Rusia, el Gulag de los ni?os
700.000 ni?os sobreviven en orfanatos, abandonados por su familia y olvidados por un Estado casi inexistente.
ENVIADA ESPECIAL"El t¨ªo Kolia hace cosas feas por las noches", se atrevieron a contar los ni?os del orfanato. As¨ª empez¨® todo, y termin¨® cuando una peque?a hu¨¦rfana dio esta respuesta a la pregunta sobre el paradero de una interna: "Est¨¢ con su amiga, la de la barba".
El t¨ªo Kolia o la "amiga con barba" era Konstantinov, un educador del turno nocturno que fue expulsado del Orfanato n¨²mero 8 del distrito oeste de Mosc¨² despu¨¦s de detectarse varios casos de abusos sexuales. Eso fue hace siete a?os, cuando hac¨ªa "cosas feas por las noches".
Pero el t¨ªo Kolia logr¨® seguir manteniendo relaciones con las ni?as de este orfanato para "retrasados". Era de suaves maneras, amable, y en palabras de quien le conoce, "con un gran dominio de las t¨¦cnicas pedag¨®gicas". "Esos ni?os necesitan cari?o, y un hogar. ?l lo sab¨ªa y logr¨® que las ni?as salieran del orfanato y llegaran hasta su casa, donde las cuidaba y mimaba hasta conseguir su prop¨®sito", cuenta Liubov Kushnir, vicepresidenta del grupo ruso Derechos del Ni?o. "?Qu¨¦ mejor que estar un par de horas en un hogar, tumbadas en un sof¨¢ y viendo la televisi¨®n, con una especie de pap¨¢ que nunca hab¨ªan tenido!", relata. As¨ª, ni?as de 8 a 15 a?os sal¨ªan del internado y llegaban hasta la casa de Konstantinov, caminando voluntariamente hacia su violaci¨®n.
?l acaba de ser condenado a 15 a?os de c¨¢rcel. ?Caso cerrado? No para los ni?os. Pero s¨ª, de momento, para el director del internado, que ha logrado eludir las culpas con un simple expediente abierto.
Porque todo es posible en este Archipi¨¦lago Gulag que son los orfanatos rusos, una mara?a de casas dependientes de distintos ministerios, perdidos ante un Estado casi inexistente y donde reina la libre voluntad de sus rectores. Unos 700.000 ni?os rusos viven hoy en esos orfanatos, seg¨²n datos oficiales rusos, aunque s¨®lo el 5% carece de padres. El resto, los llamados "hu¨¦rfanos sociales", han sido abandonados por sus propios padres, incapaces de mantenerles en esta Rusia poscomunista, pobres, enfermos, o v¨ªctimas de un alcoholismo o drogadicci¨®n galopantes entre ciertas capas desvalidas que afrontaron sin recursos el capitalismo salvaje.
Y en ese saco cabe todo. Hay orfanatos pobres con extraordinarios profesionales que se desloman cultivando patatas para que coman los ni?os, y otros donde un t¨ªo Kolia cualquiera o la mism¨ªsima polic¨ªa local campa a sus anchas ante los ojos cerrados y la impunidad total de un director corrupto. "El sistema de orfanatos es la verg¨¹enza de nuestro pa¨ªs. Es la f¨¢brica de exterminio de nuestros ni?os", dice Kushnir. "Algunos son aut¨¦nticos campos de la muerte", afirma la voluntaria brit¨¢nica Sarah Philips. As¨ª lo ha denunciado Human Rights Watch en un exhaustivo informe y as¨ª lo ha comprobado EL PA?S al visitar varios internados y recoger numerosos testimonios: salvo excepciones, que existen, estos hu¨¦rfanos son v¨ªctimas de p¨¦simas condiciones de alimentaci¨®n, sufren fr¨ªo y escasez de personal; falta de cuidados m¨¦dicos; exceso de tranquilizantes; hay castigos f¨ªsicos, hay abusos sexuales; la mayor¨ªa es v¨ªctima de diagn¨®sticos exagerados que les condenan al ostracismo hasta el fin de sus d¨ªas. En pocas palabras, que Dickens tendr¨ªa mucho trabajo si volviera a nacer.
