Macabra coincidencia
Hay algo m¨¢s incre¨ªble que la cat¨¢strofe a¨¦rea que el lunes cost¨® la vida a Payne Stewart y a sus compa?eros de viaje del fat¨ªdico Gates Learjet35: el hecho de que sea la segunda vez en menos de dos d¨¦cadas que ocurre, con el mismo modelo de avi¨®n, en las m¨¢s parecidas circunstancias, con id¨¦nticas peripecias e igual desenlace. El mismo tipo de avi¨®n fantasma cruzando antes los cielos de toda Europa en un caso ¨²nico en la historia de la aviaci¨®n civil, te¨®ricamente imposible de repetirse, y ahora el territorio de medio Estados Unidos como si de la copia al carb¨®n de la misma calamidad se tratase.Las aeronaves modernas vuelan a altitudes donde la falta de ox¨ªgeno hace necesario que los aviones est¨¦n dotados de alg¨²n tipo de atm¨®sfera artificial. Tal es la presurizaci¨®n, mediante la cual, a trav¨¦s de complejos sistemas electroneum¨¢ticos dirigidos por computadora, se otorga a la nave un ambiente normalmente respirable y muy parecido al que la troposfera nos concede al nivel del mar. Todos los viajeros conocen el hecho de que los aviones modernos cuentan con mascarillas para uso de todos los ocupantes, para el caso de que una anomal¨ªa en los mecanismos correspondientes produzca una reducci¨®n de la presi¨®n del aire. Si tal incidente ocurriese, el avi¨®n efectuar¨ªa un descenso de emergencia hasta alcanzar las capas inferiores de la atm¨®sfera. Cuando la disminuci¨®n de la presi¨®n es causada por una rotura estructural, tal como el desprendimiento de una ventanilla o un desgarramiento en el fuselaje, el trance se denomina descomprensi¨®n explosiva.
A pesar de esa alarmante calificaci¨®n, cuando se vuela entre 9.000 y 11.000 metros, que es la altura habitual de crucero de los reactores de l¨ªnea, si no hay da?os que afecten a la propia integridad del avi¨®n, las consecuencias nunca deber¨ªan ser demasiado serias. Pero hay aviones que vuelan a mayor altitud. Tales son los de combate, algunos modernos reactores de negocios y el tan conocido Concorde. Concretamente, el Learjet35, protagonista del accidente del lunes, tiene una velocidad de crucero superior a los 900 kil¨®metros por hora, a una altitud normal de 14.000 a 15.000 metros. All¨ª, en plena estratosfera, surge amenazador un nuevo y extraordinario peligro. Ya no se trata de contar con la provisi¨®n oportuna de ox¨ªgeno; en ese ambiente tan hostil, lo que no ha de faltar ser¨¢ la presi¨®n necesaria para evitar que el nitr¨®geno contenido en los fluidos vitales de los ocupantes, instant¨¢neamente, se materialice en letales burbujas que provoquen una masiva embolia gaseosa.
Los ocupantes de un reactor civil de gran altitud como el Learjet, si ocurre una descompresi¨®n explosiva, perder¨¢n el sentido instant¨¢neamente y seguramente la propia vida segundos m¨¢s tarde, antes de que nadie pueda tomar medida alguna para evitar la inminente cat¨¢strofe, ni siquiera darse cuenta de lo que ocurre. El piloto autom¨¢tico, inmune a tales fen¨®menos, continuar¨¢ imperturbable conduciendo el avi¨®n. F¨¢cil es imaginar el final. La nave, con sus turbinas detenidas, tal como ocurri¨® en las proximidades de las islas Brit¨¢nicas a?os atr¨¢s y en el lejano Estado de Dakota del Sur esta vez, se precipitar¨¢ al suelo sin gobierno.
Resulta extraordinario comprobar que las dos ¨²nicas veces en que esta cat¨¢strofe ha tenido lugar ha sido, como antes mencionamos, en tan incre¨ªblemente iguales circunstancias.
En los dos casos imaginamos el estupor de los pilotos de los cazas interceptadores: comprobaron horrorizados que en las cabinas de los pilotos, en ambos casos, no se ve¨ªa ser viviente alguno a los mandos.
Contin¨²en los viajeros a¨¦reos volando con tranquilidad, porque este accidente en particular no puede producirse en las alturas en las que vuelan las l¨ªneas a¨¦reas convencionales. En cuanto al Concorde, parece quedar bien demostrado, en su tercera d¨¦cada de operaci¨®n, que tiene fortaleza suficiente para no padecer aver¨ªas de este tipo. ?ste ha sido el precio que, una vez m¨¢s, el hombre, osado, hubo de pagar en su fatal anhelo de conquistar ¨¢mbitos para los cuales su organismo no fue dise?ado.
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