S¨¢hara, la revuelta que no cesa
La represi¨®n policial ha convertido la protesta social de los saharauis en reivindicaci¨®n nacionalista
ENVIADO ESPECIALUna escuadrilla de avionetas acrob¨¢ticas pintadas con los colores rojo y verde de la ense?a marroqu¨ª sobrevol¨® el cielo de El Aai¨²n. Fue uno de los vistosos actos del 24? aniversario de la Marcha Verde, con la que la monarqu¨ªa alau¨ª se anexion¨® la que entonces era provincia espa?ola del S¨¢hara Occidental. Pero mientras las autoridades de Marruecos celebraban el acontecimiento asistiendo en el Palacio de Congresos de la ciudad a un discurso televisado de Mohamed VI, los saharauis, hacinados en los arrabales de Colominas, Casas de Piedra y El Cementerio, reforzaban sus casas con puertas y rejas de hierro forjado. Esperan que, de esta forma, nuevos ataques de los colonos enviados por Rabat para alterar el censo de la ONU no les pillen desprevenidos.
En un discurso, de 10 minutos de duraci¨®n, el joven rey Mohamed VI anunci¨® anoche que a partir de ahora "los asuntos de las provincias del sur se van a tratar de una nueva forma". Y en cuanto al refer¨¦ndum, se?al¨®: "Estamos con el plan de paz a condici¨®n de que se inscriban en el censo todas las personas descendientes de saharauis".
Pero El Aai¨²n es estos d¨ªas una ciudad tomada. Hay controles de la Gendarmer¨ªa Real en todas las carreteras de acceso. Polic¨ªas de paisano comunicados entre s¨ª por walkie-talkies detienen a cualquier sospechoso. Patrullas del Ej¨¦rcito armadas con palos de azad¨®n recorren las callejuelas de los barrios m¨¢s conflictivos. Ocultos en naves y garajes, camiones repletos de soldados esperan una orden para reprimir cualquier disturbio.
En el nuevo y enorme edificio de los Tribunales fueron juzgados el jueves por la noche 23 j¨®venes saharauis bajo la acusaci¨®n de haber participado la v¨ªspera en unos disturbios. Fuera esperaban sus familiares: sobre todo, mujeres llorosas. "?stas son nuestras Madres de la Plaza de Mayo", susurr¨® uno de los congregados. Otro, hermano de un detenido que hasta ese momento ni siquiera hab¨ªa sido puesto a disposici¨®n judicial, s¨®lo se avino a contar su historia a bordo de un coche que callejeaba lentamente por la ciudad, por miedo a los esp¨ªas. Los polic¨ªas se hab¨ªan presentado en su domicilio, en Casas de Piedra, a las cuatro de la madrugada, hab¨ªan arrancado a su hermano de la cama y se lo hab¨ªan llevado, "s¨®lo Al¨¢ sabe a d¨®nde", entre los alaridos de su madre y la indignaci¨®n del vecindario. "El abogado ha dicho que ¨¦l tampoco sabe en qu¨¦ lugar lo tienen", dijo.
Todo esto suced¨ªa al d¨ªa siguiente de que el ministro del Interior, Dris Basri, acudiera a El Aai¨²n acompa?ado de otros miembros del Gobierno para anunciar las gracias que el nuevo monarca, Mohamed VI, se dispone a derramar sobre el territorio a trav¨¦s de un futuro Consejo Consultivo Real "en el que habr¨¢ representantes de todas las tendencias".
Desde que, a finales de septiembre, una manifestaci¨®n de minusv¨¢lidos, estudiantes y jubilados de Fos Bucraa (la empresa que explota los fosfatos del territorio) fue disuelta brutalmente por la polic¨ªa en la carretera que lleva hacia la ciudad santa de Smara, los disturbios no cesan. En aquella ocasi¨®n, los minusv¨¢lidos (que ped¨ªan ayudas econ¨®micas), los estudiantes (que exig¨ªan descuentos en sus viajes y alojamientos en las universidades del norte de Marruecos) y los jubilados (que protestaban porque las plazas que dejaban vacantes son adjudicadas autom¨¢ticamente a marroqu¨ªes y nunca a saharauis) fueron atacados con palos y cuchillos de carnicero por colonos protegidos por la polic¨ªa.
Lo que en principio era una protesta social degener¨® pronto en disturbios pol¨ªticos. Los gendarmes animaron a los colonos: "?A por los polisarios!". Los colonos gritaron: "?Viva Marruecos!". Y los saharauis respondieron: "?Viva la Rep¨²blica del S¨¢hara!".
