Insisto
Ustedes me permitir¨¢n que les presente un segundo caso de inversi¨®n para completar el de la semana pasada. Se trata ahora de un modelo que roza la perfecci¨®n en la figura de Julio Anguita, el pol¨ªtico mejor dotado para destruir la izquierda espa?ola. Con admirable eficacia, Anguita ha ido reduciendo el espacio de su partido hasta aproximarlo a la marginalidad. Tras cada uno de sus sucesivos triunfos, ¨¦l mismo y los profesionales de su organizaci¨®n han recibido con alborozo la p¨¦rdida de votantes como demostraci¨®n de lo acertado de sus ideas. Es la imagen pura del pol¨ªtico que se toma por "dirigente" y no por "representante", convencido de que le pagan para educar a unos ciudadanos que no saben lo que quieren. La misi¨®n de Anguita es ir expulsando de su soberan¨ªa a los tontos, hasta que aprendan. No representa voluntades populares, sino que las forja. Y si no se dejan forjar, peor para ellas. Pagar¨¢n los impuestos con los que se financian las elecciones y los dirigentes a cambio de nada.Esta inversi¨®n convierte a los servidores p¨²blicos en pastores de siervos y afecta a todos los pol¨ªticos que consideran un triunfo la eliminaci¨®n de votantes. No son representantes democr¨¢ticos, sino dirigentes heroicos y, por tanto, entre sus obligaciones no figura la de escuchar a los electores y transmitir sus exigencias, sino la de educarlos y, llegado el caso, suprimirlos. Si no aceptan ser dirigidos, pues que no existan.
En las recientes elecciones catalanas, las m¨¢s decisivas y disputadas de los ¨²ltimos 20 a?os, los pol¨ªticos lograron que bajara la participaci¨®n ciudadana en varios cientos de miles, pero nadie lo ha considerado un fracaso. El candidato del PP, por ejemplo, explic¨® euf¨®rico el esfuerzo que le hab¨ªa costado perder un mont¨®n de esca?os y lo contento que estaba tras haberlo conseguido. No fue el ¨²nico en jugar a la inversi¨®n. Pero si lo ponemos del derecho, en realidad perdieron todos. Unos, las elecciones; otros, los votantes, y el Parlamento catal¨¢n casi media ciudadan¨ªa. En consecuencia, tambi¨¦n los votantes hemos perdido, porque nos dirigen, pero no nos representan cabalmente. Y mientras los pol¨ªticos sigan dedicados a tareas heroicas y trascendentes, soportaremos una democracia invertida, o sea, con la cabeza en los pies.
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