Votante y mendigo
JUSTO NAVARRO
Uno de los asuntos m¨¢s fastidiosos de las campa?as electorales es ser tomado exactamente por lo que uno es: un votante. Ahora que llega la campa?a electoral andaluza, me preparo para volver a ser considerado un mendigo, el mendigo votante, al que los candidatos ofrecer¨¢n lo imposible. En v¨ªdeos, cu?as radiof¨®nicas y hojas volanderas recibir¨¦ las promesas m¨¢s justas, disparatadas y costosas. Los candidatos entienden, por regla general, que los ciudadanos somos pedig¨¹e?os ignorantes y tontos, y prometen, prometen, como si todas sus promesas no hubieran de ser pagadas con la recaudaci¨®n de nuestros impuestos. En vez de pol¨ªticos democr¨¢ticos, se consideran visires que ofrecen su peso en brillantes a los incautos que los sigan.
As¨ª que, a la espera de las elecciones de invierno, me ir¨¦ a ver libros por las ferias oto?ales de C¨®rdoba y Almer¨ªa, por los escaparates de la Semana del Libro Andaluz. ?ste podr¨ªa ser un buen programa electoral, pagadero poco a poco con los impuestos de todos: desear libros para todos, es decir, desear que todos vivamos de manera que pueda apetecernos leer un libro. Porque para sentir el gusto de leer un libro hay que tener cierta forma de vida: poder leer es disfrutar de un horario de trabajo que no aniquile, bibliotecas surtidas y acogedoras, una buena habitaci¨®n, un sill¨®n, una l¨¢mpara, tiempo confortable. Es una inconsciencia o una crueldad pedir que alguien lea en una casa que es una m¨¢quina de enloquecer e incluso de destruir a sus habitantes.
As¨ª son por aqu¨ª muchas de las casas: construidas no para que entre la luz, sino para que reine la oscuridad; no para aislar a sus habitantes, sino para absorber y potenciar todos los ruidos. Son casas donde no te sientes protegido, sino desamparado e insultado: cuartos de estar donde no s¨®lo es imposible pararse a leer un libro, sino donde es imposible parar y estar, a no ser paralizados e indefensos frente al furor, el fragor y el fulgor de la televisi¨®n a todo volumen, para que suene m¨¢s que el televisor del infierno vecino.
Leer es una forma de vivir. Si no fuera demasiado expl¨ªcito, yo dir¨ªa que coincide con la forma de vivir de las clases medias algo acomodadas, aunque hayan existido y seguramente existan h¨¦roes que leen y escriben en calabozos subterr¨¢neos, en infames canteras o en el rudo laboreo del campo. Pero yo hablo del mundo en general, es decir, timorato o prudente, para el que me parecer¨ªa un buen programa pol¨ªtico la construcci¨®n de una sociedad en la que todo el mundo pudiera leer tranquilamente un libro. Pedir que se lea, que se disfrute de los libros, es pedir que todo el mundo viva como las clases medias algo acomodadas del siglo XX. Me parece muy buen programa. Hoy hay muchos que se resisten a leer, pero no creo que podamos convertir la invitaci¨®n a leer en un insulto:
-El que no lee es un imb¨¦cil o un canalla.
Puede que s¨®lo sea el habitante imposible de uno de los muchos pisos invivibles y asesinos que abundan en nuestras ciudades, m¨¢s o menos asesinas e invivibles seg¨²n por donde uno ande.
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