Jueces y gobierno en el campo de batalla
La prolongada formaci¨®n de nubarrones que la generosa y nunca explicada subida del 60% de sus retribuciones al colectivo de los 90 magistrados del Tribunal Supremo, acord¨® el Ejecutivo poco despu¨¦s de la llegada de Aznar a su presidencia, presagiaba el fragor de la tormenta que est¨¢ a punto de estallar sobre las adormecidas aguas de la pol¨ªtica hispana.Como en la m¨¢s estudiada de las batallas al campo abierto, las partes contendientes han desplegado su estrategia respectiva -o su falta de ideas, que, a veces, forma parte de la misma estrategia- y esgrimen sus armas respectivas, tanto ofensivas como defensivas, poniendo su mejor empe?o en conseguir una ganancia de imprevisibles resultados. De un lado, el Gobierno ha plantado su campamento en el terreno de la movilidad fronteriza, con el ¨¢nimo de cambiar la colocaci¨®n de las tiendas en el lugar que en cada momento mejor le acomode, cuidando de ocultar sus ¨²ltimos movimientos t¨¢cticos y, desde luego, sin facilitar concesiones gratuitas y r¨¢pidas. Lo que al final resulte, habr¨¢ de hacerse. Mientras tanto, el General Tiempo se perfila como el invariable ganador de todas las batallas. Poca informaci¨®n y menos ideas que poner a discusi¨®n encima de la mesa negociadora, pues, a la postre, se trata de capear el primer conflicto serio con una de las patas del tr¨ªpode que asegura el equilibrio del edificio constitucional, como es el Poder Judicial. Descubierto que ha sido por el enemigo que la tan anunciada Ley de Retribuciones no es que est¨¦ en fase de cris¨¢lida, sino que se asemeja m¨¢s a la zanahoria colgando del palo y fracasado el intento de tocomocho de la subida lineal del 2% (com¨²n a todos los funcionarios p¨²blicos), la confusi¨®n en las filas gubernamentales comienza a ser visible.
Enfrente, tampoco los legados del colectivo judicial y fiscal (?Qu¨¦ ingratitud!, ?as¨ª nos paga Margarita nuestro decisivo empuje para sentarla en el sill¨®n de San Bernardo?) parecen muy sobrados de razones para defender su pretensi¨®n de un aumento del 25% en el conjunto de sus retribuciones salariales evidenci¨¢ndose una vez m¨¢s que en la casa del herrero se suele usar la cuchara de palo. En un despliegue argumental, indispensable para no incurrir en alarma social, precisar¨ªan, por este orden: 1. Explicar la p¨¦rdida paulatina de su poder adquisitivo (nivel de trabajadores del Derecho); 2. Aducir ejemplos comparativos con los ingresos y rentas del trabajo de los altos cuerpos de la Administraci¨®n General (nivel funcionarial) y 3. Explotar al m¨¢ximo las diferencias irritantes marcadas con respecto a las ¨¦lites de los tribunales Supremo y Constitucional (nivel de miembros del Poder Judicial). Si, adem¨¢s, se ofrece a la opini¨®n p¨²blica una declaraci¨®n de prop¨®sitos de claro contenido restaurador de la confianza en el servicio p¨²blico de la justicia, en el que tan decisivo papel juegan los beneficiarios de la subida salarial, habremos iniciado todos el camino m¨¢s directo hacia una necesaria y urgente rehabilitaci¨®n del juez y su entorno en el aprecio social.
Sin embargo, el prematuro despliegue de la artiller¨ªa gruesa en primera l¨ªnea de batalla cuando apenas en el bando gubernamental se han esgrimido simples armas de corto alcance, deja al descubierto la err¨®nea estrategia de poner el objetivo (subida salarial del 25%) por delante de los motivos que traten de justificarlo. Y, en nuestra opini¨®n, no son estos pocos ni endebles: la dedicaci¨®n exclusiva y excluyente a la funci¨®n jurisdiccional; la progresiva limitaci¨®n del ejercicio de otra carrera jur¨ªdica distinta a quienes, a veces integrados sin excesiva convicci¨®n y vocaci¨®n en concretos juzgados o fiscal¨ªas, se ven inmersos en una especializaci¨®n no deseada; la frecuente movilidad, generadora de inseguridad, sobre todo en el ¨¢mbito familiar; la dificultad extrema de asegurar un horario limitado y constante en el desempe?o de su funci¨®n, etc¨¦tera.
Por ¨²ltimo, tampoco es desde?able la necesidad ¨²ltima de que ambas partes en liza unan sus esfuerzos en beneficio del ¨²nico logro que interesa al conjunto de los ciudadanos, es decir, construir un nuevo edifico -y no s¨®lo conformarse con blanquear la fachada del existente- donde se aloja la justicia, aunque sea con min¨²scula. A cuyo amparo se acerque el ciudadano con m¨¢s confianza que recelo y m¨¢s seguridad que miedo. Pero nadie olvide y menos los generales de esta incruenta pero imprevisible guerra, que no se puede ganar sin restituir la equidad y los derechos de los dem¨¢s agentes de tan esencial servicio p¨²blico: secretarios judiciales, m¨¦dicos forenses, oficiales, auxiliares y agentes. Seguramente de manera escalonada y siguiendo el orden que se decida en funci¨®n a las urgencias que esperan o a las disposiciones de tipo presupuestario. A todo esto se llama di¨¢logo sin pausa y negociaci¨®n con concesiones. Algo que, por ahora y lamentablemente, parece que no se ha considerado oportuno poner al servicio de la estrategia en la contienda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.