Subida a la cumbre
No puede decirse que el del Gobierno espa?ol hacia la IX Cumbre Iberoamericana haya sido precisamente un camino de rosas. Surgidas al calor de la confusa celebraci¨®n del V Centenario, las cumbres se han resentido de la heterog¨¦nea red de relaciones existentes entre los pa¨ªses miembros, repartidos adem¨¢s entre dos continentes. Las primeras reuniones tuvieron as¨ª momentos incluso penosos, con ejercicios de ret¨®rica de los presidentes en el uso de la palabra -recuerdo una intervenci¨®n inefable del dominicano Balaguer - que parec¨ªan constituir una prueba evidente de su inutilidad.Con el tiempo, el foro ha ido confirm¨¢ndose como espacio de convergencia y buena amistad entre jefes de Estado y de Gobierno, sin duda ¨²til para un pa¨ªs como el nuestro que en los ¨²ltimos tiempos ha incrementado su presencia econ¨®mica en el mundo latinoamericano. Para nadie es un secreto que por eso mismo la irritaci¨®n de los pa¨ªses del Cono Sur ante la demanda de extradici¨®n de Pinochet ha supuesto un obst¨¢culo de cara a la normal celebraci¨®n de la IX Cumbre, con la anunciada ausencia de protesta a cargo de los presidentes Frei y Menem y una preocupaci¨®n evidente para un Gobierno como el de Aznar, tan bien ajustado a su papel de consejo de administraci¨®n del capitalismo hispano.
En este orden de cosas, existe incluso el riesgo de que una representaci¨®n de nivel inferior ponga sobre el tapete la protesta contra las actuaciones de los jueces espa?oles, o de un juez espa?ol, intentando procesar a los culpables de unos cr¨ªmenes contra la humanidad, que el azar quiso que fueran tambi¨¦n cr¨ªmenes cometidos sobre ciudadanos espa?oles y sus descendientes inmediatos. El antiguo peronista y el hijo de aquel Frei que visitara la Espa?a republicana como dirigente juvenil de la Falange chilena han hecho cuesti¨®n de honor de la protecci¨®n de sus criminales uniformados y no cabe excluir que acudan al argumento del neocolonialismo puesto sobre la mesa por Felipe Gonz¨¢lez. En cambio, a la vista del comportamiento seguido en el caso por el Gobierno Aznar y por sus fiscales, nada indica que la dignidad de la justicia espa?ola sea defendida como el caso merece. Si el tema se plantea, Aznar esconder¨¢ la cabeza en lo posible al modo del avestruz. No es precisamente un Olof Palme.
Y queda Cuba. Tampoco Fidel Castro ha mostrado demasiada consideraci¨®n hacia sus visitantes de los pr¨®ximos d¨ªas. Tanto en su discurso-r¨ªo de las cinco horas como en las declaraciones de sus hombres de confianza, ejemplo el vicepresidente Carlos Lage en la entrevista publicada el lunes en este mismo diario, han mostrado tal voluntad persecutoria de toda disidencia que cabr¨ªa aplicarles una etiqueta inspirada en el t¨ªtulo del conocido libro de R¨¦gis Debray: represi¨®n en la represi¨®n.
De acuerdo con un tipo de argumentaci¨®n que bordea la infamia, no s¨®lo los disidentes sino cualquier manifestaci¨®n cr¨ªtica como las que hace m¨¢s de un a?o expresara el obispo de Santiago reflejan la subordinaci¨®n a los m¨¢s esp¨²reos intereses norteamericanos. Aqu¨¦l que no es un borrego obediente se convierte en la encarnaci¨®n de la antipatria. "Todo el que viole nuestras leyes siguiendo instrucciones de Estados Unidos puede ser detenido", resume Lage en el papel de voz de su amo. Es claro que, si los disidentes son "asalariados de la Secci¨®n de Intereses de Estados Unidos" y "traidores a la patria", lo que les espera en un futuro inmediato es la prisi¨®n.
Dicho de otro modo, el Gobierno castrista se prepara a acentuar su ya intolerable violaci¨®n de los derechos humanos, y ahora, adem¨¢s, lo hace calumniando a las v¨ªctimas y anunciando un brillante futuro de eterno socialismo sin propiedad privada y con partido ¨²nico. La pregunta que habr¨ªa que formular entonces a nuestros representantes en la IX Cumbre es si fraternizar con semejante Gobierno y callar la defensa de los derechos humanos resulta compatible con las exigencias de la democracia.
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