?frica como quimera
Uno de los grandes l¨ªderes del ?frica negra, de la primera generaci¨®n de la independencia, acaba de extinguirse. Julius Nyerere, 77 a?os, presidente de Tanzania de 1962 a 1985, fue un gu¨ªa para su pueblo y un ejemplo que trascendi¨® a su pa¨ªs. Cuando el mundo precisaba menos iconos planetarios, Nyerere fue un Mandela anticipado, aunque la fortuna no siempre coronara sus aventuras terrenales.El profesor, como se le conoc¨ªa en suajili, la lengua del ?frica oriental ex brit¨¢nica, so?¨® una quimera y la dura realidad la convirti¨® en desastre: el desarrollo aut¨®ctono de ?frica edificado sobre una especie de socialismo rural, agrupado en colectividades campesinas, donde la propiedad y la explotaci¨®n de la tierra eran comunitarias. El mundo negro habr¨ªa tomado de la civilizaci¨®n occidental lo que hubiera sido menester, pero sin calcar su modelo de desarrollo, que el cat¨®lico Nyerere jam¨¢s concibi¨® tampoco como deudor del comunismo.
La declaraci¨®n de Arusha, que conten¨ªa su programa, se hac¨ªa p¨²blica en 1967, cuando la bipolaridad y el aparente ascenso pol¨ªtico del Tercer Mundo parec¨ªan justificar el optimismo. Nyerere se retiraba, sin embargo, del poder con un pa¨ªs arruinado, en el que el sue?o de un hombre nuevo en una nueva ?frica se hab¨ªa trocado en pesadilla de pobreza y atraso. No fue un gobernante dem¨®crata en el sentido en que un Occidente afortunado puede concebir; su Tanzania era un r¨¦gimen de partido ¨²nico, pero en modo alguno un Estado policial. Su obra, sobre todo, ha sido la del desapego del poder, de la honradez, del sentimiento tolerante y jubiloso de la vida.
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