M¨¢s catalanismo
Los resultados de las elecciones catalanas del 17 de octubre dan mucho que pensar al analista pol¨ªtico, desde la infidelidad, una vez m¨¢s comprobada, de las encuestas hasta los pron¨®sticos de las pr¨®ximas elecciones generales, pasando por los excesos que de la personalizaci¨®n del poder, impropio de un r¨¦gimen que se dice parlamentario, estamos alcanzando en nuestros d¨ªas y latitudes. Pero, adem¨¢s, dan que pensar al renovar la m¨¦dula de la relaci¨®n de la Generalitat con el Estado.En efecto, las elecciones catalanas revelan la irreductible potencia de los fen¨®menos nacionales m¨¢s all¨¢ incluso de la decadencia, transitoria o no, de las fuerzas pol¨ªticas nacionalistas. En Madrid no ha faltado quien, desde el Gobierno o los medios de comunicaci¨®n, haya se?alado que el declive electoral de CiU y aun de ERC, el auge del socialismo y la eventual dependencia que de las fuerzas pol¨ªticas estatales pudiera tener CiU para gobernar la Generalitat, supondr¨ªa un eclipse cuando no un ocaso de la reivindicaci¨®n nacional catalana. Yo no lo creo as¨ª, antes al contrario, por las siguientes razones.
El resultado de las elecciones revela, en primer lugar, una conciencia nacional catalana, com¨²n a todas las fuerzas pol¨ªticas. Y por no participar claramente de dicha conciencia nacional difusa, el PP no s¨®lo sigue siendo minoritario, sino que, pese a ser la tercera fuerza electoral, resulta expl¨ªcita o impl¨ªcitamente marginado de todas las posibles combinaciones, en primer lugar por quien, probablemente, va a beneficiarse m¨¢s de su apoyo.
Por otro lado, sobre el nacionalismo de CiU no hay que dudar y el probable mayor protagonismo de UDC no va sino a acentuarlo. Pero es claro que ante su mayor debilidad electoral y parlamentaria, para justificarse ante sus votantes, simpatizantes y militantes, la coalici¨®n nacionalista tendr¨¢ que ahondar en su mensaje, lo cual sin duda no tiene por qu¨¦ suponer una mayor dureza, pero s¨ª una mayor insistencia en su reivindicaci¨®n identitaria. Y ello le har¨¢ m¨¢s necesario el pacto con ERC. Pacto a la larga inevitable porque, d¨ªgase lo que se diga, la coalici¨®n nacionalista no puede arriesgarse a permitir que, como alternativa, se constituya un bloque catalanista de izquierdas potencialmente mayoritario.
Porque, en tercer lugar, las fuerzas de izquierda coligadas en torno a Maragall no son menos catalanistas que CiU, y no debiera olvidarse que su proyecto de autogobierno supon¨ªa nada m¨¢s y nada menos que una confederalizaci¨®n del Estado, con lo que tal cosa implica de revisi¨®n constitucional.
Todo ello demuestra que, cuando el nacionalismo ha fermentado un determinado cuerpo pol¨ªtico hasta hacerle tomar conciencia nacional, ¨¦sta y su correlato, la Naci¨®n, son m¨¢s importantes que el propio nacionalismo, como el pan lo es m¨¢s que la levadura. En Madrid se har¨ªa bien en tomar buena nota, especialmente por quienes han de velar por el futuro de la estabilidad estatal. No vale dilatar las opciones que den una respuesta a la identidad catalana, esperando que un nuevo mapa pol¨ªtico rebaje su intensidad. Ni ese mapa se da, ni su reconfiguraci¨®n ser¨ªa relevante al respecto. Antes al contrario, correr¨ªa prisa el dar una salida satisfactoria a la reivindicaci¨®n de identidad catalana antes que dicha reivindicaci¨®n se mezcle y potencie con otras o, a pesar de su deseo de singularidad, se desborde sobre el Estado todo. Que ello ocurra de una u otra manera no depende tanto de la buena o mala intenci¨®n de los pol¨ªticos catalanes, sino de la l¨®gica profunda de la historia. Esa historia que los hombres hacen siempre y que ser¨ªa mejor hiciesen a plena conciencia de ello.
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