El Gobierno brit¨¢nico ignora las protestas y recibe con los mayores honores a Jiang Zemin
La alfombra roja de su recibimiento, la pompa de un encuentro hist¨®rico e incluso las banderas rojas que adornaban ayer el trayecto de la carroza en la que viajaba la reina Isabel II y su hu¨¦sped de honor, el presidente chino Jiang Zemin, no pudieron eclipsar el repudio de manifestantes hartos de los abusos autoritarios ni las protestas contra el tratamiento de Pek¨ªn hacia T¨ªbet. En las primeras horas de la primera visita oficial de un l¨ªder chino al Reino Unido, ambas partes ignoraron las protestas y prefirieron hablar de buenas relaciones, que se traducen en intercambios comerciales.
El Gobierno de la Rep¨²blica Popular se?ala con esta visita su intenci¨®n de reparar puentes con Occidente y otorgarle la m¨¢xima visibilidad de su cuidadosamente calculado proyecto de acercarse a Londres y, en el proceso, sembrar celos en Washington.El l¨ªder chino fue pr¨®digo en sonrisas y su satisfacci¨®n por la hospitalidad oficial londinense era visible. Por ello le rest¨® importancia a las manifestaciones de disgusto brit¨¢nico y de indignaci¨®n de los chinos en el exilio que blandieron brevemente pancartas de oposici¨®n como la expresi¨®n m¨¢s visible de protesta ante la hospitalidad que la corona y el Gobierno brit¨¢nicos dan a un r¨¦gimen con un pobre r¨¦cord de respeto a los derechos humanos y un desd¨¦n a las aspiraciones nacionalistas y religiosas de T¨ªbet.
Flanqueado por la reina, del brazo de su mujer, Wang Yeping, el presidente chino salud¨® a curiosos y turistas arremolinados en Pall Mall en el trayecto hacia Buckingham Palace desde su partida del suntuoso hotel de Kensington hacia su alcoba de honor en la residencia de la monarca. Quiz¨¢s no tuvo que ver c¨®mo los polic¨ªas arremet¨ªan educadamente con los opositores al r¨¦gimen de Pek¨ªn, ni los m¨¦todos empleados por los agentes para acallar a los partidarios de un T¨ªbet libre.
El espect¨¢culo de ayer no hizo sino confirmar las ansias brit¨¢nicas de consolidar una relaci¨®n econ¨®mica e hist¨®ricamente relacionada desde la devoluci¨®n de Hong Kong. Quiz¨¢s por ello, y por la necesidad de aplicar distancias visibles, en el banquete ofrecido en Buckingham Palace el gran ausente fue Chris Patten, el ¨²ltimo gobernador de Hong Kong que, seg¨²n fuentes confiables, anoche ard¨ªa de furia por el desd¨¦n en aras de las oportunidades econ¨®micas que ofrece China.
Con su llegada a Londres para una visita oficial de cuatro d¨ªas, el presidente chino di¨® el primer gesto de reconciliaci¨®n con Occidente despu¨¦s del bombardeo aliado de la Embajada de Pek¨ªn en Belgrado durante los ataques aliados a Yugoslavia. Al fin y al cabo, el Reino Unido actu¨® con denodada eficiencia en la campa?a contra Yugoslavia en cuyo proceso China se sinti¨® insultada y herida por la destrucci¨®n de su sede diplom¨¢tica, algo que la OTAN describi¨® como un lamentable error, pero que en la amplitud de China se vi¨® como un deliberado ataque contra su pol¨ªtica de neopacifismo.
El primer ministro laborista, Tony Blair, estaba anoche tratando de hallar un punto de compromiso entre los que le reclaman que denuncie la falta de respeto a los derechos humanos del Gobierno chino o la pol¨ªtica de represi¨®n de la oposici¨®n y el tratamiento cort¨¦s a los invitados oficiales que se puede traducir en una magn¨ªfica relaci¨®n comercial.
Las exportaciones brit¨¢nicas a China van por minutos superando la marca de los 1.000 millones de libras (255.000 millones de pesetas). El Reino Unido es el principal socio econ¨®mico de China. "Compromiso construtivo" es la frase que han acu?ado los grandes estrategas brit¨¢nicos para impulsar ese crecimiento. Chinos y brit¨¢nicos ven esa posibilidad como una veta de oro inagotable.
El presidente chino brind¨® anoche por la consolidaci¨®n de una nueva era de relaciones. La reina hizo lo propio invocando la proximidad de dos naciones destinadas a obedecer el instinto de actuar como puente entre Europa y el Lejano Oriente
Jiang no visitar¨¢ la tumba de Marx
El presidente chino, Jiang Zemin, lleg¨® preparado a Londres. Al fin y al cabo, su visita marca un hito entre Pek¨ªn y Occidente, el tipo de encuentro que los estadounidenses habr¨ªan deseado patrocinar pero al que el Reino Unido se adelant¨® con gran astucia diplom¨¢tica. El resultado de este ejercicio de reparaci¨®n diplom¨¢tica est¨¢ por verse en los pr¨®ximos d¨ªas, cuando los l¨ªderes de ambos pa¨ªses izen sus respectivas banderas, satisfechos por los resultados del gran experimento pol¨ªtico-comercial de fin de siglo.Curiosamente, el presidente Jiang no ha soliticado lo que toda delegaci¨®n china sol¨ªa hacer nada m¨¢s poner pie en Londres: Una visita a la tumba de Karl Marx en el gran cementerio de Highgate. "Es un tanto desconcertante", admiti¨® un portavoz de la administraci¨®n del cementerio mas famoso de la capital brit¨¢nica. "Nos esper¨¢bamos una solitidud oficial, pero ¨¦sta nunca lleg¨®". ?Han olvidado los chinos a Marx? ?Es que existe temor de arruinar un ejercicio diplom¨¢tico con una petici¨®n para rendir un breve tributo al comunismo?
En los pr¨®ximos tres d¨ªas quiz¨¢s se conozca si los planes tur¨ªsticos del l¨ªder de China ir¨¢n lo suficientemente lejos como para darse una vuelta por Highgate y extraer de su bolsillo un libro rojo que en China creen que todav¨ªa lleva consigo.
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