Una muerte evitable
LA MUERTE de la joven Mar¨ªa del Mar Herrero, a manos de su ex novio, tildado de psic¨®pata por la sentencia que le conden¨® en 1995 por el asesinato frustrado de una novia anterior, ha dado lugar a un desazonador debate social y jur¨ªdico, marcado por el desasosiego de no haber hecho nada por evitarla a pesar de las llamadas de socorro de la v¨ªctima. Que ese crimen, cometido ante los ojos de muchos, era evitable se deduce de la autocr¨ªtica hecha por las c¨²pulas judicial, policial y de la fiscal¨ªa madrile?as, que han reconocido su car¨¢cter de "fracaso institucional".Es importante que la justicia, el ministerio p¨²blico y la polic¨ªa admitan sin rodeos que pudieron hacer algo m¨¢s, y que ten¨ªan a mano algunos medios para desbaratar los designios criminales del homicida. Pero esa autocr¨ªtica s¨®lo ser¨¢ cre¨ªble si desde ya mismo act¨²an con mayor sensibilidad y diligencia en los casos de violencia dom¨¦stica.
La Fiscal¨ªa de Madrid ha defendido con firmeza que hab¨ªa medios legales para anular la libertad condicional del ex novio de Maria del Mar y devolverle a la c¨¢rcel. Est¨¢n en el art¨ªculo del C¨®digo Penal que prev¨¦ esa medida "si el reo delinquiere o inobservare las reglas de conducta impuestas". Pero la juez de vigilancia penitenciaria, en una interpretaci¨®n tan exageradamente literal de ese precepto que le vac¨ªa de racionalidad, consider¨® que s¨®lo si hay condena puede decirse que alguien delinque. Es evidente que hay mucho que discutir sobre una interpretaci¨®n de la norma que deja inerme a la v¨ªctima frente a quien la amenaza con arrebatarle la vida. Pero ese mismo precepto tambi¨¦n permite revocar la libertad condicional si el reo no observa las reglas de conducta impuestas. ?No cabe incluir en esas reglas de conducta exigibles a un preso en libertad condicional la de no amenazar de muerte a nadie? S¨®lo desde una justicia burocratizada, que desconoce la realidad del caso, puede explicarse que el autor de la muerte de Mar¨ªa del Mar estuviera en libertad el d¨ªa que cometi¨® el crimen.
Pero no menos burocr¨¢tica fue la actuaci¨®n del juez de Alcobendas, incapaz de calibrar el riesgo de las amenazas de muerte denunciadas por Mar¨ªa del Mar. No ten¨ªa que hacer futurolog¨ªa, sino tomar en serio una denuncia sobre amenazas que, como se demostr¨®, anunciaban un riesgo m¨¢s que potencial contra la vida de la denunciante. Pero para valorar en su justa medida ese riesgo es indispensable hablar con la denunciante, ver su cara y el grado de ansiedad que refleja. Es decir, cumplir con ese principio de una buena justicia que se llama inmediaci¨®n judicial. La absurda muerte de Mar¨ªa del Mar pone en la picota a una justicia administrada desde la lejan¨ªa de los despachos, sin conocer al delincuente ni a sus v¨ªctimas, y que da p¨¢bulo a esa imagen de maquinaria fr¨ªa e insensible que exhibe a los ojos de muchos ciudadanos.
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