El supers¨®nico tranquilo
Con los polifac¨¦ticos nunca se sabe. Menos mal que esta vez se contaba con la referencia de los dos discos m¨¢s recientes de Patitucci, One more angel y Now, para aventurar a qu¨¦ iba a sonar. No obstante, daba la impresi¨®n de que buena parte de la audiencia estaba all¨ª para escuchar a un Patitucci anterior a estas dos obras, serias y rectas como monolitos. Para comprobarlo bast¨® escuchar el murmullo complacido, casi de alivio, que recorri¨® el patio de butacas en las dos ocasiones que acudi¨® a su guitarra baja de seis cuerdas.Pero el antiguo colaborador de Chick Corea estaba menos por satisfacer a sus seguidores de la faceta galvanizante y ca?era que por ganarse la confianza de los amantes del jazz ac¨²stico intelectual y apol¨ªneo. Desde que el malogrado Scott LaFaro le pusiera turbina al cachazudo contrabajo a finales de los cincuenta, el jazz tambi¨¦n tiene un linaje de supers¨®nicos del instrumento en el que Patitucci ocupa lugar puntero. En sus manos, las imponentes cuerdas no parecen tercas maromas, sino d¨®ciles hilillos que obedecen sin rechistar. Por suerte, Patitucci concentr¨® su energ¨ªa hipercin¨¦tica en un par de solos de alto virtuosismo y dej¨® que sus compa?eros brillasen.
John Patitucci Quartet
Mark Turner (saxos tenor y soprano), John Beasley (piano), John Patitucci (contrabajo y guitarra baja) y Horacio El Negro Hern¨¢ndez (bater¨ªa). C.M.U. San Juan Evangelista. Madrid. 5 de noviembre.
Horacio Hern¨¢ndez casi deslumbr¨®. Bater¨ªa esforzado y bullidor, de esa escuela que tiende a acentuarlo todo, sembr¨® un tupido vergel percusivo con pasmosa destreza. Comprobado que su piel es clara, se supone que el apodo El Negro se lo ha ganado trabajando tan duro como en la noche que nos ocupa. En cambio, Mark Turner, el aut¨¦ntico afroamericano, se comport¨® como un sobrio y ce?udo catedr¨¢tico que no se permite ni una sola broma, pero al que se presta atenci¨®n porque todo lo que cuenta suena a sentencia. Es uno de los saxos a tener en cuenta, doblemente valioso porque, en vez de poner el pie sobre la huella de John Coltrane, desarrolla la lecci¨®n tristaniana del gran Warne Marsh. Finalmente, John Beasley pareci¨® m¨¢s un pianista de comentario corto que de l¨ªnea larga, pero apunt¨® ideas atractivas.
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