"Ritorna vincitor"
El rostro del Liceo, su fachada, no permit¨ªa al simple paseante adivinar su resplandor interno; s¨ªmbolo, dicen los entendidos, de la forma peculiar de entender la riqueza que se tiene por esta tierra. Pero los otros sab¨ªamos. Durante los interminables tiempos en que el coliseo pareci¨® vivir s¨®lo para los privilegiados, los merodeadores de su belleza conoc¨ªamos un par de datos de la mayor importancia. Primero, que la m¨²sica que nos han legado los siglos, que es la voz del alma de los pueblos, no tiene due?o. Segundo, que los fogones del Liceo, sus pulmones, no se encontraban en la platea ni en los palcos, sino en sus dos puntos m¨¢s distantes: detr¨¢s del escenario, con artistas y obreros, y por encima del lujo, en los pisos altos, con los aficionados. Sab¨ªamos, y por eso lo am¨¢bamos, que el Liceo era de todos, y que hab¨ªa que ir a su encuentro, traspasando la opulencia, para poseer la m¨²sica que se daba, ac¨²sticamente democr¨¢tica (o viceversa), a cualquiera, y que llegaba hasta cualquier rinc¨®n.Cuando el fuego lo devast¨®, se produjo un fen¨®meno notable. El Liceo qued¨® a la vista de todos. Desnudo y quejumbroso. Herido. Entregado a la compasi¨®n ciudadana. Por los boquetes de los palcos ya no circulaban burguesas salutaciones. La Rambla y su gente, junto con la compasi¨®n, se deslizaron por los otrora fastuosos agujeros. Verdi se hizo chico, Puccini tarare¨® entre las ruinas. Aquellas multitudes que a?os atr¨¢s se embobaron ante las galas y los uniformes emplumados eran, ahora, impresionantes manifestaciones de dolor ciudadano. La herida abierta entre las calles de Uni¨® y Sant Pau dol¨ªa en la propia geograf¨ªa de la piel. De ah¨ª el j¨²bilo generalizado, ante su reapertura. M¨¢s que de un proceso de restauraci¨®n, cabe hablar de un restablecimiento, de una restituci¨®n. Porque amamos, sobre todo, aquello que perdemos. Y no darlo por perdido es amor sobre amor. Es la forma de recuperar aquello que a?oramos.
El nuevo Liceo no necesita himnos nacionales. Le basta con la m¨²sica de la ¨¦pica ("Va pensiero", Nabucco) y del lirismo (el brindis de La Traviata). Eso canturreamos, mientras volvemos.
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