Rosa Montero: "La pasi¨®n amorosa es la ¨²nica ambici¨®n permitida a la mujer"
Un libro recopila las 18 historias de parejas famosas publicadas en EL PA?S
Hombres y mujeres han sucumbido por igual a la pasi¨®n amorosa a lo largo de la historia. Contra ella no hay ant¨ªdotos, s¨®lo redes. Pero mientras ellos la han podido compartir con otros intereses p¨²blicos y privados, "a la mujer no se le ha permitido otra ambici¨®n en la vida que la amorosa, lo cual ha contribuido a obsesionarlas m¨¢s con un sentimiento de por s¨ª obsesivo", dice la escritora Rosa Montero en Pasiones (Aguilar). La autora recopila 18 historias de parejas famosas que public¨® en El PA?S entre 1997 y 1998.
?Han dado ellos siempre amor buscando sexo y ellas sexo pretendiendo amor, como ha hecho creer el t¨®pico? Las historias elegidas, desde Juana la Loca y Felipe el Hermoso hasta Liz Taylor y Richard Burton, dan pie a Montero para reflexionar sobre las diferencias de g¨¦nero a la hora de amar, si es que las hay al margen de las costumbres impuestas por la cultura. Lo cierto es que las hero¨ªnas del amor rom¨¢ntico no ten¨ªan muchas otras cosas con las que llenar sus d¨ªas. Para ellas, las redes del amor eran trampas de rinoceronte en las que quedaban ancladas hasta el paroxismo. Y no consiguieron con ello un papel muy creativo en el arte o la literatura. En opini¨®n de Montero, los creadores, "hombres en su mayor¨ªa", han jibarizado los sentimientos de la mujer present¨¢ndolos como simples "atributos femeninos" muy a menudo. "En cuanto hay una situaci¨®n literaria que vive el hombre se trata de algo importante, de un trasunto de la realidad humana. Si la protagonista es una mujer, se ve como algo exclusivamente femenino, que no trasciende. Y esto sigue pasando con el 80% de la cr¨ªtica actual".En las relaciones de hoy d¨ªa, la diferencia es mucho m¨¢s borrosa, opina la autora. "Nuestras pasiones ser¨¢n menos patol¨®gicas en tanto que nuestras condiciones sociales sean menos enfermizas. Porque", asegura, "cuando una sociedad victimiza a un grupo social lo convierte en enfermo". En cualquier caso, la pasi¨®n amorosa es para Montero ya de por s¨ª una enfermedad, "un invento de la imaginaci¨®n que consiste en crear al otro; un sue?o da?ino". Pero, "?pobre del que no lo haya conocido!", advierte a rengl¨®n seguido. Quien lo dice es una apasionada declarada.
El ser humano lleva siglos y miles de p¨¢ginas escritas intentando explicar esta locura transitoria. Un intento vano. "Todos queremos controlar lo incontrolable, lo cual es impermeable al aprendizaje".
El motor, si no es com¨²n a todas las culturas, ha adquirido desde el romanticismo una dimensi¨®n que Occidente exporta hoy al resto del planeta: un intento de compartir el p¨¢nico. "Se ama contra la muerte, como una manera de escapar de ese despe?arse hacia la nada que es la vida", escribe Montero.
P¨¢nico o perdici¨®n. As¨ª debieron vivir su pasi¨®n algunos de los personajes que ha rescatado. La lectura de las horas perversas que se dedicaron mutuamente los poetas Rimbaud y Verlaine o el relato de los golpes que recib¨ªa Lillian Hellman de su adorado Dasshiell Hammett reflejan en toda su crudeza la cara y cruz de la pasi¨®n: la cara del sue?o inventado y la cruz que surge cuando la realidad acaba por corroerlo.
Desmitificar el amor
Estos ejemplos servir¨¢n a unos para desmitificar el amor. A otros para reconocerse. Porque entre los extremos novelescos vividos por las parejas c¨¦lebres hay toda una gama de situaciones que cualquier mortal ha experimentado en sus momentos de pasi¨®n.
Rosa Montero se ha metido en el pellejo de los personajes elegidos. Quer¨ªa saber c¨®mo ve¨ªan su mundo, "hasta intentar imaginar qu¨¦ pesadillas tendr¨ªan por las noches". Observar el comportamiento de algunos de ellos "era como entrar en las fronteras del ser". La escritora dice haberse asomado "a una negrura que te estremece, porque de hecho la conoces". Sin renunciar a los sobresaltos y vaivenes de la pasi¨®n, ¨¦ste no es el ¨²nico tipo de amor, quiere subrayar la autora de Pasiones. "Hay otro, el heroico, el que consiste en conocer al otro y, pese a ello, persistir en amarlo". Est¨¢ convencida de que merece la pena intentarlo.
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