Funcionarios
JULIO SEOANE
Una vez m¨¢s surge el tema del sueldo de los funcionarios. Jueces, profesores y empleados p¨²blicos en general, reclaman de nuevo una subida salarial. Nunca entend¨ª la raz¨®n por la que estados y gobiernos retribuyen siempre mal a sus funcionarios, en cualquier momento hist¨®rico y pa¨ªs, al margen de ideolog¨ªas y partidos. Se entiende que un empresario quiera pagar poco para ganar m¨¢s, pero los gobiernos no deber¨ªan actuar igual o, al menos, eso me parece. Hasta que record¨¦ un famoso experimento psicol¨®gico, realizado a finales de los a?os cincuenta, y me di cuenta de que los sueldos son bajos precisamente para cuidarnos y fomentar as¨ª nuestra buena imagen. Me explico.
El experimento consist¨ªa m¨¢s o menos en lo siguiente. Los psic¨®logos formaban tres grupos de sujetos para que realizasen, por separado, una tarea tonta, realmente aburrida y con poco sentido. Por ejemplo, cambiar clavijas de sitio en un panel lleno de agujeros y sin una finalidad muy determinada. Al primer grupo se le agradeci¨® su participaci¨®n en el experimento, porque ayudaba al desarrollo de la ciencia. Al segundo se le dijo lo mismo y, adem¨¢s, se gratifi-caba a cada sujeto con una peque?a cantidad de dinero, digamos unas cien pesetas. Igual tratamiento para el tercer grupo, pero la gratificaci¨®n en este caso era de dos mil pesetas. Al finalizar la tarea, se pas¨® una encuesta a todos los grupos preguntando por el inter¨¦s del experimento y si estar¨ªan dispuestos a participar en el futuro en otro estudio similar.
Como es l¨®gico, se pod¨ªa esperar que a mayor gratificaci¨®n, es decir, cuanto m¨¢s dinero, mayor inter¨¦s y participaci¨®n por parte de los sujetos. ?Qu¨¦ ingenuidad! Los que no hab¨ªan recibido nada y los que hab¨ªan recibido mucho mostraban cierto inter¨¦s y participaci¨®n, pero sin grandes diferencias. Sin embargo, los que hab¨ªan recibido poco, realmente una miseria, esos manifestaban mucho m¨¢s inter¨¦s por la tarea que los otros dos grupos, as¨ª como mayor intenci¨®n de participar en una posible repetici¨®n de la jugada. Como las cien pesetas eran insuficientes para justificar la participaci¨®n en algo tan absurdo y aburrido, los sujetos se convenc¨ªan a s¨ª mismos del atractivo y de la importancia de la labor que estaban realizando. Menospreciarse o fingir, he aqu¨ª el problema del funcionario. Y ante la duda, fingimos descaradamente concediendo la mayor dignidad posible a nuestro trabajo, y as¨ª se beneficia la imagen social de la funci¨®n p¨²blica. Ya est¨¢ claro. El d¨ªa en que cobremos mucho nos daremos cuenta de lo que realmente estamos haciendo.
Por supuesto que aquellos psic¨®logos no hablaban expl¨ªcitamente de los funcionarios, faltar¨ªa m¨¢s que se atrevieran a experimentar con nosotros. Hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar. Eran los tiempos de la guerra fr¨ªa y hab¨ªa que vender muchos coches a precios bajos, pare demostrar la supremac¨ªa del consumo. Pero estoy convencido de que nos miraban de reojo, con cierta envidia por nuestros grandes privilegios y nuestro gran prestigio social.
Es posible que existan ahora otros experimentos que demuestren exactamente todo lo contrario. Bueno, no hay que alarmarse, eso no quiere decir nada. S¨®lo significa que los psic¨®logos tambi¨¦n cobran poco y, en consecuencia, se toman demasiado en serio sus propios experimentos.
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