El reloj que incordia

El vecindario del entorno de El Miguelete se queja de las campanadas horarias nocturnas que se emiten hist¨®ricamente desde el campanario. Alegan que les interrumpe el sue?o, desvel¨¢ndoles, y que por la noche, al menos, debieran suspenderse. El Gremio de Campaneros, en coherencia con su oficio y acaso por padecer sordera profesional, defiende esta antigua pr¨¢ctica establecida cuando el dicho reloj marcaba las horas y el pulso de la ciudad. Hoy, qui¨¦rase que no, es un anacronismo tan pintoresco como se pretenda, pero molesto, adem¨¢s de in¨²til. Los campaneros deber¨ªan considerar que Valencia figura entre las urbes m¨¢s ruidosas del mundo y que atenuar la contaminaci¨®n ac¨²stica es contribuir a su civilidad. Se arg¨¹ir¨¢ que m¨¢s fastidia la pirotecnia, el gamberrismo, la poluci¨®n de festejos y hasta la TV del vecino, pero tales aflicciones no justifican esa suerte de gota malaya que es despertarnos a todas y cada una de las horas, como si no fuese sobrada servidumbre vivir a lo largo de la jornada pendientes del reloj. La noche se hizo para dormir, digo yo.