Un enorme desprop¨®sito
Ver un toro de lidia con sus pitones y su fiereza ¨ªntegra es pr¨¢cticamente imposible en las ferias que copan los carteles las denominadas figuras del toreo. Y cuando sale alguno se lo cargan los picadores, por orden de las denominadas figuras, con todas sus tretas, cariocas y percherones en ristre. En las ferias, al menos ¨¦sta, tarde tras tarde aparecen por los chiqueros enormes desprop¨®sitos enajenados de casta, derrengados de remos, con sus pitones las m¨¢s de las veces aniquilados por tipos patibularios y por orden expresa de unos desalmados. Esta gente suele pulular por los cercados a hurtadillas. Con el mismo sigilo convierten el reglamento en un papel tan mojado y hueco que parece redactado s¨®lo para favorecer a los que lo mancillan. Adem¨¢s, se mueven por los despachos y los hoteles con la misma soltura que en las ganader¨ªas. No las pisan, todo lo m¨¢s las pisotean con el benepl¨¢cito de un gremio, el de los criadores de toros, que se ha dejado olvidada la verg¨¹enza entre los libros de notas y los laboratorios. Porque ahora, con la ciencia gen¨¦tica liada en la clonaci¨®n, han conseguido multiplicar hasta el mismo infinito el toro lisiado, cobard¨®n, mular y moribundo. Toros de laboratorio, verdaderos engendros gen¨¦ticos, a los que la modernidad taur¨®maca ha convertido en la m¨¢s miserable de las nadas. Salen del toril, dan dos carreritas por el ruedo, un capotazo y aparecen desfallecidos patas arriba, suplicantes de una muerte r¨¢pida y no de un simulacro de lidia, con bandas de m¨²sica atronando pasodobles mientras la denominada figura, siempre descolocada y con la muleta retrasada, se empe?a en hacer pasar aquel clown como si de un toro se tratara. Por si fuera poco, la denominada figura de turno simula, poniendo la muleta a un mil¨ªmetro de la cara del toro, inter¨¦s al principio y des¨¢nimo al final: "Con estos toros es imposible atorear", dice su escolta, unas veces vestida de banderilleros y otras de mozos de espada, con la toallita del hotel en una mano y los instrumentos toricidas en la otra. Pero la mayor de las quejas de las escoltas, no por repetida m¨¢s incre¨ªble, es el volumen y los kilos. El p¨²blico, dicen, quiere el toro grande, ande o no ande. Los ganaderos se quejan de la misma gaita y los empresarios avisan que vienen musculados y que la culpa puede ser de los veterinarios que si no ven moles elefanti¨¢sicas no los aprueban en sus reconocimientos. Y as¨ª tarde tras tarde cay¨¦ndose el chico, el grande, el mediano y hasta los que se quedan en los corrales, que seguro que tambi¨¦n se desploman tras la estela de los cabestros si aceleran su cansino trotecillo de corral en corral. C¨¦sar Rinc¨®n, que parece la sombra de aquel torero que citaba de lejos y aguantaba imp¨¢vido los parones para ligar cargando la suerte, El Cordob¨¦s y Miguel Abell¨¢n, utilizaron los mismos argumentos y se apuntaron a una corrida en la que se anunciaban dos divisas dos, sancionadas por afeitado, descabaladas y con reses de embestida amorfa y crepuscular. Los tres utilizaron la misma t¨¦cnica: el cite fuera de sitio, la carrerita y la muleta a la altura de la cadera. As¨ª seis faenas a seis escombros. As¨ª sus bajonazos, sus desplantes y su danza enrededor de toros apalancados que no suscitaban m¨¢s que compasi¨®n. El Cordob¨¦s se empe?¨® en el cuarto bis en muletear a un animal destrozado, que no pod¨ªa andar y que a duras penas sosten¨ªa su corpach¨®n en pie. All¨ª, metido entre los pitones, se puso flamenco y el toro de un derrote le rompi¨® la taleguilla. Sin mirarse, volvi¨® hacia el burel, m¨¢s roto y destruido todav¨ªa, para citarle desde la penca del rabo. Aquello fue la cumbre del destoreo. Unos pidieron la oreja y los m¨¢s aplaudieron al presidente por no concederla. Lo que dijo la escolta, es preferible no reproducirlo.
Varias / Rinc¨®n, Cordob¨¦s, Abell¨¢n
Cuatro toros de Torrestrella, (1?, 3?, 5? -devuelto por cojo- y 6?) todos sospechosos de manipulaci¨®n de astas, mansos, inv¨¢lidos y descastados. Dos de Gabriel Rojas (2? y 4?) destru¨ªdos e in¨²tiles para la lidia. El 5? bis, de Gabriel Rojas, derrengado y medio muerto. C¨¦sar Rinc¨®n: dos pinchazos, bajonazo (silencio); pinchazo y estocada -aviso- (silencio). El Cordob¨¦s: bajonazo (silencio); estocada casi entera (ovaci¨®n). Miguel Abell¨¢n: estocada corta ca¨ªda (silencio); estocada casi entera, estocada atravesada, once descabellos -aviso- y tres descabellos m¨¢s (silencio). Plaza de Toros de Logro?o, 24 de septiembre. Cuarta corrida de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
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