LA CAMPA?A DEL PP La revoluci¨®n silenciosa
Anunciaba Michel Albert, hace ya algunos a?os, que la lucha por el talism¨¢n del centro pol¨ªtico habr¨ªa de incluir estrategias silenciosas y peligrosas danzas en torno a esa raya imaginaria que separa la izquierda de la derecha, pero que, a¨²n as¨ª, y m¨¢s all¨¢ de sofismas y demagogias electorales, la izquierda y la derecha eran las depositarias hist¨®ricas de "dos sistemas de valores sustancialmente opuestos", de "dos l¨®gicas antag¨®nicas" que s¨®lo una miop¨ªa tan severa como la de Rompetechos se manifestar¨ªa, en la pr¨¢ctica, incapaz de observar. Y traigo esto a colaci¨®n porque el centro te¨®rico de Aznar, que, como todos sabemos, est¨¢ situado muy a la derecha de la raya, pretende ahora hacer en Andaluc¨ªa nada menos que una revoluci¨®n. M¨¢s precisamente, y tal como reza el eslogan de su campa?a publicitaria, "la revoluci¨®n que Andaluc¨ªa necesita", lo que me ha hecho recordar que el jefe del Ejecutivo alardeaba el a?o pasado, en un pleno del Congreso, de que la llegada de los populares al Gobierno de nuestro pa¨ªs hab¨ªa supuesto nada menos que el inicio de una "revoluci¨®n silenciosa". Las sensibilidades que, como la m¨ªa, se han colocado temprana y espont¨¢neamente del lado izquierdo, tienden a pensar que s¨®lo desde los rom¨¢nticos postulados de la igualdad y la solidaridad es posible hacer una revoluci¨®n. Pero revoluci¨®n -del lat¨ªn revolutio, giro- significa girar (eventualmente de una forma radical), y girar, como todos sabemos, se puede girar hacia ambos lados. Del giro a la derecha, por ejemplo, nos queda la experiencia del thatcherismo, que ha pasado a la historia con m¨¢s pena que gloria por haber hecho en el Reino Unido la revoluci¨®n conservadora, uno de cuyos adagios m¨¢s felices era que la sociedad no existe. De modo que, una vez establecido que hay revoluciones de toda ¨ªndole, y a prop¨®sito de la pol¨ªtica del Ejecutivo, tengo que reconocer que ha hecho, efectivamente la revoluci¨®n. Y que, efectivamente, su revoluci¨®n, conservadora y silenciosa, se ha ido haciendo en un silencio tan cautelar como inevitable, porque, a efectos electorales, ni sus or¨ªgenes, ni sus procedimientos, ni sus designios, eran cosa que se pudiera pregonar. Desde su llegada al Gobierno, el Ejecutivo popular ha venido soltando el lastre de las responsabilidades sociales a medida que, en el seno de una fase alcista del ciclo, el globo del crecimiento econ¨®mico se iba hinchando m¨¢s. Siendo el crecimiento econ¨®mico al desarrollo social lo que los ¨¢rboles al bosque, tal como, con algunas dioptr¨ªas menos que Rompetechos, y desde la sensibilidad de la izquierda, tendremos la oportunidad de observar. El paquete de medidas aplicadas por el Ejecutivo en lo que va de legislatura ha sido simple y uno de sus mentores m¨¢s acreditados los resum¨ªa bien hace unas semanas en su art¨ªculo editorial: "El t¨¢ndem Aznar-Rato se la jug¨® en 1996 cuando cerr¨® el grifo del Presupuesto, congelando inversiones y sueldos de funcionarios mientras abr¨ªa casi a tope el de las privatizaciones, liberalizaciones y desregulaciones". Y a?ade: "Fue el impulso que todos celebramos y disfrutamos ya como el c¨ªrculo virtuoso de nuestra econom¨ªa, afianzado y robustecido por la reforma fiscal aprobada el a?o pasado". Impecable resumen de la pol¨ªtica econ¨®mica aznarista. Menos mal que Pedro J. Ram¨ªrez no tiene ning¨²n inconveniente en ponerle voz, por la corta y sin rebozo, a la "revoluci¨®n silenciosa" del Gobierno popular. Cualquiera de los puntos a que alud¨ªa Pedro J. ser¨ªa igualmente v¨¢lido como campo de pruebas, pero, por razones de espacio, me referir¨¦ ¨²nicamente a los m¨¢s significativos. Desde el a?o 1996, efectivamente, las inversiones del Estado en Andaluc¨ªa no s¨®lo se han congelado, sino que se han reducido en un 14% desde los 133.000 millones de los ¨²ltimos Presupuestos Generales del Estado (PGE) aprobados y ejecutados por el Gobierno socialista hasta los 114.500 de los PGE para el a?o actual. Nada que pueda extra?arnos de una pol¨ªtica econ¨®mica que, en su giro a la derecha, ha dado la espalda a ciertas comunidades aut¨®nomas, mientras que, en aras de sus intereses partidistas, les hac¨ªa un gui?o a ciertas otras, comprometiendo sin sonrojo la cohesi¨®n interterritorial. De verdaderamente revolucionario, en este contexto, cabe calificar su modelo de financiaci¨®n auton¨®mica, un modelo fallido e insolidario que ha venido a confirmar el adagio de la Thatcher, porque