En el Orfanato n¨²mero 7 de Mosc¨², especializado en discapacitados, se celebr¨® hace pocos d¨ªas la fiesta del oto?o. Los ni?os calificados como "educables" se cog¨ªan las manos en corro, algunos agitando un cascabel o una maraca, sonriendo embelesados al escuchar de labios de su educadora c¨®mo el oto?o trae la ca¨ªda de las hojas (lo que de verdad ca¨ªa era la nieve). Los ni?os calificados como "tumbados", paral¨ªticos y enfermos diversos, sin apenas ning¨²n desarrollo ni estimulaci¨®n, estaban encerrados en sus salas, mirando al techo, como cada d¨ªa.
Fuera, en el patio, los "educables" bailaban. Algunos repet¨ªan ropa, otros zapatos. Una mujer tocaba el acorde¨®n, un interno de 17 a?os actuaba de payaso y varios recitaban poes¨ªas y bailaban al comp¨¢s. Muchas edades, de 4 a 17 a?os, muchos males, desde s¨ªndrome de Down hasta esquizofrenia, macrocefalia o microcefalia y, tambi¨¦n, algo en com¨²n a todos los grupos: caras despiertas, miradas listas, ni?os normales. En total, 151 internos.
"Son todos subnormales profundos", sentenciaba despu¨¦s, en presencia de algunos ni?os, la educadora Lidia Valdimirovna. ?Y cu¨¢l es el diagn¨®stico?, preguntamos. "Imbecilidad, todos imb¨¦ciles, en distintos grados".
No parece cierto. Entre los grupos de ni?os con rasgos de Down, con labios gigantes o los ojos en blanco, en esta ensalada de males mezclados, destacan varios ni?os despiertos, la mirada chispeante. "?A qui¨¦n busc¨¢is? ?Qu¨¦ quer¨¦is?", indagan a la vista del extra?o. Tienen cuatro o cinco a?os y hablan envalentonados, como muchachos crecidos. Hacen puzzles una y otra vez, a la perfecci¨®n. Son peque?os, delgados y tienen costras en la cara. Pero son, a todas luces, normales. V¨ªctimas de una de las peores negligencias que Human Rights Watch ha denunciado en Mosc¨²: los diagn¨®sticos exagerados.
Miles de ni?os, seg¨²n esta organizaci¨®n, est¨¢n condenados a vivir separados del resto de la sociedad en tremendos orfanatos psiconeurol¨®gicos (manicomios) o en internados especializados en "retrasados mentales", como este n¨²mero 7, por el simple diagn¨®stico que una comisi¨®n gubernamental realiza tras una ¨²nica sesi¨®n de minutos con el interesado. "La sesi¨®n dura mucho", defiende Lidia Vladimirovna. "20 o hasta 30 minutos". As¨ª, en ese tiempo, se decide la suerte del ni?o. M¨¢s que un diagn¨®stico, es una condena, una losa. Y aunque hay posibilidad de recurrirlo, ?qui¨¦n se ocupar¨¢ de defender la suerte de un ni?o abandonado?
Muchas veces ocurre porque s¨ª, porque el ni?o se asusta ante los desconocidos. En ocasiones, porque no hay plazas en los orfanatos de ni?os sanos, seg¨²n Elena Minchina, abogada de la organizaci¨®n Amor a Rusia. Y en otras, es la forma m¨¢s s¨¢dica y sutil de castigar a un ni?o d¨ªscolo. As¨ª ha ocurrido, por ejemplo, con un ni?o del orfanato de Yegorievsk, que el 8 de septiembre fue trasladado a la psijushka (orfanato-manicomio) despu¨¦s de denunciar las palizas que le propinaba la polic¨ªa en su orfanato, seg¨²n cuenta la portavoz de Derechos del Ni?o.
Una vez a la semana, durante un a?o, dos educadores de Yegorievsk invitaban a los polic¨ªas a entrar al centro y les dec¨ªan qui¨¦n se hab¨ªa portado mal. Los agentes golpeaban y torturaban a los m¨¢s d¨ªscolos, chicos de entre 12 y 16 a?os, en la sala de los deberes. El caso est¨¢ hoy en los tribunales.
Pero lo peor, seg¨²n Kushnir y otros activistas entrevistados, es la pasividad estatal ante este tipo de denuncias, que suman 150 cada mes. En palabras de varios voluntarios, "el Estado ya no existe".
