Las tres Europas
El canciller Schr?der acaba de sacar unas conclusiones muy optimistas sobre la guerra de Kosovo. Su an¨¢lisis es propiamente alem¨¢n, como ¨¦l mismo repite sin cesar al insistir en la necesaria b¨²squeda del inter¨¦s nacional; pero tiene raz¨®n al se?alar que esta guerra ha marcado mucho m¨¢s concretamente y de forma m¨¢s decisiva que la guerra de Bosnia la participaci¨®n de Alemania en la Europa en construcci¨®n, en un ¨¢mbito en el que el porvenir de la pol¨ªtica alemana estaba menos claro. Diez a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, ?vamos a ver c¨®mo Alemania se vuelve hacia el Este siguiendo ese Drang Nach Osten que hab¨ªa sido una de sus m¨¢s fuertes y peligrosas tendencias? Ahora Alemania se ha comprometido militarmente en Kosovo y un general alem¨¢n va a sustituir a su colega ingl¨¦s al frente de las tropas de la Kfor en Pristina.Al mismo tiempo, Alemania parece resistir a su otra tentaci¨®n, la de ser la tercera potencia mundial, en lugar de mantenerse en la Europa econ¨®mica ya construida. Esta sabia decisi¨®n es tanto m¨¢s destacable cuanto que no faltan voces en Alemania que pidan la adopci¨®n del modelo econ¨®mico norteamericano, cuyos resultados son notables, mientras que los de la econom¨ªa alemana son tan mediocres que el pa¨ªs casi ha llegado al crecimiento cero, como Gran Breta?a e Italia. Por tanto, Alemania ha elegido, de una forma que se puede considerar definitiva, pertenecer a Europa abandonando la idea de una acci¨®n nacional, no europea, dirigida bien hacia el Este, donde tiene una gran influencia, bien dirigida directamente a nivel mundial. Y esto en un momento en que, por primera vez desde la ¨¦poca de De Gaulle, Adenauer y Schumann, la Alemania de Schr?der afloja el eje franco-alem¨¢n, en cuya fuerza hab¨ªa descansado la construcci¨®n europea. Simb¨®licamente, la partida del Gobierno alem¨¢n de Bonn, ciudad de Renania, a Berl¨ªn, capital tradicional de Prusia y Alemania, parece poner fin a la uni¨®n franco-alemana que se hab¨ªa construido en torno a los campos de batalla del Rin.
El compromiso alem¨¢n en Europa hace posible la creaci¨®n progresiva de una Europa capaz de una acci¨®n diplom¨¢tica y militar, despu¨¦s de un largo decenio de espera, si bien es verdad que ocupado por la figura tutelar del canciller Kohl, europeo sin tacha. La guerra de Kosovo, que ha movilizado contra ella a una parte importante de la opini¨®n p¨²blica europea, en particular italiana y alemana, pero que fue firmemente apoyada por todos los gobiernos, ha sido una prueba decisiva. Mientras que de cara a la pol¨ªtica de Milosevic los pa¨ªses europeos se hab¨ªan dividido, ellos permanecieron unidos frente a la agresi¨®n serbia contra Kosovo y tambi¨¦n frente a las consecuencias negativas de una intervenci¨®n meramente a¨¦rea para la poblaci¨®n albanesa de Kosovo, que ha pagado el precio en vidas humanas y en sufrimientos. La opini¨®n p¨²blica se ha calmado e incluso podemos esperar que vuelva a encontrar el entusiasmo que hab¨ªa mostrado hace algunos a?os por apoyar el movimiento democr¨¢tico en Serbia y acelerar la ca¨ªda del dictador Milosevic. Para los serbios, Europa ya no es un adversario: es incluso su ¨²nica esperanza de poner fin a un largo embargo y sobre todo a un marginamiento general en el momento en que la entrada de Hungr¨ªa, la Rep¨²blica Checa y Polonia en la Uni¨®n Europea est¨¢ asegurada.
Los tratados de Maastricht y de Amsterdam han completado la creaci¨®n de la Europa econ¨®mica y monetaria. Dado que la guerra de Kosovo ha estado moral y pol¨ªticamente justificada puesto que ha reconocido a Milosevic como el responsable de la violencia que ha acompa?ado la divisi¨®n de la Yugoslavia de Tito, marca el principio de la creaci¨®n de Europa como potencia internacional. La debilidad actual de Rusia no hace imprescindible una r¨¢pida movilizaci¨®n de Europa, pero ¨¦sta debe intervenir pac¨ªficamente para establecer un orden aceptable y aceptado en los Balcanes.
Queda el tercer objetivo principal de la construcci¨®n europea, el de una Europa social. Este objetivo no se pudo alcanzar en Amsterdam y las posibilidades de alcanzarlo son escasas. La Europa econ¨®mica es s¨®lida y Gran Breta?a acabar¨¢ por aceptar la moneda ¨²nica, que por otra parte beneficia m¨¢s a la City que a Francfort: la Europa internacional da sus primeros pasos dando a Javier Solana un papel que nadie hab¨ªa asumido antes que ¨¦l: ?pero podemos decir que la famosa tercera v¨ªa -la third way de Tony Blair y sus consejeros- representa la construcci¨®n de un modelo social europeo cuya ausencia es evidente desde que la ola liberal destruy¨® o amenaz¨® la econom¨ªa social de mercado -Sozialemarktwirtschaft- de la tradici¨®n alemana y el Welfare State de inspiraci¨®n brit¨¢nica? Sobre este punto no hay que ser tan optimistas. Junto a la Europa econ¨®mica y la Europa internacional, la Europa social no es m¨¢s que un discurso casi vac¨ªo de sentido y es precisamentee el canciller Schr?der quien m¨¢s directamente ha experimentado el vac¨ªo y el fracaso de un proyecto en el que se hab¨ªa comprometido en gran medida.
Los medios empresariales alemanes no han soportado a Lafontaine, que representaba, es cierto, a un Sarre que depende ante todo de subvenciones estatales, mientras que una parte del SPD no soporta el abandono de sus objetivos sociales. La tercera v¨ªa se define m¨¢s bien por no ser el liberalismo extremo -realidad que no existe en ning¨²n lugar de Europa- ni la socialdemocracia, ya profundamente transformada. El canciller Schr?der la ha definido como un nuevo centro. Digamos m¨¢s bien que es una pol¨ªtica de derechas llevada a cabo por un partido de izquierdas, del mismo modo que Romano Prodi, hombre de centro-derecha, hab¨ªa llevado a cabo en Italia ?una pol¨ªtica de centro-izquierda!
El programa Blair-Schr?der era aceptable en la medida en que marcaba una intenci¨®n, la de reconstruir un programa de centro-izquierda, pero no tiene un contenido s¨®lido frente al fuerte empuje del modelo norteamericano, que tiende a extenderse en todo el mundo con la ayuda de las grandes redes financieras y econ¨®micas de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio.
Se puede tener dudas sobre el futuro de la pol¨ªtica social francesa. Pero por lo menos demuestra cierta voluntad de combinar objetivos econ¨®micos y objetivos sociales, dando el mismo peso pol¨ªtico a unos y otros. La importancia financiera internacional de Londres hace poco probable que Tony Blair proponga al Reino Unido una nueva pol¨ªtica social, y la ausencia de perspectivas, la confusi¨®n del canciller Schr?der al mismo tiempo que su deseo de distanciarse de Francia, dejan el proyecto de una Europa social en un estado de debilidad que contrasta con la fuerza de la Europa econ¨®mica y con la aparici¨®n de Europa como actor internacional.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
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