Camp nou
Una cosa es que la prioridad para intentar formar Gobierno se conceda a Pujol, que tiene m¨¢s esca?os, y otra ignorar que Maragall ha tenido m¨¢s votos. Pere Esteve sostiene que todo sigue igual: "Antes necesit¨¢bamos el apoyo de un grupo que tuviera al menos ocho esca?os, y ahora necesitamos uno que tenga al menos doce; pero sigue bast¨¢ndonos con un grupo". Es ingenioso pero tramposo. Lo nuevo no es que CiU tenga cuatro esca?os menos, sino que su ventaja de 16 puntos sobre el PSC se haya convertido en un empate (e incluso en una ligera ventaja de la alternativa). Pujol podr¨¢ seguir gobernando, pero ya no podr¨¢ ir por el camino de la Declaraci¨®n de Barcelona, por ejemplo. Ahora, por primera vez desde 1980, hay una alternativa que no es que le pise los talones sino que ya tiene m¨¢s votos.Maragall se ha presentado como abanderado de un cambio sin ruptura. Digamos, como una opci¨®n catalanista, casi nacionalista. Para quienes no comparten esa fe, incluidos los desenga?ados de ella, es algo que les pone en contradicci¨®n consigo mismos, porque todos ellos, incluyendo a Vidal-Quadras, quer¨ªan que ganase Maragall. As¨ª es la vida. Que no sea rupturista no significa que sea continuista, pero eso tendr¨¢ que demostrarlo desde la oposici¨®n. No tiene por qu¨¦ ser la suya una pol¨ªtica agresiva, como no lo ha sido su campa?a, lo que seguramente le ha favorecido: la gente est¨¢ harta de bronca. Pero para ser alternativa, no rupturista pero alternativa, tendr¨¢ que utilizar la fuerza de su mayor¨ªa moral para contrarrestar el sectarismo nacionalista; no s¨®lo el aventurerismo soberanista, que puede rebrotar si Pujol pacta con Esquerra, sino el dogmatismo sectario: el que se manifiesta en la televisi¨®n catalana, por ejemplo, o en la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica. Terreno en el que el PSC no ha hecho casi nada hasta ahora. Ser alternativa no significa ahora ser menos catalanista, sino m¨¢s respetuoso con el pluralismo.
Los no nacionalistas del Pa¨ªs Vasco se dar¨ªan con un canto en los dientes por contar con un Maragall (y con un Pujol, pero ¨¦sa es otra cuesti¨®n). No es que en Euskadi no existan nacionalistas dem¨®cratas y liberales, partidarios, por ejemplo, de plantear su reivindicaci¨®n en t¨¦rminos compatibles con la estabilidad del Estado auton¨®mico. Lo que pasa es que su influencia es muy limitada. La impaciencia de algunos arruin¨® el proyecto de Euskadiko Ezkerra; y las voces sensatas que en el PNV alertaron sobre el antiautonomismo de Lizarra acaban de ser conminadas a callarse: con una advertencia dirigida a Ardanza, nada menos.
El lunes se cumplen 20 a?os de la aprobaci¨®n del Estatuto de Gernika. Un s¨ªntoma del absurdo en que se mueve la pol¨ªtica vasca es que el Gobierno nacido de ese Estatuto, presidido por el nacionalista Ibarretxe, se abstendr¨¢ de cualquier celebraci¨®n, mientras que s¨ª lo festejar¨¢ la Diputaci¨®n de ?lava, que preside el popular Rabanera. En 1979, AP, como se llamaba entonces, propugn¨® el voto en contra en el refer¨¦ndum del Estatuto. As¨ª que es injusto decir que ese partido no se ha movido. Que toda la sociedad asuma como propio lo que hasta hace unas d¨¦cadas era el programa del PNV deber¨ªa ser motivo de satisfacci¨®n para este partido; pero parece que les molesta.
Hay un cierto equ¨ªvoco cuando se dice que el Estatuto fue un acuerdo equidistante entre las aspiraciones de los nacionalistas y las de quienes carecen de esa emoci¨®n. Entre cero y 10, el resultado fue, pongamos, 8: un Estatuto, el m¨¢s autonomista de Europa, seg¨²n admit¨ªa entonces Arzalluz, que se acercaba mucho al programa m¨¢ximo nacionalista. Los patriotas de vocaci¨®n tard¨ªa que enseguida comenzaron a hablar de estatuto de m¨ªnimos no sab¨ªan lo que dec¨ªan. Quien menos se ha movido ha sido HB, que ya entonces llam¨® a una abstenci¨®n activa. En la ponencia pol¨ªtica presentada por la Mesa Nacional para su pr¨®xima asamblea se atribuye a la Asamblea de Electos, entre otras funciones, la de convocar elecciones en el ¨¢mbito de Euskal Herria, al margen de las actuales instituciones. Y se propugna para las legislativas una actitud de abstenci¨®n activa; es decir: coactiva. En fin, que la cosa sigue planteada, como en tiempos de Arana, entre vasquistas fenicios (tambi¨¦n llamados catalanistas) y patriotas aut¨¦nticos. Con la diferencia de que ahora se juega en un campo nuevo: el de la Espa?a democr¨¢tica y auton¨®mica. (Y que el consejero delegado del BBVA no es de Neguri, sino un nacionalista liberal oriundo de la Margen Izquierda).
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