El orfanato de Yermolino, a unos cien kil¨®metros de Mosc¨², es lo que podr¨ªa llamarse un centro ejemplar. Y no precisamente porque tenga medios, sino porque su personal se ha empe?ado en sacar adelante a sus 52 beb¨¦s en las m¨¢s adversas circunstancias. Aqu¨ª no hay agua caliente, y llamar agua fr¨ªa a la del grifo azul es puro optimismo, con unas temperaturas que ya bajan de cero grados en Rusia. Dicen que funciona la calefacci¨®n, pero los ni?os viven con los gorros, abrigos y mocos puestos a todas horas del d¨ªa, tal es el fr¨ªo y la humedad de este edificio enfermo. All¨ª donde crec¨ªa un hongo irreductible, en algunas de las paredes, la directora mand¨® plantar aut¨¦nticos ¨¢rboles que crecen en el interior como en el mejor de los jardines bot¨¢nicos. Y ah¨ª, en torno a ese vergel, mand¨® pintar enanitos, animales y bosques que escondieran el horror de la humedad. De esta manera, Liudmila Ivanovna ha creado un humilde para¨ªso para unos peque?os que se mecen r¨ªtmicamente, con la mirada perdida, en sus corrales colectivos.
Liudmila muestra las cuentas: de los 3,7 millones de rublos (22 millones de pesetas) que presupuestaron el a?o pasado, el Estado aprob¨® 1,2. Y les hizo llegar realmente 671.000. Una quinta parte de sus ralas necesidades. Y eso no en dinero contante, sino en vales de salchichas o grano. En total, el Estado les financia el 50% de sus alimentos y el 3% de sus medicinas. Y, de paso, el trueque ha vuelto a Rusia: si el kolj¨®s correspondiente entrega los huevos prescritos al orfanato, el Estado le rebaja la deuda fiscal que tenga contra¨ªda. Pero ?qui¨¦n ir¨¢ a buscar los huevos? Por ejemplo, un cami¨®n del Ej¨¦rcito. O nadie. "Aqu¨ª, al final, tenemos que arregl¨¢rnoslas nosotras solas".
Por ello, Liudmila y sus educadoras cultivan el huerto y han conseguido este a?o media tonelada de alimentos en patatas, tomates, pepinos y coles. Recogida la cosecha, envasaron las verduras con las centenarias recetas que se han convertido en el ¨²nico seguro del pueblo ruso contra el hambre: en agua, hierbas y sal. Y adem¨¢s, han aprendido la importancia de los medios de comunicaci¨®n y los utilizan para pedir ayuda. As¨ª, poco a poco, les van lloviendo jabones, frutas, muebles, ropas y algo m¨¢s importante: solicitudes de adopci¨®n para unos ni?os te¨®ricamente discapacitados que han conocido genuinas recuperaciones en manos de estas educadoras. Se r¨ªe la directora: "Despu¨¦s del ¨²ltimo reportaje sobre este orfanato en la televisi¨®n rusa, Bor¨ªs Yeltsin nos envi¨® todos estos trastos. Ja, ja, ja", cuenta, se?alando una helada habitaci¨®n donde se agolpan, sin cabida posible, un mont¨®n de pufs de colores enviados desde el Kremlin.
No es Liudmila la ¨²nica que conoce el poder de la prensa. Ella lo utiliza para el bien de sus ni?os. Otros huyen de ¨¦l. Desde que se hicieron p¨²blicas algunas informaciones sobre los abusos, algunos directores han cerrado a cal y canto sus puertas a la ayuda extranjera, celosos ante las denuncias. As¨ª ha sido en el Orfanato n¨²mero 15 de Mosc¨², por ejemplo, donde la organizaci¨®n Amor a Rusia trabajaba hasta hace dos a?os. Hasta ese momento hab¨ªan llevado pedagogos, colchones suaves y juguetes blandos para los discapacitados que yac¨ªan sobre los suelos desnudos, algunos atados al radiador, con camisa de fuerza, seg¨²n cuenta Elena Minchina, abogada de este grupo. "Hab¨ªamos logrado mejorar la situaci¨®n. Pero lleg¨® una nueva directora y dijo que no quer¨ªa m¨¢s ayuda, en esa creencia de que los extranjeros no vean que los ni?os sovi¨¦ticos no son los mejores del mundo".