para el Ejecutivo, sigue habiendo 463.000 andaluces que no existen, y que, por lo tanto, no forman parte de la sociedad. En cuanto a la "revoluci¨®n silenciosa" del sistema fiscal, resulta hilarante, si no pat¨¦tico, recordar la cu?a publicitaria donde se le dec¨ªa al contribuyente en un susurro muy bajo, casi sensual: "Mira lo que ganas". Lo que gana el contribuyente medio con una fiscalidad regresiva, magn¨¢nima por arriba y cicatera por abajo, como suele suceder a la derecha de la raya, para qu¨¦ vamos a enga?arnos, es f¨¢cil de desentra?ar. Pongamos como muestra un ominoso bot¨®n: un contribuyente que genera una plusval¨ªa de 1.000 millones de pesetas soporta un tipo de gravamen del 20% (entre un 27,8% y un 56%, dependiendo de su base liquidable regular, en el sistema anterior), exactamente el mismo que soporta un contribuyente cuya base liquidable proveniente de rendimientos del trabajo es de 900.000 pesetas (que ser¨ªan casi 3.000.000 de pesetas de base liquidable seg¨²n la normativa anterior). Abundando en ello, se ha concedido un trato fiscal favorable a las rentas de capital frente a las rentas del trabajo, de tal manera que la recaudaci¨®n del IRPF ha ca¨ªdo un 0,4% en los siete primeros meses del a?o, mientras que la recaudaci¨®n obtenida por retenciones aplicadas al capital ha ca¨ªdo un 22,1%. Perfeccion¨¢ndose en su virtud, el Gobierno ha balanceado la carga tributaria, que siempre hab¨ªa pivotado sobre los impuestos directos, sobre los impuestos indirectos, cuya equidad es de suyo m¨¢s limitada porque no incide de forma directa en la capacidad econ¨®mica del contribuyente. Los PGE del a?o en curso ostentan, de hecho, la virtuosa condici¨®n de ser los primeros en los que los ingresos por impuestos indirectos han superado a los obtenidos por impuestos directos, y, entre enero y julio, la recaudaci¨®n por IVA hab¨ªa aumentado ya un 15,9% mientras que la recaudaci¨®n por IRPF se desplomaba. Con respecto a la revoluci¨®n privatizadora (que la silenciosa ret¨®rica popular prefiere calificar eufem¨ªsticamente de "apertura del capital"), el Gobierno popular, efectivamente, ha ido poniendo el sector p¨²blico en manos de oligopolios privados, que, al no encontrar competencia en los mercados (no en vano se trata de oligopolios), no han supuesto una verdadera liberalizaci¨®n, mientras, por el contrario, han desencadenado una subida in¨¦dita en los precios de servicios tan b¨¢sicos como la calefacci¨®n, el alumbrado y la distribuci¨®n de agua (un 5,7% de subida interanual), en los productos energ¨¦ticos (un 8,9%) y en los carburantes y combustibles (un 13,5%, es decir, pr¨¢cticamente seis veces m¨¢s que el aumento del IPC general). Entretanto, ni se han producido mejoras en los servicios ni en el sector empresarial ni en el funcionamiento econ¨®mico, y seguimos pregunt¨¢ndonos por la enigm¨¢tica y silenciosa suerte que ha corrido el dinero que ha entrado en las arcas del Estado. Lo que s¨ª se sabe es que el dinero ha pasado del sector p¨²blico a las manos de unos cuantos elegidos. Sangrante es el caso del bill¨®n de subvenci¨®n a las el¨¦ctricas (regalo cuestionado por la propia CE), pero donde la arbitrariedad m¨¢s se pasa de la raya es en el caso de Telef¨®nica, que, en vez de destinar sus inversiones a mejorar el servicio al ciudadano, ha iniciado su expansi¨®n hacia los medios de comunicaci¨®n, de tal manera que ya no s¨®lo se trata de hacer la revoluci¨®n en silencio, sino de acallar la cr¨ªtica y, en definitiva, de imponer silencio a los dem¨¢s. Una pr¨¢ctica que, a la derecha de la raya, suele ser habitual. El resultado es que, siendo Espa?a el pa¨ªs m¨¢s inflacionario de la UEM, el Gobierno no ha tenido m¨¢s remedio que revisar al alza, en m¨¢s de un 33%, sus objetivos de inflaci¨®n. La conclusi¨®n es obvia. M¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica del centro y del crecimiento econ¨®mico, la revoluci¨®n silenciosa de los populares ha ahondado la sima de las desigualdades, la desigualdad social y la desigualdad territorial. Revoluciones como ¨¦sta corren el peligro de ir reduciendo a las cenizas de una ret¨®rica vac¨ªa uno de los sue?os m¨¢s hermosos que ha hecho realidad el siglo XX: un Estado de Bienestar de todos y para todos. Y corren el peligro, en definitiva, de despojar la cultura de la democracia de todo contenido social. ?Revoluci¨®n? No, gracias.
Magdalena ?lvarez Arza es consejera de Econom¨ªa de la Junta de Andaluc¨ªa.
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