¨ªtico del vulgar... gobernante"); capacidad de unir intereses contrarios, y concepci¨®n del Estado como servidor de la naci¨®n.
La ¨¦poca en que vivimos carece, creo yo, de una visi¨®n pol¨ªtica clara, a juzgar por el frecuente recurso que se hace a etiquetas como "pensamiento ¨²nico" y "tercera v¨ªa". En la medida que antepone lo econ¨®mico a lo pol¨ªtico, el llamado pensamiento ¨²nico desvirt¨²a tanto la pol¨ªtica como la econom¨ªa; son estas dos materias tan ¨ªntimamente entrelazadas que se requiere gran intuici¨®n; en otras palabras, se precisa arte para actuar (el campo del pol¨ªtico) en y sobre ellas. Por su parte, el concepto de tercera v¨ªa brilla por su imprecisi¨®n, una imprecisi¨®n que demuestra incapacidad de hallar una combinaci¨®n de Estado y mercado adecuada a nuestro momento hist¨®rico nacional. Hay que reconocer que dicha combinaci¨®n es m¨²ltiple y que var¨ªa tanto en el tiempo como entre sociedades, lo cual hace su identificaci¨®n un dif¨ªcil desaf¨ªo. Pero tales desaf¨ªos abundan en la vida pol¨ªtica y para enfrentarlos se requieren grandes hombres de la pol¨ªtica. ?D¨®nde est¨¢n?
Veamos si podemos distinguirlos por la habilidad de unir intereses contrarios. Desafortunadamente, ¨¦ste tampoco parece ser un talento que aparezca en gran cantidad en el mundo pol¨ªtico actual. Al contrario, el debate pol¨ªtico parece totalmente dominado, hipnotizado se podr¨ªa decir, por perspectivas e intereses electoralistas. Numerosos son los argumentos e iniciativas que en su af¨¢n electoral parecen destinados no a unir, sino a dividir la naci¨®n, a minar su cohesi¨®n.
Poca duda cabe de que, en los momentos actuales, la visi¨®n pol¨ªtica y la habilidad unificadora escasean. ?Hay por lo menos consciencia de la obligaci¨®n del Estado de servir a la naci¨®n? En lo que concierne a discursos pol¨ªticos, claro que s¨ª. La respuesta es mucho menos clara en lo que se refiere a las actuaciones pol¨ªticas. Muchas de ellas dejan vislumbrar la obtenci¨®n de votos como su objetivo primordial, como un fin en s¨ª que transciende del inter¨¦s nacional. Los temas se enfocan frecuentemente desde un ¨¢ngulo partidista, lo que en lugar de unir, separa, y m¨¢s que servir a la naci¨®n, sirven al pol¨ªtico. Menos mal que lo que tiene que hacer el Estado en la Espa?a de hoy es poco. Esto bien puede ser consecuencia de una transici¨®n excelentemente hecha, una transici¨®n que combin¨® una visi¨®n pol¨ªtica clara con una uni¨®n de intereses sociales y estatales para el establecimiento de un r¨¦gimen democr¨¢tico. Hoy, la sociedad espa?ola funciona por s¨ª sola, de modo que la interferencia del Estado sobre ella puede reducirse al m¨ªnimo. Este gran logro de nuestra naci¨®n nos salvaguarda de la ausencia de grandes pol¨ªticos. O quiz¨¢ la explique. Que opine el lector.
Manuel Guiti¨¢n es economista.
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