He visto a saharauis con la espalda cosida a machetazos, rostros tumefactos, brazos rotos. He sabido de uno que fue violado con un palo y he visto la boca de otro al que los "dentistas" de la Suret¨¦ han aliviado de futuras caries en un incisivo y un canino por el expeditivo m¨¦todo de la extracci¨®n en vivo. Los nombres y apellidos de los protagonistas de esta historia han sido obviados para protegerlos. Las autoridades de la Wilaya (Gobierno Civil) se han negado a dar su versi¨®n de estos hechos a EL PA?S, so pretexto de la ausencia de una autorizaci¨®n escrita de Rabat.
Residentes en el territorio que piden no ser citados por su nombre afirman que los disturbios del ¨²ltimo mes y medio ponen de manifiesto la p¨¦rdida de control de Rabat sobre la intenci¨®n de voto de los habitantes del antiguo S¨¢hara espa?ol en el cada vez m¨¢s improbable refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n.
Cuando Marruecos ocup¨® el territorio, en 1976, se produjo un ¨¦xodo de saharauis hacia la regi¨®n de Tinduf, en Argelia. Entonces, los marroqu¨ªes pensaron que el sentimiento de independencia no sobrevivir¨ªa, entre los que se quedaron, a la generaci¨®n que vivi¨® la colonizaci¨®n espa?ola. Por eso trajeron maestros con la misi¨®n de educar a los ni?os en franc¨¦s y en un nacionalismo basado en el rechazo a la vieja potencia colonial.
Pero m¨¢s que las inyecciones de patriotismo escolar pudieron las ense?anzas paternas. Son precisamente esos ni?os los que hoy se enfrentan con piedras a la polic¨ªa.
Fracasado este experimento, reunieron a gentes de la zona norte, que, aunque jam¨¢s hab¨ªan pisado el S¨¢hara, estaban emparentadas con algunas de las tribus del territorio, sobre todo Erguibat e Izarquien. Los metieron en autocares y, en n¨²mero pr¨®ximo a 100.000, los llevaron a El Aai¨²n y Dajla, la antigua Villa Cisneros. La mayor¨ªa de los 79.000 recursos presentados contra el censo provisional de votantes dado a conocer por la ONU para el refer¨¦ndum del S¨¢hara corresponde a estas personas.
Los nuevos colonos llegaron a El Aai¨²n con sus familias y fueron instalados en tiendas de campa?a en la carretera de Smara. Estaban subvencionados: dos veces por semana eran abastecidos con alimentos. Al poco tiempo empezaron a hacer negocio vendiendo entre los saharauis la carne que les sobraba. Aquel campo de jaimas paup¨¦rrimas, que con el tiempo se ha transformado en una ciudad, fue bautizado, muy pol¨ªticamente, como "Campamentos de la Unidad". Pero, seg¨²n afirman varios residentes en el territorio, algunos de sus habitantes se han tomado el nombre demasiado al pie de la letra (o al menos as¨ª se lo parece a las autoridades, que no se f¨ªan de cu¨¢l ser¨¢ el sentido de su voto en el refer¨¦ndum).
Todo esto explica la afirmaci¨®n de Dris Basri, el mi¨¦rcoles ante los notables de El Aai¨²n: la consulta, prevista para el 1 de julio del 2000, ser¨¢ nuevamente aplazada, en esta ocasi¨®n "dos o tres a?os". Y la m¨¢s tajante del responsable de Asuntos Religiosos, Alaoui Mdaghari, el proyecto de "refer¨¦ndum est¨¢ acabado (...)".
Los j¨®venes de El Aai¨²n se pasan clandestinamente de mano en mano fotocopias extra¨ªdas de El Pa¨ªs Digital del 30 de octubre de 1998, en las que se relata el caso de su compatriota Badadi Mohamed-Moulud Hussein, al que el Tribunal Supremo reconoci¨® la nacionalidad espa?ola el a?o pasado. Estos muchachos han reunido los viejos DNI de sus padres, los han fotocopiado e intentan hacerlos llegar a la abogada madrile?a Mar¨ªa Jos¨¦ Fisac, que gan¨® el caso de Badadi. Los m¨¢s desesperados ofrecen miles de dirhams a quien les ayude a cruzar el Atl¨¢ntico en patera hasta Fuerteventura. De vez en cuando dejan estallar su rabia y su desesperaci¨®n y acaban en un furg¨®n policial.
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