Soberbia patosa
Durante las ¨²ltimas semanas, John Toshack ha querido ofrecer la imagen del hombre solo, desprovisto de la ayuda de la directiva y de la solidaridad de los jugadores. Ve¨ªamos a un hombre sufriente, v¨ªctima de la implacable maquinaria de un club que tritura entrenadores como quien lava. Pese a sus evidentes errores, Toshack consigui¨® lograr alguna simpat¨ªa, algo as¨ª como la adhesi¨®n compasiva con el abandonado.En su atrabiliaria rueda de alineaciones y sistemas, se pod¨ªa comprender la ansiedad de un entrenador que intentaba desde la c¨¢bala lo que no consegu¨ªa desde la l¨®gica. Hay un punto en el f¨²tbol donde los t¨¦cnicos son arrastrados al desastre sin que nada pueda remediarlo. En esos momentos son cruciales decisiones y valores que son ajenos a cualquier entrenador cuestionado. Decisiones que corresponden a la directiva, valores que surgen de todos los estratos del club, y especialmente de los jugadores.
Toshack ha contado en mayor o menor medida con varias condiciones que le han ayudado a pasar el trago de una semana complicad¨ªsima. En el presidente encontr¨® un apoyo expl¨ªcito por medio de una declaraci¨®n p¨²blica que reforzaba la posici¨®n del t¨¦cnico. Se podr¨¢ discutir si se trataba de un apoyo diplom¨¢tico y poco m¨¢s. Pero la declaraci¨®n de Sanz estaba all¨ª.
La opini¨®n de los jugadores apenas fue escuchada, en buena parte porque los jugadores han renunciado a tener voz. Y menos en los momentos cr¨ªticos. Sin embargo, los denominados cuatro capitanes -Sanchis, Hierro, Redondo y Ra¨²l- atendieron a las explicaciones de Sanz y por boca de ellos no se oy¨® una queja contra el entrenador. M¨¢s a¨²n, se lleg¨® a un acuerdo para no establecer responsabilidades individuales sobre una crisis que afectaba de lleno a todas las partes del club.
Pues bien, a la primera oportunidad, Toshack ha roto el pacto con una soberbia patosa que le traer¨¢ la enemiga general del club. Despu¨¦s de ocho partidos sin alcanzar la victoria en la Liga, el Madrid gan¨® en Vallecas. Lo hizo con las penurias acostumbradas, pero Toshack no vio mejor momento para meter un navajazo a la tropa. Su desaforado ataque al portero Bizzarri le impedir¨¢ reclamar la solidaridad de aquellos a quienes humilla. En la derrota, Toshack mov¨ªa a una cierta compasi¨®n. En la victoria, s¨®lo merece el desprecio.
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