Situaciones familiares frente a argumentos educativos
La pol¨¦mica de la jornada continuada se remonta a marzo de 1998, cuando Esperanza Aguirre, que a¨²n administraba nueve comunidades, entre las que se encontraba Madrid, acept¨® esta hist¨®rica reivindicaci¨®n sindical. El agitado debate que suscit¨® impidi¨® que la iniciativa saliera adelante con car¨¢cter general. En todo caso, la experiencia en las comunidades de Andaluc¨ªa y Canarias, que llevaban ya varios a?os con este tipo de jornada, demostraba que el cambio modifica los h¨¢bitos de vida de las familias, aunque influye de forma diferente seg¨²n se cuente con m¨¢s o con menos recursos. La discusi¨®n se ha propagado en la sociedad, generalmente con posiciones mucho m¨¢s basadas en la situaci¨®n concreta de cada familia que en argumentos estrictamente educativos.A favor de la jornada intensiva se?alan algunos expertos que los ni?os suelen adaptarse sin dificultad al horario continuado, que tienen m¨¢s tiempo en casa y que es m¨¢s llevadero para algunas familias porque s¨®lo tienen que hacer dos viajes al colegio en vez de cuatro. Un argumento en contra es sociol¨®gico: la jornada intensiva es mejor acogida por las familias en las que uno de los padres no trabaja, lo que, en la pr¨¢ctica, se traduce en un obst¨¢culo para la integraci¨®n laboral de las mujeres.
Otro inconveniente es el financiero. Seg¨²n el c¨¢lculo de una de las patronales de la ense?anza concertada, Educaci¨®n y Gesti¨®n, costear unas actividades complementarias en condiciones para aplicar la jornada continua en todo el pa¨ªs costar¨ªa medio bill¨®n de pesetas.
Aunque no hay datos que vinculen cient¨ªficamente la jornada continuada con el rendimiento, las dos comunidades en las que est¨¢ generalizada (Andaluc¨ªa y Canarias) son las de peor resultados en primaria, seg¨²n el Instituto Nacional de Calidad y Evaluaci¨®n (INCE). Los detractores temen adem¨¢s una fuga de los centros p¨²blicos a los concertados, cuya oferta de actividades suele ser mucho m¨¢s amplia.
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