La Vuelta vivi¨® una jornada verbenera
Los ciclistas decidieron no disputar la etapa de Barcelona y el caos se apoder¨® de la carrera
La Vuelta vivi¨® una jornada verbenera, ca¨®tica y desastrosa, a cuenta del circuito urbano dise?ado en Barcelona como sede de la 14? etapa. El circuito se modific¨® por la ma?ana, los corredores hicieron huelga en plena actitud asamblearia, pasando de sindicatos y directores, la organizaci¨®n cambi¨® de opini¨®n varias veces y, finalmente, dos ciclistas escaparon del pelot¨®n en la ¨²ltima vuelta para hacer una pantomima. Est¨¢ claro que el ciclismo es una fuente permanente de conflictos. Gan¨® el italiano Roscioli, el corredor que ha intervenido en m¨¢s escapadas. Roscioli escap¨®, junto al italiano Lelli (Cofidis), cuando sus compa?eros se hab¨ªan parado, escapada noble donde las haya. La situaci¨®n lleg¨® a tal confusi¨®n que, en medio del recorrido, se decidi¨® que la etapa ten¨ªa que acabar a las cinco y cuarto. La causa de todo el conflicto ven¨ªa de lejos: la organizaci¨®n sab¨ªa que el descenso de Montju?ch era considerado muy peligroso por el sindicato de ciclistas, sobre todo si se presentaba la lluvia. A las doce del mediod¨ªa, un fuerte aguacero anunciaba que la jornada no acabar¨ªa bien. Enrique Franco, presidente de Unipublic, sociedad organizadora de la Vuelta, conoc¨ªa las quejas del sindicato espa?ol de ciclistas por el trazado de la etapa. Estaba dise?ada como un circuito de 18 kil¨®metros al que se dar¨ªan ocho vueltas, circuito que preve¨ªa subir a Montju?c. El descenso se practicaba por la vertiente m¨¢s empinada, con porcentajes de hasta el 13% y curvas cerradas. El sindicato, a la vista de anteriores problemas (en 1995 ya hubo una amenaza de plante en la Vuelta, los corredores dieron tres vueltas a ritmo lento en se?al de protesta por las ca¨ªdas y luego se reanud¨® la etapa, con victoria de Jalabert) recomendaba modificar el itinerario; entend¨ªan los corredores que el exceso de pasos de cebra y el aceite que desprenden los coches pod¨ªan convertir el asfalto en una pista de patinaje. La organizaci¨®n no tom¨® ninguna decisi¨®n al respecto y dej¨® pasar el tiempo, confiada en que no pasar¨ªa nada. Sin embargo, la presencia en Barcelona, la noche del s¨¢bado, de Jos¨¦ Rodr¨ªguez, presidente del sindicato espa?ol de corredores, y de Francesco Moser, presidente del sindicato internacional, dispararon muchos rumores. Se sab¨ªa en el seno de algunos equipos que la jornada iba a ser complicada. El parte meteorol¨®gico anunciaba lluvia y fuertes tormentas en Barcelona para el domingo. Pero se dej¨® pasar el tiempo.Por la ma?ana, parec¨ªa demasiado tarde para evitar el conflicto. Algunos directores llamaron a la organizaci¨®n para argumentar que la etapa era muy peligrosa. Deb¨ªa suspenderse. Empezaron las presiones. Otros, como es el caso de ?lvaro Pino, estaban dispuestos a disputarla de cualquier manera. Pino quer¨ªa armarla en Barcelona el domingo, sabedor de la dureza del recorrido. Cada cual actu¨® por su cuenta y alent¨® a sus corredores. Los Banesto, por ejemplo, ten¨ªan la consigna de ir con la mayor¨ªa. Manolo Saiz, presidente de la asociaci¨®n de equipos, era partidario de anular la etapa, pero estaba visiblemente afectado por la retirada de Olano. No era el Manolo Saiz emprendedor de otras fechas. El tiempo pasaba, cada cual estaba en su hotel, y la lluvia se presentaba en Barcelona.
