Apocalipsis, pero menos
Cuando todav¨ªa hay quien se equivoca y dice "sovi¨¦ticos" en vez de "rusos", resulta evidente que muchos de los an¨¢lisis sobre esa superpotencia est¨¢n basados en prejuicios heredados de la guerra fr¨ªa. Otras im¨¢genes de Rusia tienden simplemente al reduccionismo. Resulta desconcertante ver c¨®mo a muchos comentaristas se les llena la boca con el t¨¦rmino "mafia rusa", como si todo fuera un juego de polic¨ªas y ladrones. Es obvio que en Rusia existen potentes capos en la mejor tradici¨®n de la Mafia siciliana, incluso algunos instalados en altos c¨ªrculos del poder. Pero resulta m¨¢s aventurado encuadrar en esa categor¨ªa a empresarios y financieros por el mero hecho de que recurran a estrategias m¨¢s agresivas que sus colegas occidentales, aunque hayan aprendido de ellos.El fen¨®meno ruso es en buena medida un problema de proporciones. La Federaci¨®n es una colecci¨®n de pa¨ªses y un subcontinente. L¨®gicamente, las mordidas, fraudes o evasiones son descomunales. Pero mucho de lo que est¨¢ ocurriendo lo hemos visto ya en los pa¨ªses del Este, s¨®lo que a una escala mucho menor. Y recordemos que la Mafia italiana tiene una oportunidad de oro para expandirse por el espacio Schengen y por el vac¨ªo legal que existe en algunos pa¨ªses de la UE para luchar contra este tipo de instituciones delictivas. De ese tremendo agujero no se habla en la prensa occidental, y por tanto, no existe.
Desde Occidente y en la misma Rusia nos manejamos con d¨¦ficit conceptuales e interpretativos de grandes proporciones. ?Podemos decir como si tal cosa que la sociedad rusa se est¨¢ mafiotizando? Si todo un tejido social como el ruso est¨¢ incurriendo en un delito colectivo de tal categor¨ªa, quiz¨¢ tendr¨ªamos que revisar la definici¨®n que damos al t¨¦rmino mafia. Hay que recordar una y otra vez que no existe un precedente hist¨®rico en la transici¨®n de un sistema econ¨®mico y un r¨¦gimen socialista a otro capitalista, y menos a una escala como la rusa. Tampoco hemos de olvidar que, a pesar de todo, en Rusia existen ya 2.700.000 empresas privadas legalmente registradas. El mismo FMI, que pronostic¨® una dura contracci¨®n del PNB a comienzos de a?o, sugiere ahora que la econom¨ªa podr¨ªa crecer todav¨ªa un 2% en 1999. Por otra parte, los inversores extranjeros, que ya sab¨ªan a lo que se expon¨ªan, tampoco se han llevado las manos a la cabeza con los recientes esc¨¢ndalos. De hecho, andan m¨¢s preocupados con los efectos del error Y2K en los ordenadores rusos a partir del 2000. En muchas partes de Rusia puede verse ya el nacimiento de una incipiente clase media, y en Mosc¨² la miseria no es ni mucho menos tan llamativa como a?os atr¨¢s. Es evidente que comienza a vivirse mejor.
La misma confusi¨®n conceptual aqueja a la idea que tenemos de los partidos rusos, tan ajenos a los modelos europeos, pero que no quedan tan lejos de los colorados, ortodoxos, apristas o peronistas de Am¨¦rica Latina. Y algo parecido ocurre con las ya cl¨¢sicas interpretaciones de las jugadas pol¨ªticas de Yeltsin en base a su alcoholismo o chaladuras de corte zarista. Por supuesto que el presidente ruso est¨¢ acabado. Pero existe un juego pol¨ªtico con unas reglas y actores reconocibles, y ya resultan un poco anacr¨®nicos los clich¨¦s exoticistas sobre los misterios del Kremlin y las originalidades cong¨¦nitas a la rusa. En Mosc¨² se est¨¢ librando una batalla entre dos tendencias. Primero, la de los pol¨ªticos reformistas y prooccidentales, m¨¢s cerca de Yeltsin. Al otro lado, los estatalistas y partidarios de soluciones m¨¢s aut¨®ctonas y limitadas, que algunos analistas denominan "gorbachovianos". Desde el verano pasado, cuando comenz¨® a hacerse evidente el fracaso de las recetas del FMI, se abri¨® el camino hacia el poder de los estatalistas. En septiembre de 1998, Primakov se convirti¨® en primer ministro. No es de extra?ar que en febrero empezaran ya las investigaciones del fiscal general, Yuri Skuratov, sobre el blanqueo de los pr¨¦stamos del FMI. Yeltsin y los prooccidentales eludieron la ofensiva mediante la sustituci¨®n de Primakov por Stepashin durante la primavera. Pero el abandono de Serbia a su suerte y la ofensiva chechena en Daguest¨¢n fueron demasiado. Putin fue nombrado primer ministro en agosto ante la necesidad de poner un poco de orden. Pero con ello los estatalistas renovaron la presi¨®n, retomando la l¨ªnea iniciada por Primakov: no en vano, este pol¨ªtico y Putin fueron colegas en los servicios secretos del interior y del exterior, respectivamente. El resultado fue el incremento de la guerra en el Daguest¨¢n, el terrorismo a gran escala, las revelaciones sobre las enormes evasiones financieras (que desacreditan definitivamente a los reformistas prooccidentales) y el acorralamiento de Yeltsin.
Todo esto puede parecer muy ajeno a nuestros sistemas pol¨ªticos; pero no lo es tanto para alguien familiarizado, por ejemplo, con los problemas del Estado italiano, perpetuamente al borde de la crisis. Quiz¨¢ tengamos que acostumbrarnos a los apocalipsis limitados. Y a que los rusos miren con admiraci¨®n a Yuri Luzhkov, uno de los personajes m¨¢s corruptos de la escena pol¨ªtica, pero tambi¨¦n el m¨¢s eficaz alcalde de Mosc¨².
Francisco Veiga es profesor de Historia de la Europa Oriental, UAB, y coautor de La paz simulada. Una historia de la guerra fr¨ªa, 1941-1991.
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