Una puerta para ver las estrellas
El Observatorio Astron¨®mico del Retiro (Madrid) emprende su actualizaci¨®n cultural y recupera un acceso oculto
La memoria puede abrir brechas en el olvido. Brechas di¨¢fanas. A¨²n, puertas verdaderas. Una puerta de estilo neocl¨¢sico con dos siglos de historia, ideada por el mismo arquitecto del Museo del Prado y del Jard¨ªn Bot¨¢nico, Juan de Villanueva, va a ser felizmente recuperada tras d¨¦cadas de ocultamiento y olvido bajo el Retiro. Y ello gracias a la memoria y tes¨®n de Antonio Fern¨¢ndez Alba, arquitecto, quiz¨¢ el mejor conocedor del pensar y del quehacer ilustrado en Madrid.La puerta recobrada se encuentra a unos siete metros de profundidad, completa e intacta, bajo toneladas de tierra echadiza que la cubren. S¨®lo un penacho de su p¨®rtico y un cuarto del roset¨®n de granito que tachona su frontal se averiguan hoy entre la arena. Se halla cegada bajo las entra?as de un talud que recubre el subsuelo del Observatorio Astron¨®mico Nacional.
Fern¨¢ndez Alba localiz¨® la puerta cuando estudiaba la rehabilitaci¨®n del observatorio, joya de la arquitectura neocl¨¢sica madrile?a, que se yergue sobre la que fuera colina de la Ciencia, un promontorio natural que remata el Parque del Retiro por su flanco sur. El mont¨ªculo, que en su d¨ªa alberg¨® dos ermitas, San Blas y San Pablo, fue elegido por el rey Carlos III, a instancias del marino y cient¨ªfico Jorge Juan, para erigir all¨ª otro templo, aunque laico, consagrado en esta ocasi¨®n al Saber del Siglo XVIII, el de la Luz y la Raz¨®n.
El monarca encomend¨® el dise?o de una magna atalaya para estudiar las estrellas y los fen¨®menos celestes a su dilecto alarife, Juan de Villanueva. Puso manos a la obra. Cerrar¨ªa con ella, como tercer v¨¦rtice, la geometr¨ªa de un tri¨¢ngulo ¨¢ureo cuyos dos otros extremos quedaban signados por el Museo del Prado y el Jard¨ªn Bot¨¢nico, realizados por el mismo arquitecto. Villanueva concibi¨® un edificio reducido pero robusto, con planta de cruz griega de dos rect¨¢ngulos a modo de brazos. Orient¨® al sur su fachada principal, hacia una vega formada por rampas declinantes sobre el Olivar de Atocha, a la saz¨®n l¨ªmite meridional de la ciudad. Sobre esta pendiente dibuj¨® la puerta que ahora va a ser recobrada: tres pa?os de ladrillo, un medall¨®n de piedra y una balconada de sillares de granito que, al igual que la escalera alojada en su seno, permanecen intactos.
La puerta y su escalera, cubiertas a partir de la guerra civil, daban acceso solemne al p¨®rtico del observatorio, columnado por diez fustes de piedra, con capiteles corintios de caliza, m¨¢s cuatro pilastras igualmente ornamentadas. Encima, sobre cuatro tambores tocados por cupulines de plomo, Villanueva decidi¨® posar un esbelto templete j¨®nico con diecis¨¦is delicadas columnas, coronado todo por una c¨²pula de notable porte.
Zozobras financieras atrasaron la culminaci¨®n del proyecto de Villanueva hasta el a?o de 1790, ya bajo el reinado de Carlos IV. Las obras, sin embargo, se retrasaron, aunque ya en 1802, desde sus muros, fue enfocado hacia las estrellas un telescopio. Los trabajos sufrieron a¨²n nuevas demoras a consecuencia de la ulterior ocupaci¨®n de Madrid por el ej¨¦rcito napole¨®nico; sus desaprensivos mandos tuvieron la osad¨ªa de emplazar un ca?¨®n en su terraza. Culminadas las obras por Guti¨¦rrez Arintero y por Pascual i Colomer, en 1846, el observatorio fue incluyendo elementos de indagaci¨®n celeste. Convertido en sede del meridiano de Madrid, se instalaron en su interior un p¨¦ndulo de Foucault y una biblioteca de 10.000 vol¨²menes. El sue?o ilustrado se hizo, en ¨¦l, realidad.
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