El sal¨®n de espejos deformantes
Aunque los resultados de las elecciones del pasado domingo conciernan fundamentalmente a la pol¨ªtica catalana y precisen de claves interpretativas propias, la participaci¨®n de formaciones que compiten tambi¨¦n en el resto del ¨¢mbito estatal (PSOE, PP e IU) y la implicaci¨®n de CiU en la llamada gobernabilidad del sistema democr¨¢tico mediante los votos de sus diputados en el Congreso obligan a reflexionar igualmente sobre las consecuencias del 17-O para las pr¨®ximas elecciones legislativas. Junto a la meritoria sexta victoria de Jordi Pujol, que ha roto la marca ciclista de Indurain y puede igualar el r¨¦cord pol¨ªtico de 23 a?os en el poder ostentado por el sueco Tage Erlander, el impresionante ascenso de Pasqual Maragall (su irremediable sucesor en la presidencia de la Generalitat), los pobres resultados del PP y el estrepitoso batacazo de IU son datos significativos de una convocatoria cuyos resultados incidir¨¢n sobre la pol¨ªtica espa?ola.Ese reflejo sufrir¨¢, sin embargo, los efectos distorsionadores propios de los espejos deformantes: el estudio comparado de las seis elecciones celebradas para el Parlamento de Catalu?a (de 1980 a 1999) y las siete elecciones a Cortes Generales (de 1977 a 1996) limita el alcance de los posibles paralelismos. La abstenci¨®n siempre ha castigado m¨¢s los comicios catalanes: aunque esa baja participaci¨®n en las urnas haya sido atribuido hasta ahora exclusivamente al desinter¨¦s de un sector de votantes no nacionalistas hacia las elecciones auton¨®micas, la abulia parece haber perjudicado en esta ocasi¨®n tambi¨¦n a CiU. Seg¨²n algunos expertos, un segmento de ciudadanos catalanes cambia regularmente el sentido de su sufragio -el llamado voto dual- seg¨²n el ¨¢mbito de cada convocatoria, respaldando a los socialistas en las generales y a CiU en las auton¨®micas. Pero, aunque esas peculiaridades aconsejen prudencia a la hora de extrapolar los datos del 17-O, parece evidente que Catalu?a y el resto de Espa?a no son compartimentos electorales estancos.
Los excelentes resultados obtenidos por Pasqual Maragall -cabeza de la lista m¨¢s votada en el conjunto de Catalu?a y segunda en n¨²mero de esca?os- refuerzan las expectativas de los socialistas y prosiguen su cura de autoestima iniciada con las elecciones del 13-J. No es seguro, en cambio, que los dirigentes del PSOE sepan extraer de la brillante experiencia catalana todas las ense?anzas adecuadas a la hora de elaborar las listas y dise?ar la campa?a de las pr¨®ximas legislativas: la renovaci¨®n de las ideas, del lenguaje y de los candidatos impulsada por Maragall y la imaginativa audacia de su pol¨ªtica de alianzas podr¨ªan quedar contrarrestadas en la sede central del PSOE por las pesadas inercias del pasado y por la claustrof¨ªlica cultura de un aparato preocupado ante todo por conservar su poder interno y remiso a permitir que Joaqu¨ªn Almunia juegue de verdad -ejerciendo su derecho- un papel aut¨®nomo como candidato a la presidencia.
La mala cosecha recolectada por Alberto Fern¨¢ndez -algo as¨ª como la encarnaci¨®n de la idea plat¨®nica de anticandidato- confirma el fracaso de la tentativa del PP para abrirse un hueco al sol en Catalu?a; aun suponiendo que el grave retroceso de los populares -perdedores el 17-O del 30% de los votos y de los esca?os obtenidos en las auton¨®micas de 1995- no enfriase su moral de victoria en el resto de Espa?a, Aznar seguir¨ªa lejos de la mayor¨ªa absoluta si los ciudadanos catalanes continuaran d¨¢ndole la espalda en las elecciones generales. El rid¨ªculo corrido en las urnas catalanas por IU es un nuevo episodio de la suicida estrategia de voladura incontrolada de la coalici¨®n llevada a cabo por Anguita, cuya ¨²ltima ocurrencia ha sido promover una caritativa colecta para pagar al ex juez Lia?o la multa a que ha sido condenado por el Supremo (mientras, el director de Abc y su columnista-estrella Campmany exigen al Gobierno que le indulte su delito continuado de prevaricaci¨®n). El pat¨¦tico naufragio del 17-O aumenta la deriva hacia la marginalidad de unas siglas que siguen invitando nominalmente -contra toda evidencia- a la unidad de la izquierda: Anguita puede estar satisfecho, sin embargo, de haber arrebatado un esca?o a la alianza presidida por Pasqual Maragall, su ¨²nica meta -quod erat demostrandum, como dir¨ªa un profesor de matem¨¢ticas- en este maligno ejercicio de resta aritm¨¦tica electoral.
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