El fin de la cohabitaci¨®n forzosa del socialista Yusufi
Impuesto a la oposici¨®n por Hassan II como un primer ministro en la sombra, las maniobras de Dris Basri en el seno del Gobierno de alternancia hicieron cundir el des¨¢nimo en los ¨²ltimos meses entre los colaboradores del jefe del Ejecutivo, el socialista Abderram¨¢n Yusufi. "Basri lo sigue parando todo", reconoc¨ªa desolado un alto cargo de la Administraci¨®n pocas horas despu¨¦s del entierro de Hassan II, el 25 de julio. Ya entonces era bien conocido en Rabat su antiguo distanciamiento del pr¨ªncipe Sidi Mohamed.Basri parec¨ªa haber apostado en el pasado por el hermano menor del heredero, Mulay Rachid, para intentar perpetuarse al frente del sistema feudal del Majz¨¦n. Por ello no dud¨® en sembrar la incertidumbre sobre la sucesi¨®n en el trono al final del reinado de Hassan. Pero la sucesi¨®n transcurri¨® sin sobresaltos, y Mohamed VI recibi¨® el espaldarazo de los l¨ªderes internacionales.
Un lastre de la reforma
En un pa¨ªs joven, ¨¢vido de cambios que frenen las desigualdades sociales y en el que la prensa comienza a ganar espacios de libertad de expresi¨®n, la impopularidad de Basri, su imagen asociada a una era de represi¨®n, s¨®lo era un lastre para la voluntad reformadora del joven monarca. Tal vez su destituci¨®n sea un reflejo de la experiencia de su hermano mayor -como se present¨® a s¨ª mismo el rey Juan Carlos I al darle el p¨¦same por la muerte de su padre- en la transici¨®n de la dictadura a la democracia en Espa?a.La salida de Basri del Gabinete supone sobre todo el fin de la cohabitaci¨®n forzada por Hassan II y abre la puerta a que Yusufi comience a poner en marcha su programa de reformas, paralizado en medio de un creciente malestar social desde su designaci¨®n como primer ministro, a comienzos de 1998.
Pocas horas antes de que se hiciera p¨²blica la destituci¨®n de Basri, Yusufi orden¨® a todos los ministerios y organismos de la Administraci¨®n que permitiesen la utilizaci¨®n de locales de titularidad p¨²blica para la celebraci¨®n de reuniones de partidos pol¨ªticos, sindicatos y asociaciones. Esta decisi¨®n anulaba en la pr¨¢ctica una circular del Ministerio del Interior del pasado mes de febrero en la que se prohib¨ªa toda actividad pol¨ªtica en edificios p¨²blicos. Para el primer ministro socialista, marcado por largos a?os de persecuci¨®n y exilio, resultaba inc¨®modo compartir las reuniones del Gobierno con el mismo ministro del Interior que no dud¨® en reprimir a balazos las protestas populares que ensangrentaron Casablanca en 1981 y Fez en 1990.
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