Algo m¨¢s fuerte y sentimental
Escrib¨ªa ayer V¨¢zquez Montalb¨¢n aqu¨ª que cada vez reconoce menos a su Bar?a de anta?o y m¨¢s le cuesta pronunciar su nombre con vehemencia y credulidad. Estamos en las mismas, s¨®lo que en el caso del Real Madrid hay un par de factores que a¨²n dificultan m¨¢s la vieja pasi¨®n merengue. Uno es anecd¨®tico: nuestro himno no lo canta nadie por trasnochado ("caballero del honor", "las mocitas madrile?as", "a triunfar en buena lid": resulta tan entra?able e irrepetible como una pel¨ªcula de Tony Leblanc; pero no se puede cambiar). Los cul¨¦s, por el contrario, entonan sin ning¨²n pudor, y acaso con excesiva ingenuidad, Som la gent blaugrana o como quiera que se titule ese c¨¢ntico coral.El otro es m¨¢s decisivo, porque atenta contra la identidad y la historia del club. Si los futboleros brindamos a nuestro equipo una fidelidad vitalicia, desobedeciendo el esp¨ªritu de esos tiempos desleales y oportunistas, lo ¨²nico que pedimos a cambio es que quienes rigen y representan a ese equipo hagan lo mismo desde sus cargos y sus declaraciones. Ni siquiera retiramos nuestro apoyo por las derrotas o el mal juego, ni siquiera por el rid¨ªculo. S¨®lo necesitamos que nuestra lealtad tenga sentido, que no se convierta en un movimiento del ¨¢nimo hueco y sin objeto, que no nos descubramos adorando a una esfinge o a un mero vocablo. Y lo cierto es que desde hace a?os el Madrid trata de usurpar el papel cl¨¢sico del Barcelona, a saber: el del pesimista, el desmoralizado, la v¨ªctima. Anoche, en consonancia, nos presentamos en el Camp Nou en cuadro: denegada la libertad provisional de Hierro y Roberto carlos, nuestro jugador m¨¢s perspicaz (McManaman) lesionado, Guti y Anelka renqueantes, Toshack castigado lejos del c¨¦sped (mejor ser¨ªa as¨ª siempre, para que no interrumpa con sus altercados el ritmo de nuestro juego). Llegamos, por si no bastara, con el bald¨®n de no haber podido marcar un solo gol en las seis ¨²ltimas visitas ligueras. Y, para que no hubiera dudas, en el primer tiempo estrellamos un bal¨®n en la cruceta y al ¨¢rbitro le pareci¨® normal que Sergi despejara con la mano sin vestir el uniforme de portero. As¨ª que no nos falta ni un elemento para seguir probando a desempe?ar el tradicional papel del Bar?a, el del quejica, como se apresuraron a corroborar nuestros directivos nada m¨¢s o¨ªr el pitido final.
Pero el Bar?a, que desde la era Cruyff se iba apoderando a su vez de la figura madridista (seguridad, denuedo, un punto de chuler¨ªa), se ve que no acaba de consentir en la inversi¨®n absoluta, y se resiste a dejarse arrebatar la condici¨®n de condenado injusto. S¨®lo de este modo se explica que las gradas clamaran "As¨ª, as¨ª gana el Madrid" cuando ¨¦ste iba perdiendo y ya hab¨ªa sufrido los entuertos y reveses mencionados.
Y es que quiz¨¢ haya pese a todo en el f¨²tbol algo m¨¢s fuerte que las infinitas traiciones a que hoy se ve sometido. Algo m¨¢s fuerte y m¨¢s sentimental que los dirigentes aprovechados y los entrenadores egoc¨¦ntricos. No s¨¦ si ese algo durar¨¢ mucho m¨¢s, pero al menos a¨²n pervive en esta generaci¨®n de futbolistas. En el Bar?a se llama Guardiola, en el Madrid Ra¨²l. El primero todav¨ªa es capaz de dar ¨®rdenes vehementes y abroncar a Kluivert por hacer mal uso de su castellano aprendido; el segundo, de hacer entrar con suspense y llorando un bal¨®n en la red y mandar callar con el ¨ªndice sobre los labios a cien mil personas en su propia casa. Que duren esos jugadores, que duren, si no queremos perder para siempre el dramatismo, la emoci¨®n y la sentimentalidad.
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