"En Rusia s¨®lo se ve¨ªan nuestras haza?as"
Cada vez que Alexander Viktorenko ten¨ªa que hacer una reparaci¨®n a bordo de la estaci¨®n espacial MIR, ya sab¨ªa que aqu¨ª abajo se har¨ªan interpretaciones contrapuestas. "La prensa rusa lo presentaba como una gran haza?a, y la occidental, como una prueba de que no ten¨ªamos m¨¢s que aver¨ªas", dice Viktorenko, antiguo comandante de la estaci¨®n rusa, en la que vivi¨® a?o y medio repartido en cuatro etapas distintas, la m¨¢s larga de 169 d¨ªas. "No era ni una cosa ni la otra, nosotros nos limit¨¢bamos a cumplir nuestro trabajo", a?ade el astronauta con la indiferencia de quien relata un d¨ªa en la oficina.No hay mejor modo de captar la progresiva degradaci¨®n de la Tierra que darse un paseo por el espacio y contemplar el inmenso globo azul del tercera planeta del Sistema Solar que poco a poco se va moteando de otros colores. Viktorenko pas¨® diez a?os tripulando naves espaciales, tiempo suficiente para comprobar el avance de la deforestaci¨®n, de las arenas de los desiertos africanos o de la suciedad de los oc¨¦anos.
A bordo de la MIR hay un telescopio que permite a los astronautas espiar ins¨®litas escenas de la vida terrestre, como las de los petroleros lavando sus tanques clandestinamente en medio del oc¨¦ano. "Es el espect¨¢culo m¨¢s deprimente que se pueda contemplar desde all¨¢ arriba", comenta Viktorenko con amargura.
Su biograf¨ªa dice que en Rusia est¨¢ considerado como un h¨¦roe nacional y ¨¦l parece asumir plenamente el papel: ayer, en Santiago de Compostela, cuya universidad lo invit¨® a pronunciar una conferencia, entreg¨® a los periodistas fotos suyas, enfundado en el traje espacial, que siempre lleva a mano para firmar aut¨®grafos. Naci¨® en 1947 en territorio de lo que hoy es la rep¨²blica independiente de Kazajist¨¢n, cerca de donde la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica ten¨ªa su cosm¨®dromo para el lanzamiento de cohetes espaciales, una instalaci¨®n que Rusia mantendr¨¢, "por lo menos, mientras se pague puntualmente el alquiler", precisa con iron¨ªa.
Viktorenko tampoco puede evitar el sarcasmo cuando se refiere a su antiguo centro de trabajo, esa estaci¨®n orbital cuyas innumerables vicisitudes la convirtieron en un s¨ªmbolo de la descomposici¨®n de la antigua superpotencia. "La MIR a¨²n podr¨ªa ser ¨²til durante un par de a?os m¨¢s... bueno, si no ha sucedido nada nuevo en los diez d¨ªas que llevo fuera de Rusia", apunta entre risas. Pero, bromas aparte, el cosmonauta defiende con ardor la utilidad de los trabajos a bordo de la estaci¨®n, cuyo destino no se decidir¨¢ hasta diciembre: los rusos dudan entre enviar un transbordador para hacerla caer definitivamente despu¨¦s de trece a?os en ¨®rbita o destinar una nueva tripulaci¨®n para apurar sus ¨²ltimas posibilidades. "Las investigaciones en la MIR", dice, "pueden ofrecer resultados ¨²tiles para todo el mundo, ya que, por ejemplo, se est¨¢ estudiando un m¨¦todo para la detecci¨®n de terremotos".
"Las soluciones t¨¦cnicas que hemos hallado en estos 13 a?os pesan m¨¢s que los fallos sufridos", asegura Viktorenko, "la t¨¦cnica ha funcionado perfectamente, pero cualquier artefacto sufre siempre aver¨ªas. Lo que pasa es que la prensa necesita historias de impacto y creo que le dio a todo esto un tratamiento un tanto sensacionalista". A pesar de las desventuras de la MIR, de la penuria econ¨®mica de Rusia y de otros recientes contratiempos, como el estallido de un cohete Prot¨®n en el cosm¨®dromo de Kazajist¨¢n, Viktorenko sigue manteniendo la fe en el programa espacial ruso. "Los americanos tambi¨¦n han tenido muchos problemas, sin embargo se les suele presentar como h¨¦roes", protesta, "a nosotros, en 42 a?os, s¨®lo nos han explotado dos o tres cohetes".
El astronauta piensa que a¨²n habr¨¢ que esperar bastantes a?os antes de ver a un hombre pisando las rojas inmensidades de Marte. "Ni nosotros ni Estados Unidos estamos en condiciones de afrontar la enorme inversi¨®n que se requiere", argumenta, "adem¨¢s, todav¨ªa no conocemos lo suficiente sobre la resistencia f¨ªsica del hombre en situaciones de ingravidez. La marca de permanencia en el espacio la tenemos nosotros en 1 a?o y 4 meses, pero, de momento, ir a Marte requiere m¨¢s tiempo. Esto se sabr¨¢ mejor cuando se ponga en ¨®rbita la nueva Estaci¨®n Espacial Internacional, en la que tambi¨¦n participa mi pa¨ªs".
Pero aunque los viajes interplanetarios sean posibles un d¨ªa, a Viktorenko no le seduce la idea de colonizar otros mundos: "Mientras los cuidemos, en la Tierra tenemos mejores recursos que en ning¨²n otro lugar. Cr¨¦anme, se lo puedo asegurar: aqu¨ª se est¨¢ mejor que en el espacio".
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