Condenados
JOS? LUIS FERRIS
Parece mentira que todav¨ªa queden ide¨®logos o pros¨¦litos del sentido com¨²n con el ¨¢nimo dispuesto a condenar hechos tan cotidianos como la pena de muerte. El espejo donde se mira el mundo, el ombligo por excelencia de la civilizaci¨®n, es un pa¨ªs allende el Atl¨¢ntico, que cambi¨® el faro de Occidente por la estatua de la libertad y vendi¨® el producto seg¨²n las infalibles leyes del marketing. As¨ª de claro. Por eso resulta improcedente que unos cuantos insensatos se empe?en en agitar su bandera contra la intolerancia y contra un conjunto de estados (unidos, se entiende) por un hecho tan peregrino como la simple aplicaci¨®n de la pena capital. ?Qu¨¦ puede suponer para un pa¨ªs tan todopoderoso y superpoblado la eliminaci¨®n leg¨ªtima de unos cuantos miserables sin regeneraci¨®n posible? Pedag¨®gicamente resulta de una eficacia supina, pero eficacia al fin, por lo ejemplar del hecho. Biol¨®gicamente es la demostraci¨®n palpable de que la clase humana es capaz de purgar subproductos en mal estado para bien de la especie. Metaf¨ªsicamente es la respuesta a la vieja incertidumbre de saber si el hombre es la causa o la mera consecuencia del mal como axioma u otras estupideces de similares proporciones. Y hasta aqu¨ª la broma, porque humanamente es una canallada que entretiene a las multitudes y da espect¨¢culo, y esto es tan obvio que la justicia se venda los ojos para aliviar del modo m¨¢s cobarde su extraviada conciencia.
En una c¨¢rcel de Florida siete jueces se juegan al mus el destino de Joaqu¨ªn Jos¨¦ Mart¨ªnez, un espa?ol condenado a la silla el¨¦ctrica por la muerte de Douglas Lawson, un traficante de drogas, y su novia Sherrie McCoy. Que en el instante del asesinato el reo estuviese comiendo palomitas delante del televisor mientras jaleaba a los Chicago Bulls en un trepidante encuentro de la NBA es lo de menos. Las coartadas fallan tanto como los fiscales que manipulan testigos en nombre de la ley. Pero aunque fuera cierto, aunque nuestro hombre resultara ser el verdadero homicida, los corredores de la muerte, la c¨¢mara de gas, la silla el¨¦ctrica o el garrote vil, qu¨¦ m¨¢s da el mecanismo, son otro modo de homicidio que convierte al verdugo en el m¨¢s peligroso de los miserables.
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