A las doce de la ma?ana (la etapa deb¨ªa comenzar a las 13.30 horas), V¨ªctor Cordero, director deportivo de la Vuelta, se reun¨ªa bajo una carpa de la l¨ªnea de salida con sus colaboradores para improvisar un nuevo trazado. Cordero decid¨ªa quitar del recorrido tanto la subida como el descenso a Montju?c. Para igualar el kilometraje previsto, la etapa dar¨ªa diez vueltas en lugar de ocho, para sumar 135,8 kil¨®metros (en lugar de los 141 previstos inicialmente). Finalmente, no se cumpli¨® ni el plan A ni el plan B: la etapa se celebr¨® sobre un recorrido de 94,4 kil¨®metros. Tampoco la etapa acab¨® sobre las cinco y cuarto, sino antes de las cinco.
La lluvia y los rumores de una suspensi¨®n motivaron que algunos voluntarios puestos a disposici¨®n de la organizaci¨®n por el Ayuntamiento de Barcelona, abandonaran sus puestos. Los directores y sus equipos llegaban a la l¨ªnea de salida y trataban de informarse de las decisiones que adoptaba la organizaci¨®n. No hubo reuni¨®n alguna, sino meras comunicaciones verbales que se iban pasando de uno a otro. Todos se fueron a los coches y se situaron en posici¨®n de arrancar; los corredores se agruparon tras la pancarta de salida. Tampoco estaba muy claro si se cumplir¨ªa con el horario de partida. Pas¨® el tiempo y el pelot¨®n no arrancaba. "Hay problemas", dijo de pronto Jos¨¦ Luis L¨®pez Cerr¨®n, segundo de a bordo del Vitalicio, advertido por un corredor, "el pelot¨®n no quiere salir".
Piepoli (Banesto) y Wust (Festina) actuaron como portavoces en la asamblea improvisada al efecto: no se toma la salida si no queda claro que la etapa no cuenta para la general. Llegan las discusiones (muchas de ellas retransmitidas en directo por todas las emisoras presentes), el jaleo, la tensi¨®n propia entre quienes dicen a voz en grito "?se d¨¦ la salida!" y quienes gesiculan que no se mueven de su sitio. Jos¨¦ Rodr¨ªguez, el presidente del sindicato espa?ol, pide que se tome la salida y que le den un coche para ir negociando con los ciclistas, pero nadie le hace caso, ni organizadores, ni ciclistas. Moser, el presidente de la internacional, no puede alcanzar la salida porque la polic¨ªa se lo impide (no est¨¢ acreditado por la organizaci¨®n). Algunos directores intervienen, otros callan. El desorden es may¨²sculo. Finalmente, se toma la salida sin acuerdo alguno. Nadie sabe si la etapa cuenta para la general o no.
El pelot¨®n camina despacio en se?al de protesta y decide parar en la meta a la quinta vuelta al circuito. Unos quieren parar y otros no (p¨²blicamente, los Mapei y el Fuenlabrada, equipo propiedad de la sociedad organizadora de la Vuelta). Los ciclistas paran, pero otros no hacen caso y avanzan. No hay unanimidad. En esas, Miguel Moreno, director del Amica Chips, habla al o¨ªdo con Roscioli. Y Roscioli se va escapado. Le reciben en la meta con gran jolgorio los auxiliares del equipo una vez proclamado vencedor de la etapa fantasma, pero el p¨²blico, visiblemente molesto por todo lo que ve¨ªa a su alrededor, no discrimina y abuchea a todos los presentes. La sensaci¨®n de bochorno es general. Para remate, Marcel Wust dice en la meta que no era un cabecilla de la rebeli¨®n: "Hice de portavoz s¨®lo porque domino varios idiomas" (Wust habla espa?ol, alem¨¢n, ingl¨¦s y franc¨¦s). Tal fue la etapa tonta de esta Vuelta.
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