Hacia la competitividad de las universidades
Resulta dif¨ªcil encontrar unas instituciones tan cr¨ªticas consigo mismas y con las administraciones educativas como las universidades. Fruto de la libertad intelectual de sus profesores y la autonom¨ªa institucional se transmite a la sociedad la sensaci¨®n de una crisis permanente que adquiere en determinados momentos tintes de dramatismo, por lo cual se requieren reformas urgentes y radicales. Contempladas macrosc¨®picamente, en el entorno social en que desarrollan su actividad el dramatismo desaparece, y se puede decir que su estado general de salud es bueno, si bien aparecen s¨ªntomas de patolog¨ªas internas y externas que hay que estudiar y corregir.Las internas proceden en gran medida del crecimiento r¨¢pido que el sistema universitario ha tenido en los ¨²ltimos 20 a?os. Crecimiento acompa?ado de profundos cambios estructurales, organizativos y funcionales, lo cual ha producido desajustes y desequilibrios; crecimiento del n¨²mero y tipolog¨ªa de universidades, de centros, de ense?anzas, de estudiantes, de profesores; crecimiento de la actividad y de los resultados de la investigaci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica. Pr¨¢cticamente, todas las magnitudes se han duplicado.
A las universidades espa?olas se le asignan funciones que van desde la investigaci¨®n cient¨ªfica de alto nivel y la preparaci¨®n de investigadores hasta la formaci¨®n de titulados de perfil profesional muy especializado, aptos para insertarse en un mercado laboral cambiante. Misiones que van desde la creaci¨®n de conocimientos generales y su transmisi¨®n hasta el apoyo al mundo empresarial para el desarrollo tecnol¨®gico de la sociedad, desde la formaci¨®n reglada hasta la formaci¨®n continua y permanente. En suma, funciones heterog¨¦neas para las cuales no siempre se dispone de experiencia y sistemas normativos y organizativos adecuados para hacerles frente.
Por otro lado, se ha llevado a cabo un proceso de descentralizaci¨®n profundo para adaptar el sistema universitario al nuevo r¨¦gimen competencial derivado de la Constituci¨®n. Competencias repartidas entre la Administraci¨®n central del Estado, las Administraciones de las comunidades aut¨®nomas y las propias de las universidades debidas a su alto grado de autonom¨ªa institucional. Este proceso, que culmina en 1995, produce luces y sombras e introduce elementos de descoordinaci¨®n e inseguridad que es necesario corregir.
Las herramientas normativas y los recursos financieros que las administraciones han dado a las universidades no han sido quiz¨¢ siempre adecuadas a sus necesidades, y las tareas de planificaci¨®n y evaluaci¨®n de resultados han estado olvidadas. Las universidades han estado con frecuencia m¨¢s atentas a sus propios problemas internos que a las demandas de la sociedad, m¨¢s preocupadas de la autonom¨ªa como reivindicaci¨®n que de la responsabilidad social consiguiente.
La situaci¨®n del entorno social externo, al que la universidad sirve, ha cambiado mucho. La situaci¨®n de finales de los setenta no es la misma que la del fin de milenio y la de las d¨¦cadas venideras. En primer lugar, est¨¢ cambiando r¨¢pidamente la estructura de la demanda tradicional de formaci¨®n superior tanto cuantitativa como cualitativamente.
La situaci¨®n pasada reciente de oferta regular de ense?anza y plazas para los estudiantes que acceden a la universidad estaba basada en un exceso de demanda, con lo cual la oferta se hac¨ªa sobre un mercado cautivo y, adem¨¢s, compartimentado en los distritos auton¨®micos. La ampliaci¨®n de la oferta, la disminuci¨®n de la demanda como consecuencia del descenso demogr¨¢fico, la pr¨®xima implantaci¨®n del distrito abierto y la ampliaci¨®n de la pol¨ªtica de becas y ayudas al estudiante propiciar¨¢n la movilidad de los estudiantes y la competitividad entre las universidades, lo cual debe a la larga redundar en una mejora de la calidad de la oferta y no s¨®lo de la cantidad, como hasta ahora.
Sin embargo, la ca¨ªda de la demanda tradicional se ver¨¢ compensada por el crecimiento de las necesidades de formaci¨®n posgraduada, sea el doctorado, las maestr¨ªas, los cursos de especializaci¨®n o la "vuelta a la universidad" de grupos de adultos jubilados.
Las palabras calidad y competencia han sido citadas varias veces en las l¨ªneas anteriores. El sistema universitario espa?ol es altamente descentralizado y, como se se?al¨® recientemente en un encuentro celebrado en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo, "en los sistemas descentralizados, la direcci¨®n a trav¨¦s de la informaci¨®n es m¨¢s eficiente que la direcci¨®n centralizada por normas. Para ello se hace necesario desarrollar un sistema de indicadores que proporcione informaci¨®n adecuada, comprensiva y puntual a todos aquellos ¨®rganos que tienen la responsabilidad de gobernar, dirigir y gestionar las diferentes unidades del sistema universitario".
Indicadores pues de calidad, de valoraci¨®n del rendimiento del servicio p¨²blico. Frente a un exceso de regulaci¨®n "exante" debe ponerse ¨¦nfasis en la evaluaci¨®n "ex-post", desarrollando las funciones de evaluaci¨®n para la posterior toma de decisiones y tambi¨¦n, y muy importante, para dar informaci¨®n al ciudadano que tiene que elegir d¨®nde y qu¨¦ estudia.
El futuro es esperanzador. Partiendo de un estado general de buena salud, es necesario corregir las patolog¨ªas existentes y procurar unas reformas que hagan posible enfrentarse con ¨¦xito a los nuevos retos externos. Para ello es necesario el consenso entre todas las partes implicadas.
Vicente Ortega es secretario general del Consejo de Universidades.
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