Recetas de arque¨®logo para atrapar criminales
Por su laboratorio han pasado en la ¨²ltima d¨¦cada algunos de los casos de antropolog¨ªa forense m¨¢s controvertidos y con mayor impacto en la opini¨®n p¨²blica. Durante estos a?os, el profesor Delf¨ªn Villalain y sus ayudantes en la Unidad de Medicina Legal de la Universidad de Valencia han analizado los restos de las tres ni?as de Alc¨¤sser brutalmente asesinadas, los miles de huesos desenterrados en la llamada casa de los horrores de Castell¨®n, los esqueletos de las mujeres de Vora Riu o el que se exhum¨® en la cripta de Llu¨ªs de Sant¨¤ngel.A lo largo de esos casos han llegado a la conclusi¨®n de que los levantamientos de cad¨¢veres en avanzado estado de descomposici¨®n, calcinados o fragmentados "se realizan de forma precaria y se pierden pruebas que facilitar¨ªan la resoluci¨®n de los casos". Para evitarlo han escrito un libro dirigido a agentes de la ley en el que desgranan los "errores" de estos casos prevenir nuevos fallos.
Los coautores del libro son Villala¨ªn, de 60 a?os, y su disc¨ªpulo Francisco Puchalt, un experto en paleopatolog¨ªa de 44. Han colaborado miembros de la Unidad de Medicina Legal como Marcos Miquel, Manuel Polo, Mercedes Aler o Pascual Gil, que han redactado los cap¨ªtulos sobre gen¨¦tica forense, anatom¨ªa comparada con animales o t¨¦cnicas de excavaci¨®n. El libro, titulado Identificaci¨®n antropol¨®gica, policial y forense, ver¨¢ la luz en breve y forma parte de una colecci¨®n policial coordinada por Francisco Ant¨®n, un investigador retirado de la Polic¨ªa Cient¨ªfica.
La obra propone utilizar las t¨¦cnicas minuciosas de la arqueolog¨ªa en el trabajo de campo. "El levantamiento del caso Alc¨¤sser", rememora Villala¨ªn, "se hizo con pico y pala, de manera chapucera, cuando luego se invirti¨® una semana en estudiar toda la superficie y faltaron huesos, aunque el trabajo bast¨® para esclarecer los hechos". Pero recalca que estos casos tan dram¨¢ticos exigen precisi¨®n, para evitar pol¨¦micas.
El profesor propone que se act¨²e "con pinceles, como los arque¨®logos, extrayendo poco a poco cada capa de tierra". Reconoce que este m¨¦todo requiere mucho tiempo pero advierte que "es indiferente que el cad¨¢ver se pudra un poco m¨¢s". Lo preocupante es que "con las prisas se les escape alguna prueba que se?ale al criminal". Pone el ejemplo de un cad¨¢ver con huesos fracturados. A primera vista parece la firma del asesino, pero pudo deberse a un corrimiento del terreno o al golpe de un pico por desenterrarlo de forma apresurada.
En el libro se quejan de que "la proliferaci¨®n de m¨¢quinas excavadoras en los levantamientos es chapucera porque destruye pruebas". Villala¨ªn se llev¨® las manos a la cabeza la pasada semana al ver en televisi¨®n una excavadora buscando los restos de la mujer descuartizada por su marido en los olivares de Chiva.
Con el sistema actual del azad¨®n y la excavadora no ha visto ning¨²n levantamiento de cad¨¢veres en penoso estado que reciba su aprobaci¨®n: el esqueleto tiene much¨ªsimos m¨¢s huesos que el exiguo n¨²mero que le remiten a su laboratorio para que identifique al cad¨¢ver. Uno de los casos m¨¢s "ca¨®ticos" que ha visto es el de las mujeres asesinadas de Vora Riu, en Castell¨®n: "La investigaci¨®n fue insuficiente, no hab¨ªa ning¨²n esqueleto completo y algunos restos se hallaron a posteriori", recuerda.
Todo lo contrario que los guardias civiles que excavaron el jard¨ªn de Emilio Pellicer, El Petxina, en Castell¨®n: la casa de los horrores. Cribaron toneladas de tierra y les inundaron el laboratorio con 3.000 fragmentos de huesos. "Nos vimos desbordados por su eficacia", bromea Puchalt, que pas¨® meses observando con lupa huesecitos menores de un cent¨ªmetro. Concluyeron que la tierra era de relleno y conten¨ªa huesos de animales. Para distinguirlos de los humanos dan dos consejos a los polic¨ªas: fijarse en las articulaciones, que son diferentes, y en que los huesos de animales son de "mejor calidad, m¨¢s blancos y compactos".
Al final descartaron todos los huesos menos un centenar, que eran humanos. Pero sus propietarios murieron mucho antes de que naciera El Petxina, con lo que se demostraba imposible que fueran sus v¨ªctimas. Concluyeron que el jard¨ªn tambi¨¦n hab¨ªa sido rellenado con tierra de un osario. La l¨¢stima, en su opini¨®n, es que los guardias que se acostumbraron a distinguir huesos min¨²sculos hayan sido destinados a otras labores en vez aprovechar su experiencia.
A Villala¨ªn le parece incre¨ªble que muchos maletines policiales carezcan de una l¨¢mpara de luz ultravioleta ("tan corriente que la tienen hasta las cafeter¨ªas") para hacer una inspecci¨®n nocturna y distinguir tejidos y restos que no se aprecian de d¨ªa. Peor a¨²n le parece que los jueces, forenses y polic¨ªas que van a los levantamientos apenas tengan nociones de antropolog¨ªa y recomienda el modelo norteamericano, con profesionales especializados. Pero mientras su propuesta no pase de ser una utop¨ªa sugiere una receta de arque¨®logo para que los huesos delaten al criminal: paciencia, rigor y pincel.
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