Sobre la prostituci¨®n
A trav¨¦s de este espacio quisiera, con todo respeto, dar mi opini¨®n sobre las prostitutas de la Casa de Campo y la prostituci¨®n en general. A pesar de no haber tenido ninguna relaci¨®n ni aventura amorosa con dichas mujeres, llamadas ir¨®nicamente de vida alegre, me merecen un gran respeto por entender que prestan un servicio a la sociedad. Y considero vergonzoso que despu¨¦s de siglos o milenios prestando dicho servicio... sigamos sin reconocer dicha profesi¨®n, priv¨¢ndolas de todos sus derechos, incluido el de su dignidad. Cuando lo indigno no es dicha profesi¨®n en s¨ª, sino todo lo que la rodea. Desde su ilegalizaci¨®n, que las deja en manos de impresentables y par¨¢sitos de toda ¨ªndole que viven de ellas, hasta los puritanos de doble moral, que mientras dicen escandalizarse de dicha prostituci¨®n acuden a ella a solucionar sus problemas y traumas.Por ello, de una vez por todas, deber¨ªamos despojarnos de falsos prejuicios y falsa moral y tratar de solucionar sin tapujos este problema reconociendo su profesi¨®n, d¨¢ndolas de alta en la Seguridad Social, autorizando lugares dignos para ejercer su trabajo,con una buena prestaci¨®n sanitaria. Y, en definitiva, tratar de integrarlas plenamente a la sociedad en igualdad de condiciones, obligaciones y derechos. Pues por el bien y la dignidad de todos no deber¨ªamos consentir que estas mujeres est¨¦n tiradas por esas calles y esos campos, expuestas a las duras inclemencias del tiempo y a toda clase de peligros y vejaciones. En mi opini¨®n, lo m¨¢s triste y preocupante es que gran parte de las que se dedican a la prostituci¨®n proceden de pa¨ªses pobres y clases marginadas. Y ser¨ªa de desear que las que ejercen dicha profesi¨®n lo hicieran libremente, por propia voluntad, sin ser obligadas ni coaccionadas por nada ni por nadie.- . .
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