Los abrazos a Fidel y otras obscenidades
Con varios d¨ªas de retraso leo el art¨ªculo El 'caso Pinochet' (El PA?S 18-10-99), donde Vargas Llosa se indigna contra los dignatarios pol¨ªticos que con motivo de la cumbre iberoamericana acudir¨¢n a La Habana y se abrazar¨¢n con Fidel Castro "sin que se les caiga la cara de verg¨¹enza". Sin duda estos abrazos de compromiso diplom¨¢tico al l¨ªder cubano suscitan en Vargas Llosa un grado de indignaci¨®n incompatible con la ecuanimidad y lucidez con que nos obsequia en otras ocasiones. Yo no creo recordar que parecidos abrazos a Pinochet en sus tiempos de dictador levantaran ronchas de irritaci¨®n ret¨®rica de tal virulencia en la pluma de este escritor. En el art¨ªculo que cito, sin ir m¨¢s lejos, Vargas Llosa se muestra ostensiblemente m¨¢s agresivo con el dictador cubano, al que trata de "repugnante personaje", que con el chileno.Yo hubiera hecho exactamente lo contrario seguramente por el hecho de que Castro no lleg¨® al poder como t¨ªtere al servicio de los intereses usamericanos y aupado por el todopoderoso d¨®lar como lo fue Pinochet y tantos otros. Y es que en materia de v¨ªctimas y victimarios cada cual tiene su personal¨ªsima sensibilidad.
Un entra?able amigo mexicano fue v¨ªctima de la n¨¢usea al contemplar en la pantalla de su televisor a un Clinton sonriente jugando complacido al golf tras decidir por razones "humanitarias" la intervenci¨®n militar de EEUU y la OTAN en Serbia. ?C¨®mo pod¨ªa exhibirse l¨²dicamente ante las c¨¢maras del mundo mientras sus bombarderos sembraban el terror en Kosovo? Para mi amigo aquello era una obscenidad incomparablemente m¨¢s grave que aquella otra que tantos disgustos le cost¨® al presidente.
Desear¨ªa incitar a Vargas Llosa a ejercitar su admirable pluma en la denuncia de atropellos diplom¨¢ticos de magnitud incomparable como aquellos de escalofriante ignominia que la opini¨®n mundial apenas ha denunciado porque los intereses pol¨ªtico-militares y econ¨®micos de los poderosos los silencian tanto como pueden. Valga como ejemplo la repugnante negativa de Estados Unidos a firmar el tratado de Ottawa, que proh¨ªbe la fabricaci¨®n y utilizaci¨®n de las minas anti-personas, esas minibombas que han convertido ya una buena parte del territorio de muchos pa¨ªses del Tercer Mundo en antesala del infierno. Era en diciembre de 1997, pronto har¨¢ dos a?os. Desde entonces, ?qui¨¦n ha dejado por ello de abrazar a Clinton?- J
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