?De d¨®nde?
La prensa viene inform¨¢ndonos con inquietante regularidad sobre los progresos de una mano muerta que fue trasplantada a un cuerpo vivo el a?o pasado en Francia. Hace unos meses nos dijeron que ya mov¨ªa los dedos t¨ªmidamente, siendo capaz de tamborilear sobre una superficie plana. Ayer hemos sabido que puede escribir y conducir una moto. Se trata de una mano muy vers¨¢til, pues, y muy voluntariosa, de manera que llegar¨¢ donde quiera. Y eso es lo que nos preocupa, que llegue donde quiera ella y no su nuevo due?o. Si la mano propia saca del botiqu¨ªn un tubo de valium cuando lo que uno buscaba era una aspirina, ?qu¨¦ no podr¨¢ sacar una mano ajena, que adem¨¢s ha sido arrancada a un cad¨¢ver para ser cosida a nuestro brazo? ?Ser¨¢ aficionada a los productos caducados? ?Bajar¨¢ del armario alto de la cocina una lata de sardinas (o, peor a¨²n, de mejillones) pasada de fecha en lugar del paquete de galletas que le hemos ordenado buscar? La cuesti¨®n plantea multitud de interrogantes de tipo fant¨¢stico antes que ¨¦ticos. Las manos pasan mucho tiempo fuera de nuestra vista (en los bolsillos, en los armarios, debajo de la cama) sin rendir cuentas de lo que hacen por ah¨ª. Esta ignorancia es tolerable cuando han crecido con nosotros y conocemos sus inclinaciones como ellas las nuestras. Aun as¨ª, no es raro que en determinadas circunstancias, y seg¨²n la expresi¨®n acu?ada para explicar este sentimiento de extra?eza, los dedos se nos hagan hu¨¦spedes. ?Cu¨¢ntas veces no habremos sentido, al acariciar un cuerpo, al pelar un pl¨¢tano o al tomar un objeto en nuestras manos, que el destinatario del placer o del horror era otro, quiz¨¢ el fantasma de un difunto que utilizaba nuestros ¨®rganos a manera de pr¨®tesis? ?C¨®mo soportar esto mismo con un miembro que no reconocemos? Las manos, adem¨¢s, tienen memoria. F¨ªjense si no en la tendencia de los dedos a pasar su yema por las superficies que les recuerdan el tacto de un tejido remoto o la humedad de una hendidura org¨¢nica. Si el seguimiento period¨ªstico de la mano francesa nos inquieta tanto es porque evoca algo oscuro de nuestra propia historia. Todos estamos un poco trasplantados, s¨ª. ?Pero de d¨®nde?
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