Luis Molina, cirujano cardiovascular que intervino en 150 trasplantes
Luis Molina Ruiz muri¨® en la madrugada del s¨¢bado, a los 51 a?os. Jefe adjunto del departamento de cirug¨ªa cardiovascular del hospital madrile?o Doce de Octubre, que dirige el doctor Luis Rufilanchas, era uno de los cirujanos destacados de la unidad de trasplantes, con la que hab¨ªa participado en m¨¢s de 150 trasplantes de coraz¨®n.Nacido en M¨¢laga el 18 de septiembre de 1948, estaba casado con Antonia Bl¨¢zquez y era padre de dos hijos, Luis y Pablo. Se licenci¨® en medicina y cirug¨ªa por la Universidad de Granada en 1971 y ese mismo a?o ingres¨® en el hospital de La Paz como m¨¦dico residente en el departamento de cirug¨ªa cardiaca. Cuatro a?os despu¨¦s se traslad¨® a Houston, becado por el Houston Heart Institute, para desarrollar t¨¦cnicas avanzadas de cirug¨ªa cardiovascular, principalmente en materia de trasplantes. En 1984 ampli¨® estudios en el Instituto Favaloro de Buenos Aires.
Desarroll¨® su carrera profesional en el hospital Ram¨®n y Cajal (1977-1989) y en el hospital Doce de Octubre; en ambos casos, como jefe adjunto de cirug¨ªa cardiaca. Especialista en trasplantes de coraz¨®n, se integr¨® desde sus inicios en la unidad especial creada en Espa?a y tom¨® parte activa en m¨¢s de 150 operaciones de trasplante. Intervino tambi¨¦n en la primera implantaci¨®n de un coraz¨®n artificial en Espa?a.
Su dedicaci¨®n a una especialidad m¨¦dica altamente tecnificada nunca le hizo olvidar que por encima de todo estaba la atenci¨®n personalizada a cada enfermo, lo que le convert¨ªa a menudo en un verdadero m¨¦dico de familia. Ganarle la batalla al dolor fue una de las obsesiones de su vida. Sus ¨²ltimos meses han sido un ejemplo imborrable para cuantos le conocieron. Sabedor del curso imparable de su enfermedad, hizo de la entereza ante la muerte, que sab¨ªa inminente, un ejercicio que le ayud¨® a disfrutar de la vida hasta el ¨²ltimo momento. Gran aficionado a la m¨²sica, hace menos de una semana tuvo el coraje de viajar a Mil¨¢n para disfrutar de la ¨®pera por ¨²ltima vez en la Scala.
Defend¨ªa el derecho de los pacientes a saber con precisi¨®n cualquier diagn¨®stico sobre su salud y ayud¨® a muchos a superar las malas noticias que ten¨ªa que dar como m¨¦dico. ?l fue el mejor ejemplo de cuanto predicaba. No se ocult¨® ninguno de los datos que le indicaban el avance arrasador de su enfermedad ni lo silenci¨® tampoco a sus m¨¢s ¨ªntimos. Pero nunca permiti¨® que la compasi¨®n o la tristeza cundieran a su alrededor. Todo lo contrario, quiso hacer de sus numerosas despedidas otras tantas fiestas de las que se convirti¨® en el primer animador.-
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