As¨ª es. Los complejos y valores heredados de la era sovi¨¦tica subsisten en ampl¨ªsimas capas de la poblaci¨®n. El recelo ante lo extranjero es uno de ellos. Pero hay otros dos viejos mitos que siguen funcionando y que dejan un lastre imborrable en los orfanatos: uno es el del ciudadano perfecto. Aquella ideolog¨ªa que molde¨® a los ni?os hasta conseguir los mejores r¨¦cords ol¨ªmpicos supon¨ªa tambi¨¦n esconder al enfermo. Por ello, muchos m¨¦dicos recomendaban abandonar al discapacitado. Es el caso de Eric Jakimov (ver recuadro). Y el tercer mito es el valor del colectivo, mucho m¨¢s fortalecido en la era sovi¨¦tica que el v¨ªnculo familiar. S¨®lo teniendo esto en cuenta es posible, si no entender, s¨ª afrontar la idea de un pa¨ªs donde 700.000 ni?os viven en orfanatos y donde en los tres ¨²ltimos a?os, seg¨²n el Centro Ruso de Investigaci¨®n sobre los Derechos Humanos, se han construido 229 nuevos hogares estatales ante la avalancha de ni?os. Son algo m¨¢s de 113.000 los ni?os abandonados anualmente en los ¨²ltimos a?os en Rusia, frente a los 67.000, por ejemplo, de 1992, seg¨²n Human Rights Watch. Y eso sin contar con los ni?os vagabundos.
La aldea de Acenievskoe, a m¨¢s de cien kil¨®metros de Mosc¨², acaba de vivir una de estas perversas paradojas de la Rusia poscomunista: como s¨®lo quedaba un alumno en la escuela infantil de la localidad (otros no pueden pagar los 150 rublos que cuesta), el edificio ha cambiado de cartel y es hoy, desde hace poco m¨¢s de un a?o, un orfanato. Ah¨ª viven 25 ni?os abandonados, todos ellos sanos. En su mayor¨ªa, hijos de alcoh¨®licos y delincuentes. El Estado da 4.000 rublos al mes (24.000 pesetas) a este orfanato para comida. Algo as¨ª como un guisote de fideos y pan con media taza de compota para cada uno. Para qu¨¦ hablar aqu¨ª de champ¨², de dentr¨ªfico o de jab¨®n; o de compresas y sujetadores, que ni siquiera figuran en la lista oficial de necesidades. Ah¨ª, como en todos los centros visitados, dos personas copan los empleos de tres, con lo que cada uno consigue medio sueldo m¨¢s.
En esas condiciones, ense?ar a los ni?os es casi un lujo que s¨®lo la buena voluntad de algunos profesionales logra imponer sobre la miseria del entorno. Pero es un c¨ªrculo vicioso: en general, los hu¨¦rfanos estudian en los propios orfanatos, pues, debido a sus or¨ªgenes familiares dram¨¢ticos, parten de una situaci¨®n de retraso respecto a los dem¨¢s. Con los programas que siguen en el orfanato, y en las condiciones descritas, su retraso perdurar¨¢ y se ahondar¨¢ hasta el abismo.
As¨ª, miles de ni?os rusos se est¨¢n criando a espaldas de la sociedad, en un proceso viciado y creciente que empieza a aterrorizar a los m¨¢s preocupados por los derechos infantiles. Se consigue as¨ª tal aislamiento del mundo exterior, tal desconocimiento de la vida, que un ni?o puede gastarse su primer sueldo en caramelos. Otro no quiere salir del orfanato. Algunos han vuelto al fr¨ªo hogar estatal despu¨¦s de ser adoptados. Y otros, los pocos que logran el piso que les debe facilitar el Gobierno en su mayor¨ªa de edad si son reinsertables, no lo habitan, sino que se agolpan con otros compa?eros de orfanato en un min¨²sculo apartamento para no estar solos. "Me da miedo vivir fuera", reconoce Cristina, de 17 a?os, hu¨¦rfana. Ella tiene novio "con familia" y pronto engrosar¨¢ el reducido grupo de hu¨¦rfanos que consigue integrarse en el mundo real. De los 15.000 que salen cada a?o de los orfanatos, s¨®lo el 5% consigue una vida normal. Hay muchas m¨¢s salidas: suicidio (10%), vagabundeo (33%) o la c¨¢rcel (20%), seg¨²n el Centro de Investigaci¨®n Sobre Derechos Humanos.
Otros, la mayor¨ªa, jam¨¢s saldr¨¢n. Tras el nuevo diagn¨®stico que la comisi¨®n les hace a los 17 a?os, del internado pasar¨¢n a una instituci¨®n para adultos a donde ni siquiera van voluntarios rusos ni extranjeros a colaborar. Ni padres adoptivos. All¨ª, hasta la muerte.
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