'Fidelizar'
La semana pasada se produjo una curiosa coincidencia de noticias cuya fortuita casualidad brinda una excelente ocasi¨®n para reflexionar. Mientras la Internacional Socialista firmaba su solemne Declaraci¨®n de Par¨ªs, reclamando la supremac¨ªa de la pol¨ªtica sobre el mercado, en Madrid estallaba el esc¨¢ndalo de las stock options (opciones sobre acciones) de Telef¨®nica, que demuestra los graves efectos perversos que tiene la politizaci¨®n de la econom¨ªa, seg¨²n revela el caso Villalonga. Es toda una paradoja que obliga a cuestionar las relaciones entre pol¨ªtica y econom¨ªa.Parece l¨®gico que los socialdem¨®cratas quieran domesticar los mercados, pero que para ello intenten subordinarlos a la pol¨ªtica resulta mucho m¨¢s discutible. Marx argument¨® que la pol¨ªtica siempre est¨¢ determinada en ¨²ltima instancia por la econom¨ªa, considerando idealista cualquier esperanza de cambiar por decreto la infraestructura material de las fuerzas productivas, hoy basadas en la movilidad planetaria del capital. Es verdad que contra esto Weber adujo la autonom¨ªa de la pol¨ªtica, pero esa autonom¨ªa s¨®lo es relativa, pues est¨¢ condicionada por el realismo pol¨ªtico. As¨ª, para domesticar al capital financiero hay que hacerlo con astucia hegeliana, aprovechando para ello las propias leyes del mercado a fin de reutilizarlas con habilidad, destreza y maestr¨ªa: es decir, con mano izquierda. Por ejemplo, mediante la tasa Tobin, que impone una especie de IVA sobre las transacciones financieras. Y lo m¨¢s desaconsejable, por contraproducente, es toda forma de coacci¨®n pol¨ªtica que reprima la libertad de invertir.
En su testamento intelectual, Condiciones de la libertad (Paid¨®s, 1996), Ernest Gellner identific¨® las dos innovaciones hist¨®ricas que explican la eclosi¨®n del capitalismo y la democracia, com¨²nmente basados en la primac¨ªa de la sociedad civil. La primera condici¨®n es la expropiaci¨®n del poder caciquil diseminado por las comunidades locales, que pas¨® a concentrarse en legislaturas representativas, universalistas y garantes de la seguridad jur¨ªdica. Y la segunda condici¨®n es la independencia de la econom¨ªa respecto de la pol¨ªtica, que es el mejor motor del crecimiento tanto de las libertades como de la productividad. As¨ª, para Gellner, el intento de subordinar la econom¨ªa a la pol¨ªtica, como pretenden ciertos socialdem¨®cratas, no es un progreso sino un retroceso hist¨®rico. Y la mejor prueba es la pol¨ªtica de Aznar.
En efecto, la pr¨¢ctica real del Gobierno de Aznar, desde que tom¨® el poder en 1996, ha sido contravenir las dos condiciones de la libertad propuestas por Gellner: ha devuelto poder de veto a localismos nacionalistas y ha intervenido en la econom¨ªa para distorsionarla al servicio de sus propios intereses pol¨ªticos. Esto ¨²ltimo se ha llevado a cabo mediante una peculiar privatizaci¨®n del sector p¨²blico desamortizado (Jes¨²s Mota, La gran expropiaci¨®n, Temas de Hoy, 1998), que por un lado ha creado un grupo empresarial de estricta fidelidad aznarista, liderado por Telef¨®nica, y por otro lado ha otorgado ciertas concesiones al oligopolio financiero a cambio de obtener carta blanca en los consejos de administraci¨®n de las empresas privatizadas.
Es lo que ha pasado con Telef¨®nica, donde, al igual que se fideliz¨® (por no decir soborn¨®) a los directivos con stock options para hacerlos c¨®mplices de la intervenci¨®n pol¨ªtica en cadenas de radio y televisi¨®n, tambi¨¦n ha habido que fidelizar al n¨²cleo estable de accionistas de referencia, que antes eran tres (Argentaria, el BBV y La Caixa), pero ahora ya s¨®lo son dos (el BBVA y La Caixa): ?c¨®mo no sospechar que la fusi¨®n entre Argentaria y el BBV ha sido el precio a pagar para que los nacionalistas consientan la arbitraria direcci¨®n que se impone a Telef¨®nica? El resultado es una econom¨ªa intervenida por el poder, seg¨²n la inercia hist¨®rica del autoritarismo patemalista, y ello, tanto en Madrid como en Bilbao y Barcelona. Justo el polo opuesto al ideal de Gellner, amenazando as¨ª el progreso de las libertades civiles. Confiemos que no sea ¨¦sta la supremac¨ªa de la pol¨ªtica sobre el mercado que los socialdem¨®cratas reivindican en su Declaraci¨®n de Par¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.