El 'invento' del m¨¦todo cient¨ªfico
Abu Al¨ª al Hasan Ibn al Haytham naci¨® hacia el 965 en Basra, en lo que hoy es Irak y muri¨® en 1030 en Egipto. En Occidente se le conoce como Alhazen. Su tratado de ¨®ptica fue el texto definitivo durante m¨¢s de seis siglos, hasta la aparici¨®n de la ?ptica de Newton. ?l resolvi¨®, utilizando el hoy llamado m¨¦todo cient¨ªfico, una disputa entre dos teor¨ªas que trataban de explicar el misterio de la visi¨®n tras m¨¢s de 800 a?os sin soluci¨®n. Euclides, Tolomeo y otros matem¨¢ticos demostraron que la luz viajaba del ojo al objeto observado.Arist¨®teles y los atomistas sosten¨ªan lo contrario. Ambas teor¨ªas eran completas y ten¨ªan consistencia interna, no hab¨ªa manera de arbitrar sobre ellas. Alhazen invit¨® a un grupo de gente a que mirara al sol, lo cual prob¨® de una vez por todas qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n. Cuando se mira un objeto brillante, el ojo se quema. No utiliz¨® ning¨²n argumento geom¨¦trico o te¨®rico. La luz parte de un lugar fuera del ojo y entra en ¨¦l; ninguna otra explicaci¨®n es consistente con la evidencia.
El m¨¦todo cient¨ªfico que Ibn al Haytham inici¨® est¨¢ tan metido en nuestra manera de pensar que no creemos que haya sido una innovaci¨®n de este milenio. Gracias a los traductores espa?oles, sus obras llegaron a la Europa medieval y comenzaron a ganar importancia con los trabajos de Roger Bacon, luego Ockham, Witelo, Descartes, Kepler, Francis Bacon y Galileo. Este ¨²ltimo abandon¨® la idea de tratar de entender el todo y se dedic¨® a estudiar los particulares del movimiento. Para ello dise?¨® aparatos y experimentos que hoy d¨ªa todav¨ªa asombran por su audacia y claridad. As¨ª nace la visi¨®n cient¨ªfica de la realidad. Esta visi¨®n es reduccionista, estudia las partes y no el todo. Busca obtener predicciones cuantitativas y para ello utiliza matem¨¢ticas. El ¨¦xito del m¨¦todo reduccionista es asombroso; gracias a ¨¦l, ni siquiera pensamos en la complejidad de un autom¨®vil cuando nos subimos y funciona. De hecho, nos molesta sobremanera que no lo haga, porque conocemos la validez de los principios que rigen su operaci¨®n.
El conocimiento cient¨ªfico actual, en particular los grandes logros de la f¨ªsica de este siglo -la mec¨¢nica cu¨¢ntica y la relatividad-, son construcciones muy poco intuitivas. Son descritas por estructuras matem¨¢ticas ricas pero complicadas. Los humanos no contamos naturalmente con la intuici¨®n para entenderlas. La f¨ªsica y la biolog¨ªa molecular son gustos adquiridos y no habilidades hereditarias que nos han permitido sobrevivir como especie.
El pragmatismo de la ciencia es a veces criticado de una manera demasiado severa por aquellos dedicados a otras actividades humanas. Se ha dicho que la visi¨®n cient¨ªfica empobrece la vida humana. Se repite en multitud de ocasiones que los cient¨ªficos somos inhumanos. No voy a tratar de hacer una apolog¨ªa de los cient¨ªficos; solamente quisiera hacer notar c¨®mo enriquece observar y disfrutar de un atardecer sabiendo qu¨¦ est¨¢ pasando; c¨®mo la luz est¨¢ siendo absorbida, reflejada y refractada por la atm¨®sfera.
Una situaci¨®n ideal ser¨ªa aquella en la que los humanos comparti¨¦ramos el inter¨¦s por las creaciones humanas en el arte y en la ciencia con la misma pasi¨®n. Necesitamos pasar de la situaci¨®n actual, donde la ciencia es an¨¦cdota, a una donde la ciencia es cultura. Reconozco la dificultad de que ello suceda; la ciencia es dif¨ªcil, es un gusto adquirido, pero es, sin lugar a dudas, la aventura humana m¨¢s maravillosa. Es una aventura consciente y voluntaria en la que la sociedad ha depositado una confianza a veces mayor que la merecida. Pero hasta hoy contin¨²a respondiendo de manera audaz, ingeniosa y correcta a las expectativas de capacidad de predicci¨®n de una realidad que de otra forma nos parece imposible de aprehender.
Luis A. Orozco es f¨ªsico en la Universidad del Estado de Nueva York (Stony Brook).
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